Juicio crítico sobre el trabajo Pediatría. Ciencia y Filantropía en las publicaciones científicas venezolanas del siglo XIX

Presentado por la Lic. Consuelo Ramos de Francisco como Trabajo de Incorporación como Individuo de Número a la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, Sillón XXXII.

Dra. Nora Bustamante Luciani

En estos tiempos tan duros, angustiosos y deprimentes, por no saber adónde vamos ni qué país le dejaremos a nuestros hijos; por ver tanta violencia, tanta intolerancia, tanto cinismo y desfachatez a nuestro alrededor; por sentir que nuestros valores fundamentales éticos, cívicos, humanos han sido bastardeados por pasiones aberrantes y acciones de mala fe; por estar seguros de que, a pesar de haber vivido tanto en esta tierra, nunca pensamos que Venezuela se pudiera convertir en el caos en que se encuentra; por todo esto muchos nos encontramos aplastados por sentimientos de impotencia y pesimismo a pesar de todos los esfuerzos hechos para que esto no suceda. Y es en este ambiente hostil y desconcertante donde tenemos el honor de haber sido designados para hacer el juicio crítico del Trabajo de Incorporación a nuestra Sociedad de la Prof. Consuelo Ramos de Francisco. Y es, al tener ante nuestros ojos, tanto dicho trabajo como el curriculum vitae de la recipiendaria, que sentimos, primero, admiración por la investigación tan laboriosa, implícita en el primero, y por su presentación tan precisa y creativa, y por lo frondoso y multidisciplinario del segundo. Al terminar de leerlos y comenzar a analizarlos, un aire de optimismo nos invade, junto a un soplo de aliento, al comprender que Venezuela puede estar hundida económica, política y socialmente; pero que su futuro será promisorio y fecundo mientras cuente con su mayor riqueza: su gente; teniendo recursos humanos de los cuales ella es un ejemplo dentro de su generación, con la herencia de las que le precedieron, siendo guía para quienes la han seguido como discípulos. Y esos recursos humanos harán seguir hacia adelante a nuestro país más allá de todas las dificultades.

Esta certeza mía encuentra confirmación en el pensamiento de Augusto Mijares, quien “... fija su mirada en el otro rostro de la historia; en los constructores y en los pensadores, Julián Viso, educador y jurista, es un buen ejemplo. No duda en considerarlo uno de los fundadores de la nacionalidad, aunque actuó después de mediar el s. XIX...”, según afirma Simón Alberto Consalvi, quien luego cita a Mijares al escribir “... Dentro del desorden del siglo, dice, a su puerta tocó muchas veces la tentación del lucro fácil y de la notoriedad, que se parece a la gloria; pero él permaneció silencioso en su labor ignorada por la multitud. En el edificio de la patria donde trabajaba como obrero, sintió a menudo entrar el tumulto destructor de la demagogia o calarse sigilosamente el insidioso halago del déspota; pero ni cedió al pesimismo, ni se dejó atar al poder cortesano...”(1).

Del magnífico curriculum del que les hablé al comienzo voy a referirme sólo a algunos datos que considero muy importantes, después de haber obtenido la Prof. Ramos de Francisco su Licenciatura en Bibliotecología de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela en 1970, pues de otro modo se haría muy extensa mi intervención en esta ocasión.

Al año siguiente hace un posgrado en la Escuela Interamericana de Bibliotecología en Antioquía, Colombia. En 1977, en el Instituto Universitario de Tecnología de la Administración y Hacienda Pública, Cordiplán, Caracas, hace un curso sobre “Planificación en Venezuela” y “Metodología de la planificación”. En 1981 en la Pontificia Universidad de Bogotá, Facultad de Filosofía y Letras, realiza el “IV Curso de Administración de Sistemas de Información y Documentación”. En 1985 hace un curso de ampliación y pasantías en Simmons College Graduates School Library en “Information Science”, en Boston (EE.UU). Al año siguiente, en la UCV y en la Universidad Complutense de Madrid, sigue curso de “Informática aplicada a las bibliotecas”. En 1993, en la Universidad de La Habana y en la UCV sigue curso de “Calidad total y gerencia por objetivos”. En lo referente a sus tareas como Bibliotecóloga ha ido desde la organización de la biblioteca del Colegio Santa Rosa de Lima, en Caracas (años 1968-1969) hasta ser Bibliotecóloga de la Oficina Sanitaria Pan-Americana OMS Caracas, Zona I Área del Caribe (1972-1976)

Ha ejercido la docencia en la Universidad Central de Venezuela desde Instructor Docente por Concurso de Oposición (Tiempo completo), Escuela de Archivología y Bibliotecología, pasando por Profesora de la Asignatura “Técnicas de información documental y bibliografía médica”, Posgrado de especialidad de Pediatría y Puericultura, Hospital de Niños J.M. de los Ríos, UCV 1974 a 2000, hasta llegar a Profesora Agregada con trabajo de ascenso titulado “Historia de la Bibliografía Pediátrica en Venezuela 1830-1908”, Mención Publicación.

