José Gregorio Hernández: su primer viaje de Isnotú al Colegio Villegas en Caracas

Claudia Blandenier de Suárez

Médico Anátomo Patólogo. Profesora Jubilada UCV. Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina. Correo bds.ca18@gmail.com

Recibido Jul 25, 2015, Mar 2016

RESUMEN

Análisis del viaje de estudios a Caracas, que realizó el joven José Gregorio Hernández Cisneros a los 13 años, en 1878. Se describen las realidades históricas de esa época y el contexto geográfico y socio-económico del itinerario que tuvo que transitar, sumamente difícil y peligroso. A pesar de esas vicisitudes, José Gregorio mostró fortaleza y una voluntad de superación excepcional para su edad. El propósito de esta revisión es contribuir más al conocimiento del Venerable, quien fue cristiano ejemplar, desde su adolescencia.

Palabras Clave: José Gregorio Hernández. Viajes. Carácter.

ABSTRACT

Analysis of study trip from Trujillo to Caracas, conducted by the young José Gregorio Hernández Cisneros, at thirteen years age, in 1878. The socio-economic historical realities of the time and the geographical context and the route that he had to move, are describes, extremely difficult and dangerous. Despite these vicissitudes, José Gregorio showed endurance, fortress and a provision of exceptional overcoming age. The purpose of this review is to contribute to the knowledge of the Venerable, who was exemplary Christian, since his teens.

Key words: José Gregorio Hernández. Travels. Character.


Dedicatoria a la familia Aguilar Hernández, de Valera

INTRODUCCIÓN

En el contexto de la celebración de los 150 años del nacimiento del Venerable José Gregorio Hernández en Isnotú, Edo. Trujillo, el año pasado, consideré que sería interesante y oportuno analizar un aspecto de su infancia, el cual revela su personalidad integra, emocionalmente inteligente y controlada. En realidad se ha escrito mucho sobre varios aspectos de su vida: familiares, amistad, religiosidad, actividad profesional como docente, médico y científico, fundador de varias disciplinas médicas entre otros. De su viaje realizado a los trece años, se ha escrito poco.

José Gregorio nació en el pueblo trujillano de Isnotú - capital de la Parroquia Libertad del Departamento de Betijoque del Estado Trujillo para esa época- el 26 de octubre de 1864, año de la sanción de la Constitución Nacional (28/03/64) promulgada al año de haberse encargado de la presidencia provisional, el General Juan Crisóstomo Falcón. Comenzaba este período de historia republicana con los federales (1863-1868).Dicen los historiadores, que el Mariscal-Presidente enfrentó nuevos focos insurreccionales, incluso defecciones, a pesar del Convenio de Paz de Puerto Cabello realizado el 24 de octubre del mismo año.

A los trece años, en 1878, José Gregorio Hernández realizó un viaje largo, peligroso y terriblemente fatigante, desde su natal Isnotú, hasta la gran Caracas, de Guzmán Blanco, “pequeño París venezolano”. Prácticamente fue arrancado de su terruño, tranquilo, de costumbres rurales en una Venezuela pobre, eminentemente agrícola y convulsionada desde el punto de vista político y económico. Trujillo, al igual que muchos pueblos andinos, no estaba en el núcleo de los alzamientos guerrilleros como sucedía en Carabobo, Aragua, Maracaibo, Guárico, Guayana, Caracas y La Guaira entre otros. Llegarían las noticias de las guerrillas intestinas entre los liberales y conservadores o “godos” a los oídos de los habitantes de Isnotú. Sin embargo, el pueblo aunque apacible, también en 1871, fue testigo de contiendas militares entre Venancio Pulgar al servicio de Guzmán Blanco y el caudillo Juan Bautista Araujo, del partido de los azules, quién mantenía un foco de rebelión en Trujillo y más tarde, testigo de una horrible matanza entre los hombres del gobernador Carillo Guerra y los del gobierno en 1889.

Como todos los niños del campo de aquella época, se jugaba el trompo de cuatro caras (meta, todo, deje y saque), hecho de madera en el mismo pueblo por un vecino; con cometas fabricados en casa; los carritos de lata de sardinas arrastrados con una cabuya, metras traídas de la ciudad comercial más cercana en este caso, del mercado de Maracaibo ( nada de Fischer.-Price, de carros de control remoto entre otros juguetes de la Venezuela rica, próspera y petrolera).Los niños que vivían cerca de ríos, manantiales, pozos, lagunas o mar, jugaban frecuentemente en el agua , aprendían rápidamente a nadar y a esquivar las “babas” de las lagunas. Tenían mascotas y contacto constante con la naturaleza. Muchos niños en esos pueblos tenían que buscar el agua para el uso doméstico en las lagunas, manantiales y ríos

En Isnotú, el agua se obtenía de manantiales distantes donde había sitios fijos para las lavanderas y los baños. Los niños aún en los más acondicionados, ayudaban a las labores del hogar: recoger los huevos del gallinero, limpiar los patios, barrer el piso y arreglar la troja. Además, cuidaban y ayudaban en los cultivos, recogían las “bostas del ganado” para elaborar abono y fungir de becerreros en los hatos de ganado. Muchos de ellos, tenían que vender empanadas y dulces para aumentar la fuente de ingresos hogareños. El alumbrado llegó tardíamente y era precario. La vida para todos era difícil. Estamos seguros que José Gregorio no se escapó de las incomodidades del medio en aquel entonces. Como la mayoría de los niños, desde pequeños, montaban burros jóvenes, mansitos, los cuales a menudo eran el único medio de transporte para ir a las escuelitas. Cuando eran adolescentes, un regalo de excepción, lo constituía una silla de montar caballo, la que cuidaban como un tesoro, en un sitio especial de la quesera. También disfrutaban de dulces caseros como las sabrosas acemas, cucas y bollitos de anís; besos, biscochos, cocadas de papelón, turrón, buñuelos, manjarete y varias frutas en almíbar. Como no había luz eléctrica, estaban limitados en la conservación de alimentos y elaboración de otros, como helados. Se usaban lámparas de kerosene para el exterior de las casas y en el interior, lámparas de carburo o lámparas a base de sebo de ganado y mechas de cabuya.

