Los estudios de medicina en Mérida (*)

Por el Dr. Héctor García Chuecos

No puede ser labor de estancamiento ni mucho menos de retroceso, volver los ojos alpasado para hacer el recuerdo de la vida y de la obra de los grandes varones, que por la alteza de su espíritu y la generosidad de sus ideales, supieron enaltecer la Patria enalteciendo sus propios nombres. Ejemplo vivos de abnegación y de amor a la tierra del nacimiento, la memoria de sus éxitos y de sus fracasos será para las generaciones venideras guía y fanal que enseñando los cominos del triunfo, les evitará caigan en el campo oscuro de la derrota.

Si es verdad que la Patria es ante todo la historia de la Patria, no lo es menos que solo conociendo el pasado es como podremos libertarnos de él en el sentido de abandonar todo aquello que, por inexperiencia, fue error y desacierto en la obra de los que nos precedieron.

Tales consideraciones nos sugiere el estudio que hoy vamos a abardar: la contribucion de Mérida al progreso de la Medicina Nacional, la obra cultural de su Universidad, y la labor patriótica de sus profesores y hombres de ciencia.

Los estudios de medicina en Mérida, importante ciudad de los Andes venezolanos, datan de 1805. El Ilustrisimo señor doctor Santiago Hernández Milanés en su desep de dar fama y renombre al Real Colegio de San Buenaventura erigido en la capital de su Diócesis, creó en aquel año la Cátedra de Medicina, la reglamentó debidamente, y para ponerla en actividad contrató los servicios del doctor José María Unda, distinguido hijo de Guanare, quien a la sazón regresaba de Bogotá en cuya Real y Popntifíca Universidad había obtenido el grado de doctor en Medicina.

Carecemos de datos acerca de la duración de esta cátedra y método segudo por ella en la enseñanza. Nos consta solo que se la inauguró con el nombre de “Medicina Expeculativa”, y que asistieron a ella, como sus primeros alumnos, los mismos que concurrían a las otras diversas clases del plantel.

Para el 1º de mayo de 1810 se encontraba al frende de ella el doctor Manuel Palacios Fajardo, futuro diplomático en Estados Unidos y Europa, y eminente Ministro de Bolívar. Era el nuevo profesor natural de Mijagual en la Provincia de Barinas y había hecho estudios en Bogotá hasta obtener los grados de Doctor en Medicina y Derecho Civil.

La revolución de 1819 dio al traste con el nuevo establecimiento, pues si es verdad que la Junta Patritica erigió el Real Colegio en Universidad, y dispuso la enseñanza de la Anatomía en cátedra especial, no pudieron llevarse a cabo tan generosos empeños, debido seguramente a la falta de maestros, pues el doctor Palacio Fajardo, a consecuencia de aquellos acontecimientos, abandonó la clase para volver a Barinas, de donde siguió a Caracas a representar a Mijagual en el Congreso de 1811.

Ningunos resultados prácticados por lo que tocaba a la formación de un cuerpo de médicos de la región produjeron estos ensaayos. La historia los recoge como un testimonio de reconocimiento a los esclarecidos patriotas quelos prohijaban, y como una muestra de los empeños que por aquellos días hacia lafloreciente ciudad occidental para implantar en sus estudios la enseñanza de esta interesante rama de los conocimientos humanos.

En el espacio de tiempo que se extiende de 1812 a 1835 nada se hizo en Mérida para reanudar los Estudios d Medicina. En este ultimo año, que corresponde a los del Rectorado del doctor Suplicio Frías, se iniciaron gestines con el objeto de restablecerlos en las aulas universitarias. Se hicieron los correspondientes preparativos y se pubblicaron los edictos que prevenían las leyes sinllegarse a ningun resultado, debido por una parte a la falta de profesores y de otra a ciertos obstáculos que el Gobierno Nacional opusiera a acerca de la manera de verificar los concursos de oposición.

Correspondió al Recotado del doctor Rafael Alvarado en 1837 llegar a algo más práctico en el sentido de instalar la Cátedra de Medicina, de dotación en el plantel. Publicados los edictos y transcurridos los sesenta días fijados para la presentación de los opositrores, la Junta de Gobierno de la Universidad procedió a considerar la solicitud del único opositor señor Cleto Margallo, quien presentó su titulo de doctor en Medicina de la Universidad de Bogotá.

