Ensayo biográfico del abogado y escritor tachirense Pedro María Morantes (1865–1918), conocido como Pío Gil. Su obra literaria se destacó por el alto contenido de crítica a los círculos del poder de su tiempo y a sus aduladores. Entre sus obras se destaca la novela “El Cabito”, publicada en 1909, que ataca la política de Cipriano Castro. Luego, el autor presenta fragmentos seleccionados de Morantes donde se destacan las contradicciones del poder. Finaliza con las opiniones positivas que diversos intelectuales y figuras públicas venezolanas, han expresado sobre la obra de Pío Gil.
Palabras clave: Biografía. Pedro María Morantes. Pio Gil. Crítica política
Biographical essay on the lawyer and writer Pedro Maria Morantes (1865-1918), best known as Pio Gil, who was born in the Tachira State. Through his literary work, he was a firm critic of the powerful and flattery men of his time. An example of this was his novel “El Cabito”against the Cipriano Castro’s politics, published 1909. Several selected Morantes’ fragments are highlighted, showing the power contradictions. Some opinions on Morantes’ work are presented.
Key words: Biography. Pedro Maria Morantes. Pio Gil. Polical critics.
Nació el Dr. Pedro María Morantes, uno de los mejores escritores y críticos políticos que ha tenido Venezuela en la pequeña aldea “La Sabana”, cerca de San Cristóbal, estado Táchira, el 24 de octubre de 1865 en un hogar muy humilde y sumamente pobre.
El infortunio lo sufrió desde muy joven y lo persiguió toda la vida. Quedó huérfano muy pequeño, quedando a cargo de una tía, quien lo crió y por quien siempre mantuvo filial agradecimiento. Sus dos hermanos murieron muy jóvenes, uno de tuberculosis y otro fue asesinado. Siendo todavía un muchacho durante unas fiestas patronales, un cohete le destrozó un ojo. Desde entonces siempre usó anteojos muy oscuros.
En 1886 parte para Mérida a estudiar bachillerato y Derecho en la Universidad de los Andes. Se costeaba sus estudios trabajando de portero en la universidad.
En 1887 decide irse a Caracas a terminar sus estudios de Derecho. Se graduó de abogado en la Universidad Central de Venezuela.
Como siempre fue el designado para decir el discurso de orden en el cual expresó, de modo muy emotivo los esfuerzos y sacrificios que tuvo que hacer para culminar sus estudios. A continuación, cito párrafos de ese discurso:
“… Es el término de una lucha que me cuesta sacrificios que nadie conoce, sufrimientos, cuyas amarguras he saboreado yo sólo, y lágrimas que han rodado silenciosas como mi vida. Al rendirme el desaliento y el cansancio, pocas, muy pocas veces sentí una mano amiga que me sostuviera o una voz cariñosa que me confortara y, si alguna vez en momentos de suprema angustia toqué las puertas del poderoso, pronto la vergüenza me dio fuerza para continuar mi camino, y hoy llego al término de mi viaje sin que mis manos jamás abandonaran los libros del estudiante para mecer el incensario del cortesano…”.
Después de graduado regresa a San Cristóbal donde, además de ejercer como abogado, es Director del Colegio Federal. De vida austera, con sus ahorros compra una pequeña casa en San Cristóbal, única propiedad que tuvo en su vida.
Publica poemas y piezas en prosa en el periódico “Unión Tachirense”. Es orador obligado en todas las celebraciones patrióticas. También escribe en el diario. “Eco de Occidente”.
Permanece 16 años en San Cristóbal tras lo cual decide irse de nuevo a Caracas. Es nombrado Juez de Primera Instancia en lo civil del Distrito Federal y Secretario de una Comisión para estudiar los límites con Colombia, pero por discrepancias con el presidente de la Comisión es eliminado de esa Comisión a los 2 meses. En Caracas conoce a quien sería su novia de toda la vida, Matilde Alvarado, hija de su amigo, General Francisco Alvarado.
En 1908 decide partir para Europa con el cargo de Cónsul en Ámsterdam.
Por casualidades de la vida embarca en el mismo barco, el Guadalupe, en el que también iba el General Cipriano Castro. Por ello tiene la oportunidad de observar de cerca a Castro. Anota en sus libretas que le oyó decir a Castro que en Europa pensaba dejar encinta a 2 reinas, 4 duquesas y 6 marquesas.
