Dr. José María Bengoa: breve esbozo de una parte de su vida ejemplar y de su fructífera obra

Dra. Nora Bustamante Luciani

Cuando el Dr. José María Bengoa llega a Caracas en el año 1938 acompañado de otro insigne vasco, el recordado y nunca bien ponderado Padre Jenaro Aguirre, gobernaba el país el General Eleazar López Contreras, Presidente de la transición peor presagiada y de más equilibrada realización, de quien es la famosa frase “En Venezuela hay crisis de hombres. La crisis se reflejaba en el recién fundado Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (MSAS), cuyo primer titular Dr. Enrique Tejera, sabía a lo que se iba a enfrentar en la organización de ese instituto. A eso precisamente se refería López Contreras. Nadie había pensado en los técnicos que hacían falta, en los hombres que había que preparar para el saneamiento del país. Sin prisa, pero sin pausas, se fueron formando técnicos, fueron apareciendo hombres preparados como el Dr. Gabaldón en la Dirección de Malariología. Así lo expresó Gabaldón en la Universidad Jonás Hopkins: “En Venezuela tuvimos que empezar por algo, que está antes del principio.” Nuestros sanitaristas pioneros fueron un modelo para Latinoamérica.

Una segunda fuente de médicos calificados y con propósito de servir a la salud pública, fue el conjunto de médicos que llegaron a Venezuela a finales de los años treinta, a contribuir de manera extraordinaria al desarrollo sanitario venezolano. Con José María Bengoa lleparon Santiago Ruesta, Inspector General de Sanidad durante la Segunda República, el epidemiólogo Jesús Sahagún y los psiquiatras José Luis Ortega y Mateo Alonso, quienes jugaron papel muy importante en los servicios de Higiene Escolar e Higiene Mental del MSAS. Dejaban atrás su tierra nativa, devastada por la guerra civil española y encontraron en nuestro país paz y posibilidades de desarrollar sus conocimientos y especializaciones.

Al llegar el Dr. Bengoa a Caracas había terminado estudios de medicina en Valladolid. Los inició a los 16 años, cuando tuvo que dejar atrás su Bilbao natal, al concluir el bachillerato. De sus recuerdos de estudiante de medicina llama la atención el hecho de que el primer día de clases consistió en la disección de trozos de cadáver y nunca entendió por qué el comienzo de la carrera se hace en “ salas de disección, frente a la muerte y no ante un ser humano completo, sino de fragmentos de un ser humano, que antes estaba vivo y viene a formar parte de los cadáveres de seres desgraciados que nadie reclamó”. Para él lo lógico sería que un joven, que se inicia en una profesión con vocación de amor, se le inicie en cómo nace la vida y cómo va a nacer un día, con una estructura formada, de acuerdo con los códigos genéticos paterno y materno, tras nueve meses de gestación.

Creo que esa manera de entender la Medicina, ha guiado al Dr. Bengoa en su afán de que la primera necesidad —sobre todo en niños— es una alimentación buena y equilibrada. En 1932 hubo un invierno muy frío y la casa donde vivía entonces el estudiante Bengoa, apenas tenía un modesto brasero. Un día de febrero llegó a casa con escalofríos y tos. A media noche tuvo una hemoptisis grave, controlada rápidamente por un médico del Puesto de Socorro. Al día siguiente, llegó su mamá y también el Profesor de Clínica Médica, Misael Bañuelos, quien le aconsejó regresar a Bilbao. Dice el Dr. Bengoa “En aquel momento vi truncada mi vida y temí tener que dejar mis estudios”.

Al volver al domicilio familiar de la calle Artekale, visitando pueblos de altura en altura, creyó que estaba casi curado, hasta que tuvo una recaída y sus padres lo mandaron a un Sanatorio Antituberculoso en la Sierra de Guadarrama, a pocos kilómetros de Madrid. En 1933 le dieron de alta, pasó unos días en Bilbao y volvió a Valladolid para reincorporarse a la Facultad de Medicina. Perdió un año de estudios; pero el estudiante del montón, de los primeros años, pasó a situarse entre los mejores del curso.

