de la Academia Nacional de la Historia.
Vino a la vida en la ciudad de Cariaco, que el poético golfo de su nombre baña con sus brisas, el 13 de noviembre de 1884. Queda el sitio en el Estado Sucre, oriente de Venezuela.
Hizo sus estudios superiores en Caracas, donde se graduó de Doctor en Medicina. De estudiante en la Universidad Central, representó a sus compañeros en Bogotá, con motivo de un Congreso de estudiantes de la Gran Colombia. Con esto empezó sus viajes por América, que fue una de sus actividades de escritor.
Una vez graduado salió a perfeccionar sus estudios en París. Allí le encontró la guerra mundial de 1914, y en la Cruz Roja francesa se alisto, ávido de conocimientos y de espíritu altruista, a fin de prestar sus conocimientos en los campos de batalla. Y en los hospitales de sangre estuvo hasta 1918 que se firmó el armisticio. En estos años fueron muchos los conocimientos prácticos que adquirió, y con los cuales se enriqueció para su profesión de Médico y Cirujano.
Al regresar a Caracas, dada su amistad y compañerismo de hospitales y cátedras en Francia con el Dr. Hugo Parra Pérez, se relacionó con la familia Parra Picón y en los salones de ésta se prendó de amores de la bella y elegante dama María Cistina Parra Salas, que llena de gracia y juventud enloqueció al novel galeno.
Tuvo de salir con el Dr. Parra Pérez a probar fortuna en la provincia, y al efecto establecieron su clínica en San Cristóbal del Táchira y luego en Mérida. En ésta, que es la patria de su novia con la cual ha estado en correspondencia amorosa, desempeñó la Rectoría de la Universidad de Los Andes, donde creó Cátedras y dejó reformas útiles que dieron empuje de avance científico a la antigua Universidad.
Allá revolucionó las Ciencias Médicas con las nuevas orientaciones que trajo de París. También es verdad que llevó vientos de impiedad y ráfagas de incrédulos a las mentes de algunos universitarios, pero aquellos no pasó de mero diletantismo.
No prolongó su etapa de Rector en la ciudad de las Sierras porque el amor, imperativamente, le impedía adonde estaba el culto de su cariño. En 1919 regresó a Caracas y unió sus destinos, de por vida, con María Cristina, hija del Gral. Caracciolo Parra Picón y Cristina Salas. Era éste, a la sazón, Vice-Presidente de Venezuela y la gobernaba el Gral. Juan Vicente Gómez, el formidable Dictador
Parra Picón fue hombre de empresas. Este solo empeño bastaría a su memoria de civilizador. Por los años de 1898 se alumbraba Mérida con la vela, el candil y el kerosene. Se propuso darle alumbrado eléctrico y durante unos seis meses, en su labor de ciclope, hizo trasladar las turbinas y demás aparatos desde la Ceiba, Lago de Maracaibo, hasta Mérida. La cumbre de Mucuchíes está a una altura de 4000 y más metros, llena de caminos fragosos. Por ellos pasaron, arrastradas por yuntas de bueyes, todas las pesadas maquinarias. Parra Picón dirigió la empresa. Su entrada fue triunfal en su pueblo que tiene, desde aquel entonces, luz incandescente.
Y el hijo de Manuel Carbonell y Benigna Espinal, oriundos de Cariaco, se consagró, en espíritu y en verdad, al culto vivo de su hogar. En Carbonell se cumplió a cabalidad el precepto simbólico del matrimonio entre los Mayas de Yucatán: Cortados te quedan todos los caminos, fuera del hogar. Y supo hacerlo ejemplar, en el cuarto de siglo que duró su vida matrimonial.
Sus cuatro hijos Antonio, Diego, Luis y María de Lourdes que nacieron, respectivamente, en Mérida. Río de Janeiro y Caracas, crecieron y se formaron en las prácticas de un hogar de trabajo, de ahorro, de estudio y de moral cristiana. Están desde luego abroquelados contra los muchos enemigos que pululan en la vida.