Actualmente realiza actividades para obtener el Doctorado en Historia y, entre éstas, durante el II Semestre 2002 dirigió el Seminario sobre Pediatría en Venezuela en la Facultad de Medicina de la Escuela Vargas, y en febrero del año en curso fue galardonada con el Premio “Trayectoria Académica, Profesor Enrique Montbrun”, que constituye uno de los más preciados otorgados por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Central de Venezuela. Les reitero que éstas son sólo pinceladas del curriculum al cual nos hemos venido refiriendo. Actualmente está finalizando el Posgrado del Doctorado en Historia de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela y prepara su tesis para optar al título de Doctor de dicha ciencia.

En la primera parte de la ponencia que hoy nos presenta la Profesora Ramos de Francisco, se refiere a la “Pediatría: Ciencia y Filantropía del s. XIX”, de las cuales realiza un estudio bibliométrico y cienciométrico exhaustivo aplicado a las comunicaciones científicas entre estos hombres de ciencia de ese entonces”(2). Además, nos hace saber que la bibliometría fue llamada ciencia de las ciencias, puesto que los investigadores realizaban los avances científicos de cada época; pero sólo después que fueron publicados los podían conocer los colegas de otras tierras. Además de hacer conocer los adelantos de la ciencia, las publicaciones también ponían de manifiesto lo importante que fue la actitud filantrópica de los médicos, organizaciones y particulares. En el trabajo de ascenso de nuestra recipiendaria de hoy nos llamó la atención uno de los tantos casos en que ha sido posible que avance la medicina en nuestro país, en este caso específico la Pediatría, gracias a la acción filantrópica de un rico comerciante venezolano que aportó Bs. 200 000 para que se construyera el primer hospital venezolano solamente dedicado a la atención de los niños. Fue el Hospital Linares(3), inaugurado el 23 de julio de 1893; fue bendecido por el Arzobispo Críspulo Uzcátegui y el discurso de orden estuvo a cargo de José María Núñez de Cáceres(4) quien manifestó al hablar que “... el Hospital de Niños llena un vacío en la ciudad de Caracas y satisface una necesidad urgente y está llamado a prestar grandes e importantísimos servicios a la parte pobre de la población...”.

Mientras escribía estas líneas, recordaba yo el tono pesimista con el cual empecé dirigiéndome a ustedes, con la salvedad que hice luego de lo rica que era Venezuela en sus recursos humanos, en su gente que es el valor más grande con que cuenta el país. Reflexionaba pensando que, a pesar de todos los valores trastocados, a pesar de todo lo que se ha hecho por sembrar odio donde antes había amor, el venezolano sigue siendo filántropo cuando se le toca el corazón en su fibra más sensible: la preocupación por nuestros niños abandonados y olvidados por los gobernantes de turno, como lo demostró recientemente con el telecorazón donde se reunieron todas nuestras televisoras y todas sus figuras desde dueños hasta camarógrafos, artistas nuestros e invitados especiales, para pedir a nuestro pueblo contribución para la construcción de las colmenas, para recoger a esos niños sin hogar y sin amor, y nuestra gente respondió superando la cantidad esperada. Hoy, igual que hace doscientos años, está presente la iniciativa privada para suplir las obras que debió hacer el gobierno y no las hizo; para cumplir las promesas que él no cumplió. Y el Hospital Linares sigue en pie. Hoy es una de las sedes de la Cruz Roja Venezolana.

Esta afirmación está comprobada por la Profesora Ramos de Francisco cuando en la ponencia que estamos analizando afirma: “... La salud no fue preocupación del Estado, respondió más a una atención caritativa y a intereses particulares, situación que se mantuvo hasta la creación del Hospital Vargas de Caracas, y las reformas de Razetti en los estudios y atención médica de finales del s. XIX...”