El niño José Gregorio se había encontrado con el dolor desde temprana edad, al fallecer su madre, Josefa Antonia Cisneros Mansilla. Muchos hombres y mujeres inolvidables por ser santos o libertadores de naciones, pasaron por esta dura prueba: Santa Teresita del Niño Jesús en Francia, Nuestro Libertador Simón Bolívar e inclusive, su paisano y discípulo, el sabio Rangel, aquí en nuestra Patria, por no nombrar a muchos más. El dolor de la muerte del ser querido, misterio insondable, que purifica, madura, como la acción del fuego en el hierro, enseña al hombre a ser humilde y le revela su debilidad y soledad. Su nostalgia de madre se refleja en sus visitas frecuentes al cementerio, todas las tardes, según su pariente, Hernández Briceño. De ella José Gregorio decía: “Mi madre que me amaba desde la cuna, me enseñó la virtud, me crió en la ciencia de Dios y me puso por guía la santa caridad” (1)

Gracias a su padre, Benigno María Hernández Manzaneda, hombre de bien y de gran responsabilidad, su educación al morir su madre, fue esmerada desde todo punto de vista. El, también, había tenido una vida difícil. Nacido en San Alejo de Boconó (13/02/1830), año en que el Congreso reunido en Valencia organiza constitucionalmente la Tercera República. Benigno quedó huérfano de madre y prontamente se mudó (no conocemos las causas) a la Villa de Ntra. Sra. de Pedraza, en los llanos de Barinas. Allí conoció a su prometida Josefa Antonia, oriunda de ese lugar. Eran tiempos difíciles en nuestro país, asolado por la guerra de los cinco años (1859-1863). A causa de las persecuciones políticas y bajo amenazas de muerte del guerrillero liberal Martín Espinosa contra la burguesía, huyó a los 29 años hasta llegar a Isnotú, estado Trujillo, pasando previamente por Boconó , su pueblo natal donde le ayudó su amigo y protector, el general Inocencio Carvallo de buena posición social, expresidente en varias ocasiones del Edo. Trujillo (2) Se casó en Betijoque, pueblo vecino, el 22 de octubre de 1863 en la iglesia de San Juan Bautista.

La mayoría de los historiadores narran la situación social terrible que existía en esos pueblos del interior del país, dada por las múltiples revueltas civiles que hubo después de la independencia. Surgían los generales, coroneles o capitanes autodesignados que llegaban a los pueblos, especialmente a los de paso, destrozando caminos reales, obligando a los habitantes de esos desgraciados lugares a alimentarlos sin evitar los pillajes, violaciones a mujeres y otras fechorías de la soldadesca incontrolable.

El medio físico de los pueblos en Venezuela no era mejor que la situación política mencionada. Se vivía de la siembra conuquera, producción de madera y del ganado sin ayuda de la tecnología. Cuando José Gregorio nació, Isnotú era un pueblo de pocas casas alineadas en la calle principal. En esa época, la construcción de las viviendas era rudimentaria y de acuerdo a los materiales que se disponían. Las paredes de las viviendas eran construidas con bahareque. (Antiguo lenguaje arahuaco, un tipo de construcción hecha con cañas (jua-jua) y mezclas de paja y barro, comunes en todos los pueblos de Venezuela desde la era pre-colombina). El techo tenía un entramado principal en madera más gruesa a manera de vigas y unos secundarios cubiertos con paja .También la capilla bajo el patronato de la Virgen del Rosario estaba construida de la misma forma (1847). El padre de José Gregorio, Don Benigno, estableció un negocio en su casa de habitación, en la parte delantera como se acostumbraba en casi todos los pueblos de Venezuela. En ese comercio, se vendía de todo, desde los alimentos hasta productos de limpieza, telas, perfumes y muchos más artículos de primera necesidad. Se mantenía relaciones comerciales con Maracaibo y otros países como Curazao, Colombia, Panamá, a través de los puertos de La Ceiba y Moporo.

Hasta los nueve años, José Gregorio recibió enseñanzas básicas en su casa: leer, escribir, historia Sagrada, aritmética y rudimentos de otras materias. Primero, su maestra fue su propia madre y luego, sus tías paternas, María Luisa quién vivía con ellos todo el tiempo y la tía monja (sor Ana Josefa del Sagrado Corazón de Jesús), quien, después del decreto de Guzmán Blanco sobre la disolución de los conventos (el 5 de mayo de 1874), tuvo que huir y refugiarse en la casa de su hermano. En su tierna infancia, influyeron en su formación la conducta de su madre, buena, piadosa, caritativa, reconocida en el pueblo como tal y sus tías paternas, ambas muy observantes de la fe católica quienes le inculcaron sus deberes religiosos. El papel de estas dos tías y sobretodo el de su padre cuando faltó la madre, fueron invalorables en su educación. El ejemplo constante de rectitud de su padre, fue importantísimo, José Gregorio se refería a él:

“Mi padre supo siempre aconsejarme, A veces me trató con sequedad, pero no lo hacía para mortificarme sino para inclinarme a la práctica del bien y estudio constante. De él, aprendí lo que el sacrificio de la profesión de médico. A pesar de tener unos estudios de farmacéutico elemental, atendía a los pacientes de Isnotú y sus alrededores con máxima solicitud. Nunca se negó a cargar con el fardo de sus medicamentos para escalar las montañas y atender a los pobres campesinos. Son pocos los hombre que he conocido como él” (3)