En 1921 sale para el Brasil con el cargo de Ministro Plenipotenciario de Venezuela, y en Rio de Janeiro despliega sus facultades de representativo de gran cultura en las letras y en las ciencias.
Su brillante actuación entre los Cariocas trajo el recuerdo del Dr. Emilio Constantino Guerrera, también escritor ilustrado, que murió allá siendo Ministro de Venezuela en el Brasil.
La representación de Carbonell duró unos tres años. A su regreso a Caracas fue nombrado Rector de la Universidad Central. Allí dejo bien sentado su nombre, pues dinámico como era llevó adelantos a las aulas docentes, en el antiguo convento de los civilizadores franciscanos.
Los días de revuelta estudiantil en los años de 1928 y 29, le sorprendieron en su Rectoría. Esto le trajo dificultades con el gobierno de la Dictadura, que trató de sofocar los brotes revolucionarios con el rigor propio del sistema. Y como el Rector no era un sargento, sino un profesor, tuvo que renunciar.
En 1930 se trasladó con su familia, con quien siempre viajaba, a Bruselas de Bélgica con el nombramiento de Consejero de la Legación venezolana. Poco tiempo después pasó a Colombia, y la Cancillería de Venezuela en Bogotá fue convertida en centro de estudios, que los escritores de aquel país son muchos y muy ilustrados.
Recopila datos sobre el militar e historiador irlandés Daniel Florencio O’Leary, Edecán del Libertador. Esta obra fueron los resultados y búsqueda en documentos inéditos, algunos de ellos, de su temporada en Bogotá.
Para 1935 vuelve, una vez más a Caracas donde continúa su honda y constante labor de literario científico.
El Gobierno del Gral. López Contreras premió al estudioso escritor con el cargo de Ministro en Bolivia, donde permaneció hasta 1941. En esa meseta, como en la de Colombia, puso en juego sus cualidades brillantes de culto Diplomático y de laborioso escritor.
Y el gobierno del Gral. Ysaías Medina, en atención a sus méritos y conocimientos, le nombro de Ministro ante el gobierno del Gral. Ávila Camacho. Por septiembre de 1941 llegó a la ciudad de México, que hermosean los centenarios ahuehuetes
Por motivos de salud renunció el cargo y en julio de 42 regresó a Caracas. Como Diputado por Sucre, su Estado nativo, asistió a las sesiones ordinarias del Congreso Nacional en 1943 y 44.
Carbonell, en su larga trayectoria de publicista, fué uno de los valores positivos de las Ciencias Médicas, de la Sociología y de la Historia, su infatigable pluma, desde que se inició en estas labores de la mente, no tuvo desmayos y las continuó hasta en los postreros días, ya minado su organismo por la mortal dolencia.
Su primer libro, “Química Ancestral”, los publicó en Caracas en 1909, era estudiante aún: a éste le sigue “El Problema de la Digestión”, en 1911; y una vez de París da al público “Crónicas y Siluetas”, “Por los senderos de la Biología” y la “Psicopatología de Bolívar”, de 1912 a 1916. Las doctrinas que agitaban el ambiente, siempre caldeado de Europa, le llevaron a tratar los errores políticos de Bolívar, propios de todo hombre de acción, como si fuesen desequilibrios de los órganos sensoriales. Cuando en puridad de verdad el error es hijo del cerebro humano, por más equilibrado que sea como el de Napoleón I. Todo, efecto de nuevas doctrinas. Error de apreciación de parte de Carbonell.
En su estada en Mérida sacó de la imprenta a “prosas Prosaicas”, y cuando de nuevo se halló en Caracas, en 1919, fue su libro “Botánica y Biología”. En Río de Janeiro su fibra de escritor estuvo en plena actividad. De 1921 a 24 salieron a luz “Juicios Históricos”, “A mi hermano el obrero”, “Potpourri?...Tal vez”, “Bocetos de honor, de dolor y de crítica” y “Del caos al hombre”. Una de ellas la editó en Sao Paulo, la segunda ciudad brasilera.