Nuestra recipiendaria de hoy continúa con el análisis de los tres períodos que varios historiadores han diferenciado en la Facultad Médica de Caracas. El primero en el cual se creó ésta, cuyo gran rendimiento corresponde a la influencia (1827-1851) de J.M. Vargas, denominado “Era Vargasiana”. Destaca que hasta 1840 se presentaron 16 tesis que se referían a la medicina infantil, o enfermedades de la infancia, como era llamada la pediatría en aquel entonces. La enseñanza de ésta se relaciona con las reformas universitarias de 1827, cuando se incluyó en la enseñanza médica la de “obstetricia y partos” (el programa sólo contenía la enseñanza de los cuidados del recién nacido, en cuanto a pediatría se refiere) y ésta no había cortado aún el cordón umbilical que la unía a la obstetricia.

El segundo momento (1852-1883) presenta dos factores negativos: uno, desde el punto de vista médico, la ausencia de Vargas, y otro desde el punto de vista político, la Guerra Federal, que dejó sumida a Venezuela en la miseria, la más grande miseria que pueda concebirse. No!. Me equivoqué!. No es así. Sí la estamos padeciendo hoy y no sólo concibiéndola. A pesar de todo, la natural creatividad e incentiva tenaz del venezolano produjeron sus frutos aún en medio de tan precarias condiciones. Entre otras obras aparecieron los dos primeros periódicos científicos venezolanos, “El Naturalista” (1857-1858) y “Eco Científico Venezolano” (1857-1858), y Caracas y Maracaibo conocieron y practicaron dos grandes adelantos científicos: el uso del éter y el cloroformo como anestésicos generales, además de otros adelantos que permitían aplicar una medicina más científica y que prepararon el terreno del próximo período(5).

Ese tercer período es el de la “Renovación y cambio en la medicina venezolana (1888-1908)”, con la reforma de los estudios médicos en Venezuela propuesta por Razetti, el gran artífice de estos cambios y, sobre todo, esto es muy importante, por la aparición de revistas científicas como la “Gaceta Médica de Caracas” (1893), la “Clínica de Niños Pobres” (1889-1907), la “Beneficencia de Maracaibo”, “La Caridad de Barquisimeto”, porque es a través de esta prensa que, a finales del s. XIX y comienzos del XX, que todas las investigaciones médicas o de otras profesiones relacionadas con la medicina iban a conocer y aplicar los avances científicos de este período. Es muy importante también la creación en esta época de la “Oficina de Estadística Demográfica” (1889). Como afirma la autora, basándose en la opinión del Dr. Francisco Antonio Rísquez, aparecida en la Gaceta Médica de Caracas, 1918, en artículo titulado “Evolución de la Medicina en Venezuela en los últimos 25 años”, “...Venezuela termina el s. XIX con una medicina más científica y más práctica y cada vez más cercana al movimiento médico científico europeo...”

Lamentablemente, antes de terminar este tiempo de auge científico-médico, hubo episodios que fueron negativos para ese renovar tan espléndido, como fueron “... la orden dada por el gobierno el 09-03-1901 para que 24 estudiantes fueran inmediata y definitivamente expulsados de la Universidad, seguida de la posición del Rector Santos Dominici asegurando, dos días después, que esos estudiantes no habían cometido falta alguna, y él renunciaba y culminada con el cierre de la Institución entre el 12 de marzo y el primero de junio, y el largo exilio de Dominici, a pesar de que los definitivamente expulsados fueron admitidos por Decreto del 27 de mayo del mismo año. Poco después vino el cierre de las Universidades del Zulia y de Carabobo y los Colegios de Guayana y Barquisimeto, por Decreto de septiembre de 1903, centralizando los estudios superiores...” (6). El cierre de dichas Universidades y Colegios, constituyó un rudo golpe para las regiones, especialmente para aquéllas como la del Zulia tan alejadas física y mentalmente de la capital de la República; pero ya la Universidad de la tierra que un día llamara el déspota de turno Antonio Guzmán Blanco “... tierra de pescadores...” había dejado sus frutos y la ciencia médica zuliana seguía avanzando.

Luis Razetti, quien logró darle un gran desarrollo a la medicina en Venezuela para convertirla en una actividad más científica y experimental, había llegado de París en diciembre de 1892 “... cargado con su rico tesoro de ciencia nueva...” (7), bajo la influencia de los autores de los grandes descubrimientos y teorías de la época como los de Lamarck, Lister, Buffon, Pasteur, Koch, Freud y tantos otros más. Y con las enseñanzas bien asimiladas de los profesores de Demoulins, Sebileau, Faure, Farabeuf, Charcot, Poirier, por citar sólo algunos de ellos, Razetti llega a su tierra con una serie de planes para la medicina venezolana girando dentro de su mente hasta alcanzar su desarrollo.

