Juicio crítico al trabajo salud pública: José Ignacio Baldó

Presentado por el Dr. Berardo López Moreno para su incorporación como Individuo de Número, Sillón XIII de la Sociedad de Historia de la Medicina

Dr. Abraham Krivoy

Es un verdadero honor haber sido escogido por mi compañero Berardo Jesús López Moreno, para realizar las consideraciones pertinentes a su trabajo: “Salud Pública: José Ignacio Baldo” para su incorporación como Individuo de Número a la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, donde ocupará el Sillón Nº XIII, de un digno antecesor de particular mística por la Historia de la Medicina, como lo fue el Dr. Cruz Manuel Rodríguez.

Emergiendo de la provincia (Ciudad Bolívar), cursa sus primeros años de secundaria en el Liceo Peñalver y culmina su bachillerato en el Liceo Andrés Bello, donde nuestras vidas coincidieron para culminar el quinto año de bachillerato en 1950. Finaliza su carrera médica en la Universidad de Buenos Aires, Argentina y revalida su título en la Universidad Central de Venezuela, en 1964. Su trayectoria por la Venezuela adentro lo debieron haber moldeado para continuar un rumbo, donde la macrosociología médica se constituyó en norte y preocupación. Lo demuestra su paso rural por Caicara del Orinoco (Bolívar), Soledad (Anzoátegui), la dirección del Centro de Salud Luis Razetti, de Tucupita y del Hospital Santos Dominici, de Carúpano.

Fue cardiólogo del Hospital José Ignacio Baldó de El Algodonal, de los Centros Ambulatorios Julio Iribarren Borges y Francisco Salazar Meneses. Director del Servicio Médico de Empleados del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, Asesor de Enfermedades Crónicas del MSAS, investigador responsable del área epidemiológica de la Unidad Hipertensión Arterial, del Hospital Universitario de Caracas; Médico de Salud Pública III, Titular del Centro Cardiovascular del MSAS, Docente de Enfermería desde 1971, en el Centro Universitario Cecilio Acosta, hasta el presente. Jubilado del Ministerio de Sanidad en diciembre de 1998. Fue objeto de múltiples reconocimientos.

Cuando abordamos el trabajo de nuestro recipiendario descubrimos su energía y protesta, como un verdadero emisario de lo que fue nuestro inicio histórico sanitario. El actual le genera una inmensa angustia, que no se cansa de manifestar. Describe sumariamente “los finales del siglo XIX y comienzos del XX, lo que era un país despoblado, incomunicado, enfermo, ensangrentado por continuas guerras, analfabeta, con una higiene deficitaria, premiado con el petróleo.

Y por valores humanos como: Luis Razetti, Francisco Antonio Rísquez y Alfredo Machado, seguidos 25 años más tarde por Arnoldo Gabaldón, José Ignacio Baldó y Pastor Oropeza. Estos últimos iniciaron una contribución que produjo grandes beneficios para la sociedad y para el país. Lamentablemente no lo supimos mantener y mucho menos superar”.

Estas últimas frases de su descripción, permiten inferir la etiología en la selección del tema, ya que —en su inconformidad— siente los actuales acontecimientos, como una bofetada a nuestros ilustres antecesores. Realiza en su trabajo señalamientos puntuales, históricos y demográficos que lo llevan a recordar que de doce puntos señalados por expertos de Naciones Unidas, cuatro son impostergables, de los cuales dependen los niveles de vida de una comunidad y nuestro país se encuentra en los de más bajo nivel latinoamericano: salud y características demográficas; alimentación y nutrición; educación y condiciones de trabajo.

Señala una afirmación lapidaria de Chadwicik, quien —hace 200 años— expresó: “las gentes se enferman, porque son pobres. Y se empobrecen más, porque están enfermos. Y se enferman más, porque la pobreza se hace más evidente” Igualmente subraya que: “Salud Pública es toda condición que permite identificar magnitud, vulnerabilidad y trascendencia, en relación al individuo y su comunidad”

Continúa el desarrollo de su trabajo, señalando que -en las fuentes de FUNDACREDESA, el Dr. Hernán Méndez Castellano (1905-1987) y sus colaboradores describieron que en el lapso de once años las causas de defunción fueron: paludismo, disentería, tuberculosis pulmonar, tétanos, tifoidea, neumonías, gastroenteritis, enfermedades de la primera infancia y sarampión. “Estas enfermedades son expresión de carencia de saneamiento ambiental, dotación de agua potable, falta de disposición de excretas, de vacunación, carencia de programas de prevención y desde luego, falta de patrones culturales para promover estilos de vida saludables”. Describe múltiples detalles sanitarios que hacen que su inquieto aparato psíquico se proyecte sobre la búsqueda de una “figura paterna”, que represente su anhelo ideal de un superpadre nutritivo y apague la inquietud de la catástrofe que vivía.

José Ignacio Baldó plena con creces las pulsiones inquietantes de su estructura psicológica y con este digno representante de nuestro sistema sanitario lo aprehende, cual máscara del teatro romano, para expresar sus sentimientos. De donde se origina per sonare, sonar a través de la máscara; origen de la palabra personalidad y así se origina ese puente de oro por el que el Dr. López hace vibrar su protesta actual.

Berardo López grita —a través de la figura de Baldó— su terrible inconformidad con lo que está sucediendo hoy, en nuestro sistema de salud. Proclama la justicia social, que Baldó, magistralmente supo aplicar, cuando involucró a los médicos y al resto del personal, para estructurar una eficaz plataforma de ayuda a nivel nacional, asequible desde los más remotos lugares de nuestra geografía. Admiró a Baldó, más por la pedagogía de sus acciones, que por sus clases magistrales, las cuales supo integrar. La simplicidad del sistema y su enorme eficiencia, deslumbraban a cualquiera.

El Dr. Berardo López continúa con una detallada y prolija descripción de la dilatada labor del maestro Baldó y menciona a gigantes colegas que fueron sus contemporáneos en diferentes áreas de la salud pública y los múltiples colaboradores que hicieron posible, una época exitosa del Ministerio de Sanidad. Toda frustración genera agresividad y es por ello que hoy tenemos este valioso rebelde, emisario del desastre al que estamos asistiendo. Su espíritu, justificadamente equitativo, nos pone en alerta ante el derrumbamiento de una de las prioridades de cualquier nación, como es la salud. Asegura que una buena política contribuye a mejorar nuestras condiciones y que la politiquería es antagónica a la medicina.

Por lo anterior y muchas cosas buenas más, Dr. Berardo Jesús López Moreno, crónico y entusiasta rebelde ante las injusticias; quiero expresarle -en nombre de la Directiva de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina y en el mío propio; que nos sentimos enormemente complacidos por este bello logro, en su dilatada labor científico-humanística y lo estimulamos a continuar sus emotivas protestas por la verdad. Que nos siga acompañando en nuestras reuniones y continúe señalando el mejor camino para ayudar a nuestros semejantes, con las interesantes contribuciones de su experiencia. Le entregamos el Sillón Nº XIII, que estamos seguros usted sabrá honrar, a la vez que hará honor al Dr. Cruz Manuel Rodríguez Bolívar, su antecesor. Bienvenido a esta institución.