Publica su novela “El Cabito”, con el pseudónimo de Pio Gil, pero al descubrirse su identidad es destituido del consulado.
Publica sus otras famosas diatribas políticas: Los Felicitadores, Cuatro años de mi cartera, el Capitán Tricófero, los Panfletos amarillo, azul y rojo, Diario íntimo y un poema titulado Lira Anárquica.
Muere en París finalizando la primera guerra mundial en 1918 a la edad de 53 años, probablemente de tuberculosis.
Para comprender mejor su calidad de escritor, me permito citar a continuación, párrafos de algunas de sus obras.
“… Los venezolanos tenemos el culto de la servilitud y somos felicitadores. El servilismo y el despotismo se han colocado frente a frente influenciándose recíprocamente. El servilismo produce el despotismo, y éste, a su vez, genera aquél. Si no hubiera déspotas, no habría serviles. Si no hubiera serviles, no habría déspotas…
“… Cuanto más elevada sea la inteligencia, más apta es para la lucha, que es sufrimiento; cuanto más noble sea el corazón, más propenso será para la indignación, que es sufrimiento; cuanto más poderosa sea la voluntad, más inclinada será para la lucha, que es sufrimiento. Los hombres superiores siempre han tenido el talento de no ser felices…”
“… Existen los aduladores de profesión, anatómicamente organizados para el oficio, con glúteos anestesiados al puntapié, insensibles al bofetón, con rostros ignorantes del pudor, con conciencias refractarias al remordimiento. Con espinazos capaces de doblarse sin romperse y rodillas capaces de recorrer sin ulcerarse todas las antesalas…
“… Para medio vivir en Venezuela, a los hombres honrados no les basta vivir honestamente de su trabajo. Se necesita una cosa más difícil, imposible para ciertos caracteres: … Se necesita estar bien con el gobierno, y para estar bien con el gobierno hay que adular a los gobernantes….
“… Los aduladores vuelan alrededor del cuadrúpedo que ocupa algún escalón en la jerarquía administrativa para producir desvanecimientos en estos infelices de cerebro débil que sienten el vértigo de las pequeñas alturas y se sienten unos Alejandros cuando han trepado algunos peldaños en la escala del éxito…
“… Una felicitación oportuna no solo tiene el valor negativo de evitar un carcelazo. Tiene también el valor positivo para conseguir buenos empleos.
Nuestros imbéciles magistrados han establecido que únicamente son amigos de ellos los que los adulan, también han establecido que sólo los que los adulan tienen talento. El mérito no vale nada. Los que, conociendo su propio valer, son suficientemente altivos para no postrarse, encuentran todos los caminos que conducen al triunfo obstruido por los incapaces que van senda arriba con la protección oficial. Y los incapacitados llegados a la cumbre establecen el reinado de la ineptitud sobre la pericia, de la viveza sobre la probidad. Es el triunfo humillante de la mediocridad. Quemarse las pestañas para saber Derecho, para saber Medicina, para saber Matemáticas tiene menos eficacia que saber adular. Se enseña que en matemáticas la línea recta es el camino más corto entre dos puntos, pero en política el camino más corto es la línea tortuosa. Se tiene a la austeridad como una gran tontería y a la desvergüenza como una gran viveza, Cuando en tiempos futuros el historiador, dominando las náuseas, analice esta época bochornosa, se va a detener ante la doble duda de que existieran cortesanos capaces de ofrecer estas alabanzas y déspotas capaces de aceptarlas…”
A un adulante vil:
“… No necesitamos ni de tu patriotismo ni de los talentos de diarista con que te han adornado los corresponsales foráneos. Tú, aquí, eres un intruso. Nuestras glorias no te enorgullecen, nuestras desgracias no te entristecen, nuestros odios no te hacen bullir la sangre ni nuestras esperanzas te hacen prorrumpir en cánticos. Tú no amas a mi patria sino con el estómago…”
La aclamación (al general Castro):
“… No venía, como Alejandro, de conquistar el Asia, ni, como César, de sojuzgar las Galias, ni, como Napoleón, de vencer el Egipto, ni, como Bolívar, de libertar 5 naciones. Apenas venía del pueblo de La Victoria, de encenegarse en unas cuantas orgías y de emborracharse en unas cuantas comilonas, pero los oradores del tránsito lo convencieron de que era mucho más grande que Bolívar, Napoleón y César reunidos, y el déspota se repetía una y otra vez: “Verdaderamente soy grande”.