Entre ellos está un nuevo proyecto para la enseñanza de la medicina en nuestras universidades. En este plan aparecería por primera vez la palabra “Pediatría” para referirse a las enfermedades de los niños.

Citando a Leoncio López Ocón, explica la profesora Ramos de Francisco que, “... durante el s. XIX la medicina pasó de oficio a profesión, y la vocación médica estuvo unida a una inquietante imaginación científica y de apostolado...”, y es por ello que titula la nueva parte de su disertación: “Filantropía, caridad y ciencia: germen de una nueva especialidad”.

Las instituciones que daban albergue a los niños pobres que lo necesitaban, o “hijos de nadie”, fueron desde tiempos remotos frutos de las virtudes citadas junto a la ciencia y se llamaron de distintos modos: asilos de huérfanos, casas de socorro o de beneficencia, dispensarios, clínicas de niños pobres, y la mayoría de las veces eran de formación religiosa, sostenidas por la caridad cristiana, benefactores y filántropos.

Entre éstas sobresale, por ser una de las de origen más antiguo, pues se remonta al 26 de julio de 1608, la de Francisco Ortiz y su esposa Inés del Basto quienes se comprometieron a construir un hospital y a sostenerlo, y así lo hicieron, que se llamaría de Santa Ana por estar al lado de la Ermita del mismo nombre que ellos mismos habían construido. Ahora bien, el 5 de agosto de 1860 la Logia Masónica de Maracaibo, por concesión de la Municipalidad y aquiescencia del gobierno, permitió que el antiguo edificio que sirvió de Hospital de Caridad en la época de doña Inés del Basto, y que por uno de los tantos sarcasmos del destino fue abolido y sustituido por un cuartel de artillería, gracias a los esfuerzos de dicha Asociación, presidida por Antonio José Urquinaona, dicho Instituto sirviendo de nuevo a varios fines, adquiriese un desarrollo cada día más grande. Limitado en los primeros años de su fundación a ser asilo para los pobres de solemnidad, abrió sus puertas más tarde a los enfermos de todas las clases y de todos los lugares, inaugurando de esa manera la clínica científica en Maracaibo. Esto aconteció cuando le fue anexado el Hospital de Caridad en 1866. Hoy en día sigue funcionando. Tenía su órgano de publicación, la Revista “Beneficencia” (1883-1957). Este centro de atención estuvo bajo la dirección del inolvidable médico zuliano Adolfo d’Empaire (1873-1949).

Al Hospital Linares, de Caracas, que ya mencioné anteriormente, también le tocó su época de militarización, pues antes de ser sede de la Cruz Roja lo fue del Hospital Militar de Caracas.

El primer Asilo de Huérfanos de Caracas funcionó gracias al sentimiento humanitario del Lic. Agustín Aveledo, quien, junto con Eduardo Calcaño propició una Junta Promotora a la cual se sumaron una serie de personalidades. La Sra. de Vargas, viuda de Escobar, ofreció una casa situada cerca del puente Carlos III en la Pastora. Allí había funcionado antes la primera Casa de Beneficencia. Se inauguró este Asilo el 27 de julio de 1878. Allí se estableció la primera consulta pediátrica pública, bajo la responsabilidad del Dr. Juan Manuel Velásquez Level.

Con la “Clínica de Niños Pobres” (1889-1907) surgieron dos muy importantes acontecimientos para la pediatría venezolana. Allí se dictó la primera cátedra libre sobre enfermedades de los niños. Su Director era el Dr. José Manuel de los Ríos, con el apoyo de la “Obra Pía”. El otro gran acontecimiento que surgió con esta Clínica fue la aparición de la primera revista pediátrica venezolana, “Clínica de los Niños Pobres”, que circuló por 18 años (1889- 1907), dirigida por el Dr. J.M. de los Ríos. Allí, la Profesora Ramos de Francisco encontró verdaderos tesoros hemerográficos, no sólo de índole científica, sino de aspectos de la vida social de aquel entonces, tertulias, charlas, conciertos; pero todo ello enmarcado en la filantropía y el interés por el destino de los niños, de los cuales ya hemos citado otros ejemplos. Para el Dr. Ricardo Archila, “... La Clínica de los Niños Pobres tuvo el mérito de ser la primera publicación orientada a la pediatría en Hispanoamérica...” (8).