De 1925 a 1929, nuevamente en Caracas, da al público sus “Problemas de hoy y de mañana”, “En torno a la Ciencia”, y “Vargas”. Y al encontrarse, otra vez en París, publicó su discutida obra “1830”, como que trata asuntos del Libertador Simón Bolívar. Fue en 1931.
Durante el tiempo que permaneció en Bogotá, no da tregua a su diario forcejeo de polemista y escritor. “Evolución histórica de las Ciencias biológicas”, “De Biología trascendental” y “Sobre el tablado”, con ellas enriquece su ya larga serie de libros publicados. Estos fueron para 1935.
Su labor, de gran significación histórica, “General O’Leary íntimo”, escrita en Bogotá es publicada en Caracas en 1937. Luego viene “La parasitología en Venezuela”, 3n 1938. A raíz de esta útil labor y de Representante en Bolivia, aparecen sus “Comentarios y Criticas” en la elevada altura de La Paz. Allá en los “Reparos a El Santo de la Espada”, del historiador argentino D. Ricardo Rojas, levantó gran polvareda literaria
Por este mismo año de 1939 se imprime en Santiago de Chile el libro “Históricas y pseudas-eruditas”; que contiene sus últimas obras: “Temas psico fisiológicos”, “El organismo aplicado al fenómeno histórico”, “Escuelas de Historias en América” y su obra póstuma, “Autobiografía del Libertador Presidente Simón Bolívar”. Ellas abarcan el periodo de 1940 al 45. Todavía en Caracas se edita en 1943 “Lo morboso de Rubén Darío”. Está en condiciones de escribirlo porque en París fue amigo y medico del poeta nicaragüense. En las páginas de “Escuelas de Historia en América” censura acremente a muchos escritores, entre ellos a plumas de gran ilustración, de la plana mayor de los literatos e historiadores, que fueron sus amigos en la meseta de Bogotá.
Su “Autobiografía de Bolívar”, en la cual no cesó de trabajar sobre el espinoso lecho de sus físicos dolores, consta de tres tomos. El primero está impreso, próximo a circular; el segundo en prensa en Buenos Aires; y el tercero, que dejó inconcluso, lo está terminando su hija y secretaria María de Lourdes. Como es inteligente y conocedora de las faenas literarias de su padre, sabrá terminarlo. Los tres tomos vienen ilustrados con fotografías sobre Bolívar. Todas son debidas al creyón de Diego, uno de los hijos del autor. Es un hábil dibujante.
Por esta rápida reseña de la fecunda producción del Académico D. Diego Carbonell, de 1909 a 1945, se ve que aparecen en la escena treinta obras. Todas ellas de carácter literario, científico e histórico. Más de la mitad de la vida, que apenas duró sesenta años, fue de intensa labor intelectual.
Individuo de Número de las Academias de Medicina, Historia y Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Caracas; y Socio Correspondiente de las Academias de Medicina y de Historia de Bogotá, Quito, Lima, Rio de Janeiro, Panamá, y República Dominicana; como también de las Sociedades Bolivarianas de los países que libertó Bolívar. La Sociedad de París le cuenta en el número de sus Socios Honorarios.
En su pecho de Hombre de Letras y Diplomático, lucieron de días de gala y esplendor, unas cuantas condecoraciones, de los países donde representó a su patria y de las sociedades que le contaron en su seno.
Conoció casi todas las Repúblicas del Continente colombiano, y en muchos de los centros literarios dictó conferencias sobre temas diversos. Sabía hablar en público, puesto que tenía el don de la palabra y el de la persuasión. Sus charlas eran amenas e ilustradas.
Gran número de revistas y periódicos de IberoAmérica, acogieron en sus columnas de honor sus producciones literarias. Desde su lecho de enfermo, como Diputado en el Congreso Nacional. Envío su ofrenda al Gran Mariscal de Ayacucho, en el sesquicentenario de su nacimiento, el 3 de febrero de 1945.