Cuando José Gregorio ingresó a la escuela tenía tres virtudes humanas importantes: disciplina, prudencia y sentido de responsabilidad. En el pueblo había una sola escuela y era privada, a pesar de haber sido decretadas por Simón Bolívar en 1821, la Ley sobre el establecimiento de Escuelas de Primeras letras de niños y niñas, con carácter de obligatoriedad. Para 1843, se promulgó el Primer Código de Instrucción pública y se estructuraron las instituciones educativas en escuelas primarias, colegios Nacionales de enseñanza secundaria, Universidades y Escuelas especiales. En 1870, Guzmán Blanco decretó la Instrucción pública gratuita (4). El maestro Pedro Celestino Sánchez dueño de la única escuela de Isnotú, de singular vocación pedagógica, impartía conocimientos de primaria a los niños de la localidad. Era un hombre de grandes conocimientos de geografía e historia, por su profesión originaria, de marinero. Nos imaginamos como era la escuela de Don Pedro. Según el abogado Verde, las escuelas de los pueblos y aún en Caracas, no eran como las actuales. Generalmente, estaban ubicadas en una pieza de casa de familia. No había pupitres y los niños debían traer su sillita o un banquito. A veces, las escuelitas más privilegiadas tenían sus propias sillas y había una sola mesa y un pizarrón (5).

Traemos a colación que algunos biógrafos narran que José Gregorio comenzó a estudiar bachillerato en Trujillo en el Colegio Federal de varones, primer colegio público de secundaria en el Edo. Trujillo. Este colegio tuvo como planta física el antiguo convento de San Francisco de Asís y San Antonio Tivera, de la recolección de los padres capuchinos, confiscado por Decreto del Libertador en 1821, cuando se ordenó la extinción de los conventos en Venezuela. Este decreto no se materializó sino en 1822, por decisión del gobernador Labastidas. Con este nombre permaneció hasta 1905. Actualmente se llama Cristóbal Mendoza. La revisión de la lista de estudiantes de este liceo para esa época no revela el nombre de José Gregorio. Posiblemente, su estadía fue muy efímera o inexistente (6)

El Dr. Rafael Cordero Moreno oftalmólogo reconocido, Anátomo patólogo y Académico, también nacido en el interior de nuestro país, en San Carlos, explica en gran parte las razones de la conducta infantil de los niños en esos tiempos: “el buen comportamiento de los niños en su entorno social era inculcado por acción continua en el hogar. Había un código hogareño donde estaba claramente estipulado lo bueno y lo malo, (nada de relativismo), lo que se podía y lo que no se podía hacer y las obligaciones para cada edad del niño. La obediencia a este código la imponían los padres, los hermanos mayores y hasta personas del servicio doméstico que gozaban de confianza para ello” (7) En el caso de José Gregorio, es poco probable que la escuela influenciara más en su conducta que la familia. José Gregorio comenzó sus estudios de primaria a los 9 años cuando ya tenía pensamiento formal y lógico según los criterios de Piaget (8)

Cuando el niño José Gregorio salió de Isnotú, dejaba atrás a su querido padre, una tía muy amada, y cinco hermanos casi contemporáneos, con quienes compartía entretenimientos diarios y estrechos lazos afectivos: María Isolina (12 años), María Sofía (11 años), César Benigno (10 años), José Benigno (8 años) y Josefa Antonia (6 años) También quedaban en la casa dos pequeñines habidos en el segundo matrimonio del viudo; María Hercilia de un año y Pedro Luís, recién nacido. Después vendrían los otros cuatro hijos entre 1880 y 1887. Es evidente que existía una hermosa dinámica familiar como se observa en las proles numerosas, donde habitualmente, se aprende a ser generoso y desprendido. José Gregorio por ser el mayor de sus hermanos, asumió su papel de protector, el cual duraría durante toda su vida.

El objetivo de esta publicación es demostrar- mediante el análisis minucioso de su viaje de estudios, en el contexto geográfico y cultural de la época - que José Gregorio Hernández desde su juventud poseía una inteligencia emocional excepcional. Igualmente, para “engrandecer el gentilicio y fomentar un ejemplo asequible para vivir en medio del mundo la vida de discípulo de Cristo” como dijo el Obispo Auxiliar de Caracas, Monseñor Fernando Castro Aguayo, Vice postulador de la Causa del Dr. José Gregorio Hernández (9)

Viaje de estudios de José Gregorio Hernández a Caracas:

Después de casi cinco años de estudios, el maestro Sánchez, comprobó que el niño José Gregorio era especial, dotado de una inteligencia privilegiada, por esta razón, tuvo el acierto de sugerir al padre, que enviara al joven a estudiar bachillerato a un colegio famoso por sus sistemas modernos de enseñanza: el colegio Villegas de Caracas. Posiblemente, el padre de José Gregorio tenía relaciones con los Villegas, ya que uno de los sobrinos, Villegas Ruiz, era originario de Betijoque. El viaje fue aceptado por su padre y deseado por este adolescente reflexivo con disposición de progresar intelectualmente. Sin embargo, había que tomar precauciones, diríamos extremas.