En junio de 1936 concluyó estudios de medicina y el 18 de julio de ese año, la radio dio la noticia del levantamiento de parte del ejército en África y en algunas provincias de la península. Poco antes de caer Bilbao, un amigo le informó de su inclusión en una lista de “inútil total”, para ser evacuado a Francia. Había perdido 15 kilogramos, desde su salida del Sanatorio. Fue el primer exiliado vasco en llegar a Venezuela. Después de infructuosas audiencias con autoridades sanitarias, al tercer mes de su llegada el Padre Víctor Iriarte le dio una tarjeta de presentación para el Director de Asistencia Social, González Puccini, quien lo remitió al Ministro Honorio Sigala. Varios días hizo antesala, sin ningún resultado. Pero el portero del ministerio le dio un consejo “A la salida del despacho, en el mismo patio, acérquese al Ministro, dígale lo que quiere.”

Una tarde siguió el consejo y le dijo al Ministro quién era, de dónde venía y que quería ir a un pueblo del interior. El Ministro Sigala le contestó “Venga mañana a las cuatro de la tarde.” Al día siguiente le ofreció el municipio de Sanare, en el Estado Lara. El taxi que lo llevó de Caracas a Barquisimeto tardó 16 horas. En la carretera hacia Sanare se encontró con un puente semihundido. Estaba a 20 Km del pueblo y el nuevo Médico Rural de Sanare, con su maleta a la espalda, se dispuso a recorrer el trayecto a pie. Descansó un rato en un rancho, reemprendió su camino y al final pudo divisar el pueblo a donde iba destinado. Desde el primer día en que se sentó en el pequeño dispensario, se dio cuenta de que las quejas de sus enfermos no tenían nada que ver con lo aprendido en la Universidad de Valladolid, ni en el Hospital de Basurto, en Bilbao. ¿Cómo tratar aquellas úlceras tórpidas producidas por la Leishmaniasis? ¿Cómo abordar el problema de niños de 2 ó 3 años, con Kwashiorkor (Malnutrición calórica-proteica) con sus edemas, su piel enrojecida como quemadura, un hígado inmenso y una mirada de infinita tristeza?

Un día observó en una esquina un niño como de 3 años, con la mirada triste, la cara y el cuerpo hinchados y la piel en mosaico, como si se tratara de una quemadura. Le pidió a la madre que se lo llevara al dispensario. Otro día al final de la consulta apareció el niño de mirada triste. Tomó la decisión de llevar a Barquisimeto a ese y otro con la misma sintomatología. El Director del Hospital de Niños de esa ciudad era el Dr. Agustín Zubillaga, conocido pediatra. Al ver a los niños informó que tenían desnutrición por déficit de proteínas y acaso de vitaminas. Era el mismo síndrome que un año antes, en 1937, había descrito una doctora inglesa, Williams por primera vez en Costa de Oro, actual Ghana: el síndrome de Kwashiorkor, enfermedad que coincidía con el cuadro clínico que el Dr. Bengoa encontró en algunos niños sanareños. Los dos niños fueron recluidos en el hospital de Barquisimeto, porque necesitaban un tratamiento de 2 a 3 meses.

En los recorridos que hacía frecuentemente el Dr. Bengoa por los caseríos cercanos a Sanare, fue identificando nuevos casos de déficit de proteínas. No los podía enviar a Barquisimeto, porque las lluvias hacían intransitables los caminos. Como el interior del dispensario era bastante grande, se instalaron allí unas colchonetas, para que los niños desnutridos pasaran entre 8 y 10 horas y pudieran recibir la alimentación requerida. Así nació el primero de los Centros de Recuperación Nutricional. Cierto día el Padre Quintana fue a visitar el Centro y le preguntó al Dr. Bengoa, cuándo daba de alta a los menores. Su respuesta fue: “Cuando sonríen, Padre, cuando sonríen”. Años después, en 1956, siendo nuestro eminente amigo funcionario de la Organización Mundial de la Salud, impartió en Marsella un curso a médicos franceses que iban a trabajar a las colonias africanas. Al explicarle la iniciativa de Sanare la recibieron con entusiasmo. A partir de aquel momento los Centros de Recuperación Nutricional se extendieron por todo el mundo y siguen dando buenos resultados, en especial ante situaciones de emergencia. Cuando regresaba de África y contaba a su madre algunas de las actividades que desarrollaba, ella le preguntó “José: ¿tú ya eres médico, como los demás?”