Tal la fecunda labor de una vida, toda ella consagrada al estudio, la cual por el mero enunciado de los libros indica enorme capacidad de intelecto, con sus múltiples conocimientos humanos
Había en su cerebro gran acumulación de diversas nociones, que al estampar sus ideas y juicios en las cuartillas salían a borbotones los conocimientos adquiridos, durante sus treinta y más años de constante y ardua lectura.
Su dinamismo creador pedía cada vez más espacio al escritor, pues nunca estaba satisfecho. Cada volumen era un incentivo para otro nuevo. Cuando el morbus le atacó, allá en la altiplanicie boliviana, estaba en plena producción literaria.
Por ese tiempo, a mediados de 1941, llegó a México con el mismo cargo que desempeñaba en La Paz, de Representante de Venezuela.
Y no obstantes sus quebrantos físicos, su pluma no entró en descanso. Su presentación en la hermosa tierra mexicana anuncia que sería de fructísima labor, no sólo diplomática sino social y cultural. Le acompañaban en la Cancillería dos hombres de letras y de Academias.
Por esta razón su enfermedad, que le alejó de México y le obligó regresar a Caracas en 1942, fue bastante sensible para su Legación. Perdió un escritor eminente, de carrera diplomática ya acreditada, y que sabía poner en alto relieve el buen nombre de su patria y de su gobierno.
El mismo Carbonell en una de sus últimas cartas, de febrero de 1945, donde estampó su firma con pulso ya inseguro y tembloroso, y que el suscrito se complace en publicar, dicen en los siguientes párrafos: “durante el breve tiempo que representé a Venezuela en México, la colaboración que me prestaron en el orden de la cultura y de la mutua comprensión de nuestros pueblos, Augusto Mijares y tú, siempre será digna de elogio y pondrá de manifiesto el fervor patriótico que los anima”.
“La gente ignora que tú conoces a México mejor que muchos mexicanos y que cuando publiques la obra que preparas sobre tan bello país, habrá que hacerte justicia por tan hermosa contribución al conocimiento de la tierra que ampara Nuestra Señora de Guadalupe. En la segunda Edición de tus Jaculatorias, la última, dedicada a la Virgen aparecida, no podría ser más grata al nacionalismo de los buenos cristianos de México”
Se termina esta breve ojeada de la meritoria existencia de uno de los hijos preclaros de Venezuela. Su ejemplo y sus trabajos científicos honraron y seguirán honrando a la Patria, de ahí el Acuerdo del último Centro a que perteneció.
Que el día 13 de junio del corriente año falleció en Caracas nuestro ilustre compañero de labores Doctor Diego Carbonell, Sub-director y uno de los Miembros Fundadores de esta Sociedad;
Que el Doctor Diego Carbonell fue un espíritu infatigable y un elemento muy valioso de la Patria, en sus múltiples actividades de médico, historiador, diplomático, sociólogo y publicista, y que su fallecimiento constituye verdadero motivo de duelo para la cultura venezolana:
1º.- Deplorar hondamente la muerte del Doctor Diego Carbonell.
2º.- Levantar la sesión en señal de sentimiento.
3º.- Enlutar por tres días el sillón que ocupaba el Doctor Diego Carbonell.
4º.- Enviar copia del presente Acuerdo a la familia del insigne extinto.
Dado en el Salón de Sesiones de la Sociedad Venezuela de Historia de la Medicina, en Caracas, el día 3 de julio de 1945.
El Director de la Sociedad,
(fdo) Santos A. DominiciEl Secretario,
(fdo) Joaquín Díaz González.
Vaya esta página que deja el suscrito en el Álbum de a atribulada esposa y solícita compañera de Diego Carbonell. Es la ofrenda al colega que supo triunfar, en los escabrosos senderos de la ciencia y las letras. Venció, en la postrera batalla con la misma vida, porque cayó sobre su escudo. Y sobre a tumba del bravo luchador bien le cuadra este lema: Sólo el trabajo y la virtud merecen el aplauso de los hombres y la bendición de los dioses.
Vicente Dávila
Caracas, 24 de Julio de 1945.