Recordemos que el clima político en nuestro país para esa época, era muy inestable. Los gobiernos duraban poco y las guerras civiles “revoluciones” y otras revueltas dirigidas por caudillos locales, azotaban caminos y campos. El país carecía de vías de comunicación y de la infraestructura más elemental. Se sumaba la falta de medidas de salubridad en un país asolado por las endemias especialmente por el paludismo entre otras epidemias graves como la fiebre amarilla, el cólera y hasta la peste bubónica sin mencionar la Enfermedad de Chagas aún no descrita para esa época. A pesar de la situación del país, en las últimas décadas del siglo XIX, la tendencia de los gobiernos estuvo orientada hacia la modernización y hacia la diferenciación muy marcada con los grupos que tradicionalmente habían sustentado el poder en Venezuela (10)

El año de 1878, en el cual se planifica este viaje de estudios a Caracas (distante unos 500 Km de Isnotú) pasaron muchas cosas en nuestro país. Gobernaba, el Gran Demócrata, General Linares Alcántara, Presidente Constitucional de los Estados Unidos de Venezuela, de dilatada trayectoria como caudillo regional. Su actitud al favorecer el regreso del Arzobispo de Caracas, Silvestre Guevara y Lira- quien había sido expulsado por Guzmán Blanco- distanció aún más a Linares de este último, residenciado en Francia. Linares Alcántara moriría en circunstancias sospechosas en La Guaira, en diciembre de ese año. Comenzaría la revolución “Reivindicadora” que regresó a Guzmán al poder. En Caracas, comenzó la modernización con la construcción del ferrocarril de Caracas a Petare (11) En ese mismo año, el 3 de septiembre, se otorgó a la señora Dolores de Pulido, los derechos exclusivos para la explotación del petróleo por 50 años, en 100 hectáreas en Cerro Negro y la Alquitrana, cerca de Rubio, Estado Táchira y el 12 de octubre, se fundó, la Compañía Nacional Minera Petrolia del Táchira. Nacería la era del petróleo hasta nuestros días y también nuestro primer pintor moderno, Federico Brandt.

Volviendo al viaje de José Gregorio, su padre dispuso que el joven iría acompañado, con dos de sus amigos, los generales Jesús Romero y Francisco Vásquez, diputados al Congreso Nacional, quienes tenían que viajar a Caracas. (Francisco Vásquez (1833-1908), compañero de Falcón, Zamora y Guzmán Blanco en la Guerra Federal, varias veces Presidente del Estado Trujillo, Senador al Congreso Nacional, Miembro del Consejo Federal (1887), Consejero de Gobierno del Estado, Secretario del Gran Estado Los Andes y Encargado de la Presidencia) Además, según el escritor y diplomático Pedro César Dominici -hermano menor del Dr. Santos Aníbal Domínici–el joven iba recomendado por la ilustre familia de Don José Ramón Azpúrua escritor, co–autor con José Félix Blanco de la colección de documentos para la historia de la vida pública del Libertador, obra de 14 volúmenes (Caracas, 1875 a 1878) y del libro Biografías de hombres notables de Hispanoamérica (Caracas, 1877, Imprenta Nacional) (12)

Vélez-Boza relata:”No sabemos cómo hizo el viaje. La capital quedaba en esa época muy distante de Isnotú, el viaje por tierra era difícil” y el autor supone que: “probablemente hicieron el viaje por vía marítima“(13) como en efecto fue. Viajar por tierra no solo era difícil, sino imposible. Yáber explica con más detalles: “el viaje era largo y muy fuerte, para el joven que no había salido de su pueblo… para llegar a la meta propuesta; viajan púes a Maracaibo, de allí pasan a Curazao y llegan a la Guaira, Todavía faltaba el último tramo, que era atravesar el Ávila por el “camino de los españoles“ (14) En aquella época, los que iban a Caracas, no tenían más opción que la vía lacustre y marítima. Embarcaban en La Ceiba, puerto trujillano sobre el Lago de Maracaibo, llegaban luego a esa ciudad y desde su puerto, seguían vía marítima hasta Curazao, siguiendo a Puerto Cabello y finalmente a La Guaira; de donde ascendían por el camino viejo de los españoles o el camino carretero, para llegar a Caracas. Este era el itinerario que debían hacer José Gregorio y sus acompañantes. Por otra parte, como pasaban por Curazao, tenían que presentar pasaporte.

No existía en Venezuela una red de comunicaciones entre las ciudades o pueblos a grandes distancias. Aún no se había construido la carretera Trasandina. La mayoría de los caminos, unían las altas tierras montañosas andinas, con la depresión del Lago de Maracaibo, entre los centros productores y puertos lacustres o fluviales. El transporte en todo el Estado Trujillo se hacía exclusivamente a lomo de bestias (caballos, mulas y asnos). Las llamadas recuas eran un conjunto de 8 o más bestias de carga, dependiendo el tipo de mercancías o personas que llevaban encima. Los caminos de recuas solo aceptaban grupos de personas que seguían unas detrás de otra por lo estrecho de la vía. Eran denominados “caminos reales” (camino del Rey, concepto de la colonia española) de tierra, piedras con monte pisado. El uso de carretas que hubiese sido más cómodo, no se implementó porque éstas no estaban adecuadas a los cruces de quebradas, en los empalmes de puentes de madera, inestables y precarios así como calzadas de suelo firme. El niño José Gregorio con sus acompañantes tuvo que soportar estas circunstancias desfavorables.

A) De Betijoque al Puerto de La Ceiba, Edo Trujillo.

El tránsito de Isnotú a Betijoque era corto (Fig 1) El problema se presentaba para llegar luego al Puerto de La Ceiba a orillas del Lago de Maracaibo, una de las parroquias del Departamento de Betijoque-para esa época-. En efecto, el trayecto de Betijoque al Puerto de La Ceiba era largo y difícil, en caminos de recuas agrestes y en bajada. En febrero de ese año, nuestros viajeros, salieron de este pueblo, para bajar a los llanos del Cenizo y luego dirigirse al puerto de La Ceiba. En general, se trataba de una travesía no solo sumamente incómoda sino, peligrosa.