Me he detenido tanto en la obra del Dr. Bengoa en Sanare, en primer lugar porque, en reunión con un conjunto de señoras del “Grupo Visión”, que se realizó en la casa de Lucy Pérez Luciani de Castillo, el 25 de octubre de 1990, él fue nuestro invitado y nos dio una charla sobre “Nutrición y Amor”. Discutimos sobre el tema bajo su inteligente dirección; pero después nos mostramos pesimistas en relación con los pueblos de Venezuela y él nos contestó asombrado: “Cómo van a decir eso, si Sanare, el primer pueblo donde yo trabajé en Venezuela, cuenta ya con una Sinfónica Juvenil?” Y luego, en el libro al que nos hemos referido: “Tras la ruta del Hambre”, él acota:

“Mi experiencia profesional me ha llevado a desarrollar tres niveles de trabajo: el primero fue en una comunidad deprimida como Sanare. Aquella vivencia me permitió ejercer la profesión de médico en condiciones aceptables para la comunidad y altamente positiva para mi vocación profesional. Siempre la he considerado la etapa profesional que más satisfacción me ha producido”. Y pienso yo que tan importante fue para Sanare el paso del Dr. Bengoa por su Medicatura Rural, como para éste, el ejercicio de la medicina en ese municipio larense. Hace poco tiempo vi un documental sobre Sanare, donde presentaron a una señora llamada Gabriela Carrera, quien junto a otras compañeras, fundó la “Unidad de Producción 12 de marzo”. Allí producen pastas enriquecidas con distintos vegetales. La idea no es aumentar la cantidad de productos, sino mejorar su calidad, para lograr una alimentación sana. La semilla que sembró el Dr. Bengoa hace 77 años sigue produciendo frutos, en ese pueblo que le es tan suyo.

También habló en ese documental el Maestro Renato Agagliate a quien el Dr. Félix Pifano le recomendó que, si se iba para Lara, escogiera un sitio alto como Sanare, donde era más difícil que lo picara un mosquito Anopheles. Este maestro fue Director de la Sección Regional de la Biblioteca Nacional. Es cuenta-cuentos. Se preocupa por los indios de Quibor y pide a los habitantes del pueblo que respeten la naturaleza. También se habló de “El Caimán de Sanare” y él contó sus historias.

Se llama José Humberto Castillo, es uno de los personajes más populares de Lara. Juglar y conservador de la tradición oral. Palo Verde y Sanare deben grabar sus leyendas, porque es difícil que aparezca otro caimán. Dos caballeros guardianes de la cultura y la conciencia ecológica del pueblo. Y ya para terminar con Sanare, antes de dejar el pueblo, el Dr. Bengoa distribuyó 500 formularios, la mitad en el casco central y la otra mitad en los caseríos rurales dispersos. Al cabo de pocos meses la encuesta ya estaba casi terminada. Los resultados no fueron sorpresivos. Cuatro problemas sociales dominaban la escena: alimentación deficiente y como consecuencia Desnutrición crónica, con casos esporádicos graves; vivienda pobre, de barro, caña y palma, con pisos de tierra; salarios muy bajos y un nivel educativo muy elemental. Consideró que era necesario movilizar a la comunidad y exigir a los poderes públicos un esfuerzo adicional que permitiera la extensión de la seguridad social y sobre todo que aportara un impulso para el desarrollo comunitario.

Los resultados del trabajo quedaron plasmados en un libro publicado en 1940 en la Revista de Sanidad y Asistencia Social, bajo el título de: Medicina Social en el Medio Rural Venezolano, del cual se han hecho 3 ediciones más (1946, 1980, 1990) Ese libro le abrió muchos senderos en su vida. En 1960, le preguntaron en cuál universidad había aprendido sus conocimientos de medicina social y contestó muy seguro: “En la Universidad de Sanare”. En 1940 recibió un telegrama del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, donde le decían que entregara los bienes de ese Puesto de Socorro al Dr. X, quien lo substituiría en su cargo. Dos días después el pueblo entero de Sanare salió a despedirlo.