Hemos llegado al momento cuando la Profesora Ramos de Francisco hace un balance bibliohemerográfico de todas las publicaciones a las que se ha ido refiriendo en el curso de este magnífico trabajo, como lo ha hecho a lo largo de toda su disertación, refiriéndose a ellas en orden cronológico, y acota que en la literatura de esos primeros veinte años republicanos, la parte más representativa de la literatura pediátrica la constituyen las memorias o tesis, y que fue más que todo una literatura de denuncia, bastante empírica, aunque con una cierta dosis de interés por la investigación, academicista y cargada de la influencia francesa que en ese tiempo se ejerció sobre todas las áreas de la medicina venezolana. En este estudio de “Las publicaciones científicas como crisol de la nueva pediatría”, nos presenta siete cuadros sobre distintos aspectos de estas publicaciones, que consideramos de una exactitud precisa desde el punto de vista de la medicina en general y de la pediatría en particular, y de una gran importancia, al presentar el concurso de varias disciplinas científicas documentales: la medicina, la hemerografía, la bibliometría, la cienciometría dirigidas a un fin común, cual es de abrir ante nuestros ojos un abanico de datos, huellas, como las llama Consuelo Ramos de Francisco, de todo lo que sucedió en Venezuela en la evolución de la pediatría y de la proyección que toda esa información tiene para facilitar a los investigadores observar el pasado, actuar y cambiar el presente para alcanzar el futuro que deseamos para nuestros niños sanos, pero abandonados, y para prevenirlos de enfermedades en vez de tener que tratárselas.

Los siete cuadros que presenta la Profesora Ramos de Francisco especifican época, tipo de documentación, número y observaciones (Cuadro 1); época, nombre de la publicación periódica, años de circulación, número de artículos pediátricos publicados (Cuadro 2); época, tomos y número de artículos (Cuadro 3); época, autores y total de artículos (Cuadro 4); Hemerografía pediátrica (1889-1908); nombre de la publicación, años revisados, número de artículos (Cuadro 5); Balance bibliohemerográfico (1889-1908), tipología de las publicaciones, número de artículos indizados y número de trabajos por indizar (Cuadro 6); y, finalmente, el Cuadro 7 que es un resumen bibliométrico de los hallazgos encontrados en los 78 años estudiados, logros por períodos y totales.

En honor a la verdad, debo confesar que el trabajo de la Profesora Consuelo Ramos de Francisco “Pediatría: ciencia y filantropía en las publicaciones científicas del Siglo XIX” representa una de las investigaciones más profundas y completas, una de las disertaciones más creativas que he podido escuchar desde mi ingreso a la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, en honor a su presentación como requisito para ser admitida en esta Sociedad como Individuo de Número para ocupar el Sillón XXXII que ocupara brillante y dignamente el Dr. J.J. Gutiérrez Alfaro. Pienso que es honroso para nuestra Corporación el aceptarla en tal condición y, por último, es un honor para mí, que agradezco profundamente a la Dra. Isis Nezer de Landaeta, Presidenta, y demás miembros de la Directiva de esta corporación al designarme para recibir en el seno de nuestra Sociedad a un ser humano de tanto valor personal, de tanta capacidad de trabajo creativo y de tan brillantes antecedentes. Consuelo Ramos de Francisco: En nombre de la Directiva de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, de todos sus miembros, te abro los brazos y el corazón para decirte: ¡Bienvenida a nuestra casa con todos los honores que mereces!

NOTAS

  1. Consalvi SA. “Augusto Mijares, el pensador y su tiempo”. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Colección Centenario, Coedición 9. Caracas: Editorial Torino; 2003.
  2. Bibliometría. Surge a partir de la idea de que toda publicación constituye una importante huella (dato) de la actividad científica de cada época...”
  3. Ramos de Francisco C. “Historia de la Bibliografía Pediátrica: Venezuela: 1890-1908, pág. 276, Caracas, 1999.
  4. Núñez de Cáceres JM. Miembro fundador de la Academia Nacional de la Historia. Colaborador de El Cojo Ilustrado. Ensayista, poeta e historiador.
  5. Ramos de Francisco C. Ponencia presentada para incorporarse como Individuo de Número a la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, pág. 4.
  6. González Guerra M. “Los estudios médicos en la Universidad Central de Venezuela a partir de 1891”, UCV. Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, 1998:43.
  7. Archila R. “Luis Razetti o Biografía de la Superación”. Caracas: Imprenta Nacional; 1952:50.
  8. Archila R. “El periodismo médico en Venezuela en el s. XIX”. Revista de la Policlínica Caracas. 1974;13(77):141-144.