Fig 1. Primeros pasos del viaje de José Gregorio de Isnotú a Betijoque, en caminos de recua. Retrato del
joven Hernández en 1879 (Tomado de Hdez Briceño, 1958)
Fig 1. Primeros pasos del viaje de José Gregorio de Isnotú a Betijoque, en caminos de recua. Retrato del joven Hernández en 1879 (Tomado de Hdez Briceño, 1958)

En aquella época, los pueblos andinos estaban aislados, debido a los ásperos trechos montañosos, grandes distancias y caminos muy malos, como dijimos. En el siglo XIX, se incrementó en la zona andina, el cultivo y la comercialización del café y de otros rubros agrícolas como algodón, caña de azúcar, trigo, cacao, tabaco entre otros. Isnotú, fue un camino de paso en el tránsito viajero que realizaban actividades comerciales entre las poblaciones de Los Andes y las de la costa del lago de Maracaibo. Poco a poco, la población se había desplazado y desarrollado hacia las orillas de ese lago, para constituir puertos y exportar los productos elaborados por ellos. Igualmente, en sentido contrario, llegaban las mercancías importadas de otras localidades y eran repartidas a los pueblos andinos. Según Parra y col, estos caminos estaban sujetos a los cambios climáticos adversos como vientos fríos, lluvias, granizo, los cuales embarrialaban los pisos y los hacían prácticamente intransitables. Por otra parte, seguían pasivamente los relieves propios de zonas montañosas, obligando a los transeúntes a bajar y subir constantemente, lo que representaba este recorrido, un despliegue de un esfuerzo enorme, una penuria y grandes peligros (15)

Una década antes, Karl Ferdinand Appun, explorador alemán, hacía referencia a sus peripecias para llegar a Trujillo:” Nunca en mi vida había visto tal camino. Era tan fangoso que a menudo las mulas tenían que vadear por largos trechos el pantano con fango hasta las rodillas y durante dos días no se encontró ningún lugar seco en todo el camino” (16) Más dramática es la exposición que hace Leontine de Roncajolo, esposa de los dueños del ferrocarril entre La Ceiba y Sabana de Mendoza, decretado el 31 de mayo de 1878, medio de transporte que José Gregorio pudo utilizar posteriormente, ya graduado de médico, cuando regresó a su terruño natal. Leontine describía lo siguiente: “Para salir de las selvas que hoy día atraviesa la vía férrea, se requerían por los menos dos días y a veces más. En la estación de las lluvias, no se avanzaba sino lentamente. Las bestias y la gente, cubiertas de fango, encontraban miles de obstáculos, entre otros, las fiebres paludosas, muy comunes entonces y que a menudo se transformaban en fiebres perniciosas. El transporte era costoso y difícil; algunas veces los arrieros se veían obligados a abandonar sus cargamentos y sus mulas morían devoradas por animales salvajes” (17) Aparentemente, el joven José Gregorio no pasó por estos terribles accidentes y enfermedades, pero lo cierto es que estuvieron dos o más días en esta travesía, en medio de hoyos y pantanos bajo la lluvia o soportando un sol inclemente. En el trayecto bajaron a las tierras anchas, húmedas y verdes de El Cenizo, sembradas de caña de azúcar y en ese trayecto tan largo, pasaron por Agua Clara.

Fig 2. Trayecto marítimo de La Ceiba a Maracaibo, Curazao y La Guaira.
(en líneas discontinuas se muestra la ruta de Trujillo a Caracas, inexistente en 1878)
Fig 2. Trayecto marítimo de La Ceiba a Maracaibo, Curazao y La Guaira. (en líneas discontinuas se muestra la ruta de Trujillo a Caracas, inexistente en 1878)

B) Del Puerto de La Ceiba o de La Mochila (ensenada donde desemboca el río Buena Vista,adyacente al Puerto La Dificultad) al Puerto de Maracaibo

En aquella época operaban tres puertos sobre el lago de Maracaibo: La Ceiba, La Dificultad -para exportación de café de Monte Carmelo- y Moporo, donde entraban los viajeros antes de operar La Ceiba. El Municipio La Ceiba está localizado en la zona baja occidental del Estado Trujillo. Limita al norte, con el Municipio Baralt, al sur, con el Municipio Monte Carmelo, al este con los Municipios Sucre y Bolívar y al oeste, con el Lago de Maracaibo.

Algunos historiadores refieren que inició su tránsito en 1620, cuando bajo el nombre de Pueblo Nuevo comenzaron las misiones de los Padres Jesuitas. Dos siglos después, se consolida la población por la gesta del marabino Juan Ramón Amarza. Era el único puerto del Estado Trujillo y por ende era la vía de comunicación entre este estado y el resto del país y el exterior (Fig 2) Antes de la existencia de la carretera Trasandina, fue la vía de comercialización.

Nos relata Mario Briceño Iragorry el aspecto de esta región, algunos años después: “De las ágiles piraguas de velas le llegaban, la agricultura y las carnes para el nutrimento: Los plátanos, la yuca, las patillas y melones, el maíz, las aves y cerdos, el ganado, los peces. Las piraguaspequeñas

embarcaciones de vela- vivieron una época de oro hasta el siglo XX cuando podían verse cientos de ellas navegando en las aguas del lago. Las embarcaciones costeaban hacia el poniente y en las cercanas playas, las enhiestas palmas alzaban la ondulante cabeza. Muchas piraguas aprovechaban el viento mañanero. De la Rita, de Cabimas, de la Punta de Leiva, de Moporo, de Gibraltar, de Lagunillas; iban a echar el ancla en el surgidero de Maracaibo“(18)