Ahora quiero hacer una comparación entre los resultados obtenidos en la encuesta hecha en Sanare por el Dr. Bengoa, la cual no sólo fue aceptada por el MSAS, sino también publicada por dicho Ministerio; y la publicada por la investigadora María Nieves García, del Laboratorio de Fisiopatología del lVlC, quien divulgó algunos resultados de un estudio realizado el año pasado sobre condiciones de vida en los estados Guárico, Portuguesa y Cojedes, según los cuales el 70 % de los niños menores de 2 años, padece de anemia. En lugar de que esos datos fueran una señal de alarma y se prosiguiese la investigación, tanto el MSDS, como Fundacredesa, lanzan sendas aclaratorias para sugerir “un manejo más cuidadoso de los datos, debido a las implicaciones que este tipo de información puede tener en los ámbitos de la realidad venezolana”. Y en otros cuantos párrafos siguen descalificando los resultados dados por la investigadora. Ella contesta con una carta que termina diciendo que: ‘hace votos para que se destinen más recursos y conocimientos a mejorar la situación del venezolano, más que para maquillajes estadísticos que no permiten ver la realidad”.

Lamentablemente, Dr. Bengoa, esa Venezuela que usted conoció, cuando llegó a ella en 1938, la Venezuela de la convivencia, de la verdad, de la paz y la libertad, se nos fue de las manos y retrocedimos a la época de Gómez, cuando no se podía hablar de epidemias, porque ‘si no se hablaba de ellas, no las había». Pero sigamos con la trayectoria vital suya, que es nuestra verdadera intención. Al llegar de Sanare a Caracas es nombrado Jefe de la Sección de Nutrición del MSAS. Allí estuvo hasta 1946, cuando se le da el cargo de Jefe de la División Técnica del Instituto Pro-alimentación Popular de Venezuela. Allí permanece hasta 1949. En este período ocurre un acontecimiento muy importante para el Dr. Bengoa y es su matrimonio con Amaya Rentería, quien había llegado al país el año anterior, después de vivir como refugiada en Inglaterra, a consecuencia de la Guerra Civil Española. En Caracas nacen sus primeros cuatro hijos: Miren Amaya en 1948, José María en 1949, Javier Rafael en 1951 y Miren Argía en 1953. El verano de 1955 lo pasó toda la familia en Elantxobe, pueblo donde nuestro Dr. Bengoa perdió su apellido, pues lo llamaban “el marido de Amaya”. Como detrás de todo gran hombre está una gran mujer, Amaya lo ha sido, no detrás, sino al lado de su esposo, en todas las circunstancias de su vida.

De 1949 a 1950 es Co-fundador del Instituto Nacional de Nutrición, de la Escuela de Nutricionistas y de Archivos Venezolanos de Nutrición (en la actualidad Archivos Latinoamericanos de Nutrición) De 1953 a 1996 fue Miembro del Comité de Expertos de la OMS. De 1955 a 1960 Adjunto al Departamento de Nutrición de la OMS en Ginebra. De 1960 a 1962 fue Asesor de Nutrición de la OPS en Washington. De 1962 a 1974, Jefe del Departamento de Nutrición de la OMS (Ginebra) De 1974 a 1980 Asesor de Política Social del Conicit de Venezuela. De 1976 a 1985, Profesor del Curso de Posgrado de Planificación Alimentaria y Nutricional en la UCV.

De 1980 a 1983 Asesor de la Consejería de Sanidad y Seguridad Social del Gobierno Vasco, Osakjcjetza (Vittoria, País Vasco) De 1983 a 1996 fue Director Ejecutivo de la Fundación Cavendes, en Venezuela. De 1996 al año 2000, Consejero de la Fundación Cavendes. El año 2000 se crea la fundación Bengoa para continuar la labor de la extinta fundación Cavendes. Durante este tiempo ha publicado seis libros, más de 300 trabajos y conferencias y ha recibido veinte distinciones entre condecoraciones y nombramientos de Socio Honorario. Mencionaré sólo tres: Hijo Ilustre de Sanare; Héroe de la Salud de Venezuela, designado por la Organización Panamericana de la Salud y el Gobierno de Venezuela y Diploma de la Academia Nacional de Medicina, por tal motivo. Fue declarado “Vasco Mundial” por el diario Deia de Bilbao, en unión de otros 46 vascos, el 18 de diciembre de 2003.

Dr. José María Bengoa: A medida que se van conociendo las personas se van admirando. Yo pensaba que lo conocía bastante bien y lo admiraba mucho: pero —después de todo lo que he aprendido de usted y sobre usted— no tengo ninguna duda al decirle: Usted es uno de los hombres solidario de los seres humanos desvalidos más admirable que he conocido y la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina se ha enriquecido sensiblemente con su presencia entre nosotros, acompañado naturalmente de Amaya.

Caracas: 3 de julio de 2006