Es necesario determinar la responsabilidad que las distintas clases político-sociales tienen en la ruina y en la vergüenza de la patria. De ellas, no es responsable el pueblo que las sufre, sino las camarillas que han sacado de la ruina nacional las inmensas fortunas de que hacen insolente ostentación.
Los responsables del desastre nacional sois vosotros, los que habéis conquistado el tremendo privilegio de representar la patria en todos los casos y de ejercer el patriotismo en todas sus formas; vosotros, los denodados generales, los incorruptibles periodistas, los historiadores y literatos por cuenta del erario público; vosotros, los mentores de la política, los mentores de la sociedad, los mecenas de la inteligencia. Vosotros, los estadistas insignes, los doctores sapientísimos, los arengadores en los congresos y en los festines, merced a una propina tan costosa como secreta; vosotros, los austeros magistrados de portamonedas repletos que os emborracháis, que os hartáis y que os divertís entre los clamores de los hambrientos que piden pan, de los presos que piden libertad y de los perseguidos que piden justicia; vosotros, los inamovibles empleados que, desde hace tantos años, venís haciendo la felicidad de esta patria que se está muriendo en vuestras manos; vosotros, los pastores vitalicios del rebaño nacional y los agentes fiscales que os enriquecéis con las deudas que echáis sobre los hombros del país; vosotros, los jueces y jurados que absolvéis a los asesinos para fomentar el cáncer más disolvente del orden social: la impunidad del crimen; vosotros, únicamente vosotros, y no el pueblo, sois los responsables del envilecimiento de Venezuela…”
“… Castro no puede compararse con ninguno. A su lado todas las reputaciones palidecen y todas las consagraciones tiemblan. Ninguno más heroico y más grande: ninguno como este caudillo incomparable, brazo y alma de su obra, desafiador de mil tempestades y vencedor insólito de todos los acontecimientos...”
“… Bolívar ambicionó la gloria y no la merecía. Castro la merece por mil títulos y no la codicia...”
“… Le saludo respetuosamente en este día, aniversario de la más gloriosa y trascendental de nuestras revoluciones políticas después de la Independencia…”
“… La trompeta de la fama vuelve hoy a anunciar al mundo civilizado que el Ilustre Restaurador de Venezuela se ha cubierto una vez más de gloria imperecera retornando al Capitolio por aclamación unánime de su pueblo…”
“… La obra de Castro quedará incompleta, porque no hay cerebro que sepa comprenderla y terminarla…”
Razón tenía el Dr. Morantes cuando escribía que había que vencer las náuseas para leer tales documentos.
“… Yo que vengo con mi caja de estampas para abrirla junto a ti, Pedro María Morantes, olor, calor y sabor de la peregrina Venezuela...”
“… Terrible en su lucha venezolana, altísimo en su lucha universal. Pío Gil en Venezuela es un guerrillero del Derecho. Pío Gil en el mundo es un beato de la libertad…”
“… Pío Gil no escribió sólo para su tiempo, lo hizo con visión de futuro. En las letras venezolanas es un ejemplo como escritor honrado e ilustre como ciudadano”.
“… De todos los varones de la Venezuela peregrina, arrojados a la cárcel o al exilio por una de las frecuentes diásporas de nuestra historia política, acaso sea Pío Gil el escritor más sincero, el de mayor autenticidad. Es el hombre que escribe con un escalpelo sin que le importen mucho las consecuencias de su atrevida actitud. Con voluntariosa y desgarrada pasión por su país, dice exactamente lo que desea y debe decir. Pero no sólo denuncia las culpas y defectos ajenos, sino sus propias caídas,sus íntimas miserias.Pudo alcanzar las más altas dignidades de un régimen político donde los escritores podían venderse a buenos precios. Con sólo ponerse a la orden incondicional del déspota de turno, pudo vivir una existencia menos azarosa, pero su honestidad, su viril sentido de la dignidad privaron por encima de sus apetencias personales…”