Las descripciones de Briceño Iragorry, nos ayudan a imaginarnos este viaje por el lago, aunque a nuestros viajeros, les tocó montarse en piragua y no en los más cómodos barcos de vapor, como lo hizo el protagonista de la novela, Alfonso Ribera. Las embarcaciones salían de La Ceiba y bordeaban la costa oriental del lago de Maracaibo, encontrándose con las puntas costeras de Barúa, Misoa, Puerto viejo, Gorda e Hicotea, hasta llegar al canal de navegación para atravesarlo en el sitio más estrecho (Fig 3) José Gregorio y los generales, según los relatos, se embarcaron en una piragua para atravesar el lago. Camacaro y col refieren que: “El tráfico entre La Ceiba y Maracaibo” se hacía en pequeñas embarcaciones que empleaban unas 24 horas para llegar de un puerto al otro y tenían por tripulación a naturales del país, de color, prácticos del mar” (19)

Fig 3. De La Ceiba a Maracaibo. Las piraguas bordeaban la costa oriental hasta Palmarejo y
atravesaban la zona más estrecha para atracar en Maracaibo.
Fig 3. De La Ceiba a Maracaibo. Las piraguas bordeaban la costa oriental hasta Palmarejo y atravesaban la zona más estrecha para atracar en Maracaibo.

C) El Puerto de Maracaibo:

Desde la Colonia en 1569, ya existía un puerto a la entrada del Lago de Maracaibo, construido por orden del gobernador de Venezuela, Pedro Ponce de León. Este puerto servía de enlace entre el lago y el Reino de Nueva Granada, como centro de operaciones mercantiles por vía fluvial. El gobernador de Trujillo, Alonso Pacheco, y sus hombres, construyeron un bergantín para surcar el río Motatán. Posteriormente, la población fue diezmada y en 1574 fue repoblada por Pedro Maldonado considerándose una segunda fundación. Esta vez, con el nombre de Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo. Esta ciudad con terrenos de origen aluvial, dentro de la depresión del lago de Maracaibo, en la orilla nor-oeste, en la región nor-occidental de Venezuela, comenzó a crecer. Berbersi y Ramírez Méndez describen con detalles todo el sistema comercial entre Venezuela, Cartagena, Santo Domingo, Veracruz y Sevilla (20) Para el siglo XIX, el crecimiento de Maracaibo era un hecho con un importante embarcadero. Hasta el borde del lago, llegaban las naves en gran cantidad cuyas bodegas transportaban las ricas vituallas de su mercado y los frutos, que sostenían el vasto comercio internacional. El muelle estaba reservado para los barcos venido del exterior.

Las embarcaciones más pequeñas del tránsito lacustre o las piraguas, llegaban hasta el borde mismo del malecón. Maracaibo para esa época, era próspera. Su clima es tropical, con altas temperaturas y humedad por la evaporación de la gran extensión de agua. Rondón Nucete describe en forma gráfica el estado del muelle. Antonio Spinetti Dini en su llegada a Venezuela en 1905 (27 años después del viaje que relatamos), dice: “ el muelle era un gran mercado de frutas tropicales. En el modesto edificio de la Aduana se cumplían los trámites de emigración. Multitud de compradores y vendedores-blancos, mestizos y goajiros- se acercaban al embarcadero donde se encontraban amarradas, las piraguas que hacían navegación hacia los puertos del interior lacustres que los llevaba hasta La Ceiba” (21) Esta descripción nos ubica en el contexto del ambiente que reinaba a la llegada de nuestros viajeros, el cual no había cambiado mucho.

D) Del Puerto de Maracaibo a Curazao.

No disponemos de ninguna evidencia acerca de la actividad de nuestros viajeros en esa ciudad. Posiblemente pernoctaron en unos de los hoteles de Maracaibo como el Hotel “Pabellón”, para luego embarcar al día siguiente para Curazao. Ya para esa época, surcaban el lago, los vapores. La navegación con vapores por el Lago de Maracaibo comenzó en 1825, cuando el gobierno de la Gran Colombia concedió a Jorge Suckley el permiso de navegar no solo por el Lago, sino también por el río Zulia y sus afluentes. En el buque “Steamboat” cruzó el Libertador Simón Bolívar, el Lago en 1826. José Gregorio y los generales, posiblemente tomaron el vapor Zulia o El Progreso, ambos de la Casa Boulton (1878). Este último duró en servicio más de sesenta años (22). Estos vapores eran de poca capacidad y se ayudaban llevando velas auxiliares que les permitían desarrollar mayor velocidad. (veleros a la manera de goletas).

También pudieron hacerlo en el buque “Caracas”, primer vapor de la Línea D Roja (1865) de la Atlantic and Caribbean Steam Navigation Co. / Red “D” line, de la firma de los hermanos Dallet de Filadelfia. Sin embargo, es poco probable, ya que según algunos autores, estos vapores de mayor capacidad y también los veleros, tocaban Puerto Cabello y La Guaira para llegar a Curazao y no entraban al Puerto de Maracaibo a causa del estrecho calado de la barra, otro obstáculo para estos viajes.

La Redacción de la revista El Farol explica la problemática que ocasionaba la barra del Lago de Maracaibo para la navegación libre. La Barra es la región donde las saladas aguas del Caribe, se unen a las aguas verduzcas del lago. En esta zona, los bancos de arena son móviles y altos, siendo un obstáculo para barcos de gran calado. En realidad, la barra es doble. La parte exterior, sometida a mareas y vientos, se extiende desde la entrada del lago hacia el este, desde la isla de Zapara, aproximadamente por unos 10 km. La parte interior, se extiende sobre el cuello de El Tablazo y tiene casi 16 km de largo. En aquella época, los pasajeros tenían que llegar al golfo para embarcarse en barcos de mayor calado (23) Estos últimos, llegaban a Curazao y para ir a Maracaibo, los pasajeros tomaban una goleta, la cual duraba a veces, varias semanas para atravesar el Golfo de Venezuela. Y viceversa, para llegar a Curazao, tenían que embarcarse en una goleta (buque de vela con uno o dos mástiles, que aparecieron en el siglo XVIII) Para esa época se necesitaba el pasaporte como lo dijimos anteriormente. El barco hizo escala en Curazao, pudiendo tocar luego en Puerto Cabello para llegar finalmente al Puerto de La Guaira.