Pr se el unido opositor y por carecer la ciudad de profesores, se le eximió de los actos literarios previos, y se le puso en posesión de la cátedra el 2 de mayo del referido año de 1837. Aunque esta medida mereció la aprobación del Presidente de la República, la clase tuvo una vida precaria, y debe considerarse como un ensayo más en la empresa de que nos venimos ocupando, pues el 6 de agosto del año siguiente, el doctor Margallo presentó renuncia de la Cátedra y se trasladó a Caracas.

Un queinto esfuerzo en el mismo sentido correspondió hacer al Rectod doctor Agustín Chipia en 1814, esfuerzo que como vamos a exponer, se hizo infructuoso debido a diversos obstáculos que el Gobierno Nacional puso n lo concerniente a los actos de oposición.

Fijados los adictos, presentose el doctor Nicolás Escobar, en la propia oportunidad en que se hacían diligencias para alcanzar los servicios del doctor Antonio Parra, distinguido médico trujillano y eminente discípulo de Vargas.

Notificada la Direccion de Instrucción Pública de estos empeños civilizadores, hubo de echarlos por tierra, pues sotuvo que la cátedra no se pondría en actividad si los actos literaris de oposición no se realizaban antes cinco doctores médicos en la forma prevgista por la ley. Como no los había en Mérida fue preciso aplazar indefinidamente elproyecto.

Según nuestros datos, que no provienen del archivo de la Universidad de los Andes, sino del de la Secretaria del Interior y Justicia, que corria entonces con todo lo relativo a la Instrucción en la República, se hizo otro ensayo en 1852, durante el Rectorado del doctor José Francisco Más y Rubí para establecer dos Cátedras de Medicina, la que fueron confiadas en esta vez a eminentes profesores. Los fueron: de Anatomía el doctor Juan José Cosme Jiménez, y de Higiene el doctor Manuel Hernández Sosa, ambos graduados en la Universidad de Caracas. El primero se mantuvo en su clase hasta 1867 en que fue eliminada y el segundo fue reem`plazado en 1853 por el Doctor Domingo Hernández Bello.

En 1854, siendo Rector el eminente jurisconsulto doctor Eloy Paredes, se creó la cátedra de Obstetricia y se la confió al citado doctor Hernández Bello, quein la sirvió hasta 1856, fecha enla que, junto con la Higiene, fue suspendida.

El año de 1860 marca un jalon en la historia de los Estudios Médicos en el Occidente de Venezuela. Fue en el curso de él que la Universidad, bajo el Rectorado del doctor Pedro Juan Arellano, confirió el primer grado de Doctor en dicha ciencia, siendo el agraciado el señor Emeterio Fornés. Para la Universidad tal concesión significaba mucho más que un acto académico, era la coronación feliz de un medio siglo de esfuerzo y de luchas para lograr la enseñanza de aquella importante rama del saber.

En los treinta años siguientes solo hubo tres graduados que lo fueron: Jaime Picón en 1869; Ramón Parra Picón en 1872, y Adolfo Briceño Picón en 1878.

Una nueva generación de cátedras tuvo lugar en 1878, sirviendo el Rectorado el doctor José de Jesús Dávila. El doctor Domingo Hernández Bello fue llamado a ejercer de Anatomía y el doctor Adolfo Briceño Picón la de Higiene. En 1881 se puso en actividad la de Semiologia regentada por el doctor Ramón Parra Picón; y en 1884 la de Terapéutica y Medicina Legal confiada al doctor Emeterio Fornés.

En 1887 el doctor Juan Pedro Chuecos se hizo cargo de la cátedra de Patología Interna, y de la de Anatomía que dejaba el doctor Hernández Bello; y el doctor Ramón Parra Picón asumió las de Cirugía y Obstetricia.

Dos notables adquisiciones hizo la Universidad en 18889; la de un modelo de Auzoux y la de un Maniquí Fisiológico de White, objetos entonces en bga para facilitar el estudio de la Anatomía y la Fisiología. Progresos que se complementaron con la organización de una pequeña biblioteca de ciencias médicas compuesta de setenta volúmenes dedicados al uso de profesores y estudiantes, y con la creación en 1891 de un Calendario Médico, que aunque de índole estadística, se ocupó de las enfermedades más comunes en Mérida, con noticias acerca de los pacientes y procedimientos seguidos en su curación.