De esta manera, lo narró diez años después el propio José Gregorio Hernández ya graduado de médico, en 1888, cuando regresaba a su pueblo natal. La diferencia fue, que el trayecto de La Ceiba hasta Sabana de Mendoza, lo hizo en el ferrocarril (24,25) Curazao fue colonizada por España en 1499 y duró casi un siglo formando parte de la Provincia de Venezuela. En 1634, el gobierno holandés respaldó la expedición del almirante Johannes van Walbeeck y reclamó la isla para la corona de Holanda. La explotación de las salinas y la agricultura florecieron, así como el comercio de esclavos y la ciudad de Willemstad se hizo famosa por ser el puerto de buques mercantes que provenían de muchos países. En este puerto, desembarcaban de los grandes buques que llegaban de Europa. Los viajeros que se dirigían a Venezuela y a Colombia, tenían que pernoctar y volvían a embarcar para llegar a La Guaira.

E) Puerto de La Guaira.

La Guaira (Huaira) ubicada en el centro-norte de Venezuela, a solo 30 Km de Caracas. Fue fundada en 1555 por Francisco Fajardo bajo el nombre de “Villa del Rosario” y más tarde, en 1559 con el nombre de San Pedro y San Pablo por Don Diego de Osorio. Este puerto fue muy importante desde la Colonia por su posición geográfica estratégica para la comercialización de productos agrícolas, no solo nacional sino también internacional. Esta economía agroexportadora se fue consolidando poco a poco durante el siglo XVII. La Guaira, Puerto Cabello, Maracaibo, Angostura, Carúpano, Cumaná, Barcelona y La Vela de Coro fueron los puertos habilitados para recibir navíos provenientes de ultramar, especialmente el de La Guaira, por su cercanía con Caracas, capital de la Capitanía General de Venezuela. A pesar de estas ventajas, la rada era incómoda por los inclementes vientos y corrientes marinas, por lo que los barcos debían fondear lejos de la costa. En 1878, La Guaira aún no era un verdadero puerto sino, un precario muelle. Cuando nuestros viajeros llegaron, tuvieron que bajar a una lancha que los llevaría a tierra firme, ya que el barco había anclado distante de la costa por el fuerte oleaje, soportando un balanceo incesante.

Para 1878, el camino entre La Guaira y Caracas, estaba en mejores condiciones, ya que en 1837, se celebró un contrato para la construcción de un camino carretero, concluido en 1845 (26) Por esta circunstancia, posiblemente, José Gregorio y sus acompañantes tomaron esa ruta en carreta. Esta obra de infraestructura vial constituyó un impacto positivo sobre la economía del país. Posteriormente, ese trayecto de 37 Km. se hizo rápidamente y en mejores condiciones, con la inauguración del ferrocarril en 1883, el cual funcionó, hasta la década de los años cincuenta (1951) El ferrocarril fue construido por la empresa inglesa Punchard Mc Taggart Lowrther, durante la presidencia de Antonio Guzmán Blanco. Para esa época se modernizó el puerto con la construcción de un rompeolas de 625 metros de longitud, 945 metros de malecón, almacenes, grúas y un faro. Afortunadamente, diez años después, cuando José Gregorio ya era médico, hizo este viaje en tren, más cómodo (27)

F) Llegada a Caracas.

Cuando José Gregorio Hernández y sus compañeros llegaron al final de su viaje, .habían transcurridos varias semanas. Pudieron comprobar que Caracas era una ciudad embellecida por el Presidente Guzmán Blanco; ya se habían construido varios bellos y modernos edificios como el Capitolio y la iglesia de Santa Teresa. Según Montenegro, las calles habían sido reconstruidas de tal manera que en los años 1874 y 1875, se construyeron ciento veintitrés cuadras de pavimento. Proliferaban los carruajes de dos ruedas con uno o dos caballos.

También el célebre Puente de Hierro había sido construido para el acceso a la carretera del sur y para el norte de Catuche, el puente del Guanábano. Abundaban los coches de alquiler, unos 200 vehículos apostados en la esquina de San Francisco. El transporte de carga se hacía aún en asnos solitarios o en largas recuas y en carretas de dos ruedas tiradas por mulas (28). Aún no estaba definitivamente constituida la compañía que suministraba el gas para el alumbrado público de la capital cuyos trabajos fueron inaugurados en 1884 bajo la presidencia de Joaquín Crespo.

El Colegio Villegas -a donde llevaron los generales al joven José Gregorio- quedaba en el centro de la ciudad, entre las esquinas de Veroes y San Mauricio o Santa Capilla, según Paiva; donde hoy funciona la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas (29) Otros autores mencionan la esquina de Piñango. Era una casa espaciosa que albergaba estudiantes internos, de una sola planta con extensos patios. Este colegio en una primera instancia fue fundado por José Ignacio Paz Castillo quién se lo vendió a los Drs. Villegas en 1876, por esta razón se llamaba Colegio La Paz. Ambos abogados, tío y sobrino, eran cultos, ex Presidentes interinos de Venezuela. El Dr. Villegas Pulido aspiraba implantar un sistema educativo moderno, siguiendo la orientación del eminente pedagogo Mantilla, cubano residenciado en New York. Este colegio gozaba de muy buena fama e inclusive tuvo interinamente, de profesor de oratoria, al líder de la independencia de Cuba, José Julián Martí Pérez, quien invitado por sus amigos venezolanos, llegó a Caracas en enero de 1881. Sin embargo no todo era color de rosa en ese plantel y José Gregorio demostró como siempre una serenidad, ante las adversidades y un empuje para cumplir fielmente sus deberes de estudiante y de buen cristiano. Veamos la descripción que uno de sus alumnos, Alejandro Ibarra- Rusell- hijo del General Alejandro Ibarra-hizo sobre las debilidades del colegio, describiendo su desorden y las rabietas que cogía el Dr. Villegas quien usaba la palmeta al azar con los estudiantes. De esta manera nos enteramos que en el Colegio Villegas también al igual que en todos los colegios de la época, se conocía la palmeta como artefacto de castigo.