En 1890 tuvo lugar el grado de doctor de Luis Bourgoin, y en 1891 el de doce jóvenes, el primer curso que en debida forma daba termino a una brillante labor estudiantil. Integraron este grupo los doctores Pedro Luis Godoy, Miguel Castillo, Focion Febres Cordero, Antonio Just Silva, Pedro Vivas C., Francisco Chaparro, Napoleón Febres Cordero, Ernesto Delgado, Lucio Oquendo, Francisco Ureña, Sixto Cárdenas, y Francisco Vicente Gutierrez. Contó de aquí en adelante la Universidad con un grupo de doctores salidos de su propio seno y capacitados para hacerse en ella cargo de la enseñanza médica.

En 1895 obtuvieron grado los jóvenes Miguel R. Nucete, JuanPedro Rojas y Hernán Febres Cordero. En 1896 Elio Cárdenas y Fidel Febreso Cordero. En 1899 Fabriciano Gabaldón, Pedro José Jugo y Macrobio Delgado. En 1900 Adolfo Briceño Fonseca.

Para 1900 fecha hasta la que se extienden estos apuntes, la Universidad había conferido veinticinco grados de doctor en Ciencias Médicas. Dentro de esta pobreza de actividades, el benemérito Instituto de Occidente contó con grandes figuras que serán siempre orgullo de la Medicina Nacional.

Lo fue el doctor Domingo Hernández Bello. Había hecho estudios en Caracas y en Europa, tocándole la gloria de ser discípulo de Vargas. Prestó importantes servicios a la Universidad, siendo el primer Médico que ocupara la Silla Rectoral. Regentó varios años la Cátedra de Anatomía, siendo tales sus conocimientos de esta ciencia que es fama haberlos reconocido el propio doctor Vargas cuando dijo: “Si la ciencia anatómica se llegare a perder, búsquese en la cabeza de Hernández Bello”. Figuró también en la política del país y desempeño la Presidencia del Grande Estado los Andes.

Los fue también el doctor Ramón Parra Picón. Perfeccionó estudios en Europa, dejó sentada solida reputación de grancirujano, y dieronle fama de polemista y hombre de profundos conocimientos sus notables discusiones con los renombrados médicos doctores Luis Razetti y Francisco Eugenio Bustamante. Desempeñó el Rectorado de la Unversidad, dejando marcado supaso por tan alto cargo con las claras huellas del progreso y del perfeccionamiento.

Lo fue también el doctor Juan Pedro Chuecos, graduado en Caracas, quien inauguró en Mérida los estudios de Patología, n Cátedra separada, y de acuerdo con los entonces más avanzados conocimientos para la enseñanza de dicha ciencia. Cúpole también la gloria de reemplazar al doctor Hernández Bello en la cátedra de Anatomía, profesorado que había hecho notabl el célebre discípulo de Vargas.

Citaremos por último a los doctores Adolfo Briceño Picón y Pedro Luis Godoy. El primero sabio anatomista y pulcro literato, ejerció el magisteri pormuchos años, con ejemplares contracción y patriotismo. El segundo regentó la cátedra de patología, sostuvo por largo tiempo un órgano de publicidad en el que colabnoraron los médicos de la región y que llevó por nombre “Gaceta Médica”, vocero de imprescindible consulta para os que aborden la tarea de estudiar la evolución de los estudios médicos en Venezuela en los últimos años.

Diremos también algunas palabras por lo que toca a estudios de clínica y trabajos prácticos. Fueron siempre más que insuficientes, debido en gran parte a la falta de un Hospital que provisto de los necesarios recursos, facilitara el acceso a los enfermos y la diseccion de los cadáveres. El pequeño de “San Juan de Dios”, el único con que por entonces se contaba, sufria también la pobreza y abandono de los demás institutos de su clase en la República, viendos obligados profesores y estudiantes a hacer extraordinarios esfuerzos para llevar a cabo trabajos prácticos de anatomía, patología, medicina operatoria y clínicas en general.

Ni los datos que poseemos, ni la pequeña extension de este articulo permiten extendernos mas en los presentes apuntes sobre historia de la medica merideña. Sin profesionales nativos del terruño, hubo de dificultarse en gran manera y por muchos años el estudio de esta tan útil como humanitaria ciencia.

La Historia de la Medicina en Mérida no puede reducirse, como en la de Caracas u otros lugares de amplia cultura y holgados medios al estudio de sus grandes médicos y al de los experimentos y conquistas que éstos realizaran en la empresa de aliviar los dolores de la Humanidad. Soslo puede contraerse a dar razón de la enseñanza en su Universida y señalar aquí y alla un médico notable en la forma que lo hemos hecho aquí. Tal vez, en vista de los archivos regionales y de periódicos de la época pueda realizarse un trabajo mejor, tarea a la cual hemos querido contribuir con los datos aquí expuestos.