El joven Ibarra describía: ”El Colegio Villegas estaba instalado en una espaciosa y antigua mansión de un solo piso, en la esquina de Piñango, tres casas más allá de donde vivíamos, El desorden era su característica principal. La instrucción jugaba cierto papel allí, seguramente y buscando con detenimiento se hallarían rastros de organización e incluso podrían ser de disciplina. Pero no había necesidad de salir en busca del desorden escolar. Saltaba a la vista”. Luego continua: “Recuerdo especialmente la belicosa ceremonia de la palmeta. La palmeta era una tablilla de madera dura y de forma circular, perforada por varios estrechos agujeros. La tablilla tenía un mando de 8 pulgadas de largo. En medio de una disertación sobre la tabla de multiplicar, el viejo Villegas se ponía furioso de repente. Con terribles alaridos y una agilidad increíble para un septuagenario, saltaba de la tarima desde la cual había estaba hablando y agarraba la palmeta con sus dedos de garfio. Colocándose violentamente en medio de sus alumnos atrapaba a uno de ellos por la nuca y gritaba: ¡la mano . El cautivo extendía la mano de mala gana. Y sobre la palma caía la palmeta. La víctima aullaba y se frotaba la mano en el fondillo” (30,31) El Dr. Cordero Moreno describe con detalles este instrumento de tortura estudiantil y la manera cómo se aplicaba (32)

En ese internado, José Gregorio se destacó como alumno de secundaria más por su disciplina y obediencia que por su inteligencia nata. Demostró con su conducta que el medio adverso o agradable no alteraba su “interior” y constantemente “crecía para dentro”, es decir, adquiría una fuerza interna de gracia espiritual que provenía de su unión con Dios. Se ganó el afecto y respeto de profesores y alumnos. El mismo impartió clases de matemática en el primer año de sus estudios y fue inspector. En tres ocasiones se le premió con medallas de honor.

Conclusiones:

La conducta y actitud del joven adolescente durante este viaje tildado por varios de sus biógrafos como “difícil, largo y peligroso”, fue ejemplar y diríamos hasta, excepcional por no decir, heroica para su edad. Luego, las circunstancias sociales y políticas que lo obligaron a estar lejos de su hogar durante cinco largos años, no mermaron en su conducta, la cual fue la de un excelente estudiante de conducta intachable y responsable. Solo cuando se graduó de bachiller en 1882, regresó a Isnotú. Según el Rector Dr. Ángel Rivas Baldwin, José Gregorio solicitó la fecha de la entrega del título de Bachiller en Filosofía porque deseaba aprovechar el próximo vapor que tocaba en Curazao procedente de la Guaira para regresar vía Maracaibo, al seno de su familia en el estado Trujillo, “en reunión de los Diputados que tenían el encargo de su padre de llevarlo”. Es evidente que el joven añoraba profundamente su tierra natal y su familia (33)

Como lo explicamos anteriormente, José Gregorio soportó el viaje y cuando llegó al Colegio Villegas fue interrogado por el director y sus respuestas fueron contundentes y claras. Su deber, para él, era estudiar, lo que hizo muy bien, siendo fiel al cumplimiento de sus deberes. Una de las más completas descripciones que hizo uno de sus compañeros de internado, revela que el joven Hernández tenía otras cualidades personales que no eran común en los otros compañeros de su edad. El Dr. Juan de Dios Villegas Ruiz, su compañero en el Colegio describió la personalidad de ese joven:” El Dr. Hernández desde niño, fue un gran carácter: parecía que obraba a impulsos de un poder oculto, de una fuerza de reserva que secretamente y por su sola presencia, se hacía sentir; sus medios de acción fueron única y exclusivamente sus virtudes; e incuestionablemente que él era de una clase rarísima de hombres, que obran sobre los demás por medio de una fuerza que se impone” (34) . La descripción que hace Villegas Ruiz, refleja el” modo de ser” o la conducta de una persona que vive en y con Dios, en una unidad de vida. Se portaba como sentía “dentro de él”. Villegas habla de una fuerza de “reserva” que podría interpretarse como la “fuerza de Dios” de los que lo tratan con la oración y recepción asidua de los sacramentos. Desde esa temprana edad, José Gregorio practicó las virtudes humanas (respecto, obediencia, puntualidad, responsabilidad, amabilidad entre otras). Y cuando dice que “era de una clase rarísima de hombres que obran sobre los demás por medio de una fuerza (nuevamente menciona “la fuerza”) que se impone” prácticamente lo califica como” santo”. Los santos y genios son lo que ven y hacen lo que no ven ni hacen la mayoría de los hombres. Esa fuerza o gracia, viene de Dios y no se puede ocultar porque es autoridad moral que influye en los demás por lo que dice y hace. Esos niños y jóvenes privilegiados tienen tempranamente una experiencia de Dios, lo cual explica su conducta diferente. Son humildes, sencillos, actúan sin dobleces ni hipocresías. Con este relato cumplimos con el objetivo de demostrar la personalidad emocional del joven José Gregorio, modelo excelente, fuera de clase, en un entorno socio-político y diríamos, hasta geográfico, nada fácil.

Referencias

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