Palabras del Dr. Juan José Puigbó, presidente saliente de la junta directiva, el 2 de noviembre de 2007

Dr. Juan José Puigbó

Presidente de la Sociedad Venezolana de la Historia de la Medicina (2005 – 2007)

Señores Miembros de la Sociedad Venezolana de la Historia de la Medicina

Para mí constituyó un grandísimo honor y me motivó una gran satisfacción el haber podido dirigir los destinos de esta Sociedad durante el período 2005-2007.

Les agradezco, en primer término a todos sus miembros, el apoyo que me brindaron y las contribuciones con sus trabajos de tipo humanístico que tuvieron a bien presentar, fueron discutidos ampliamente y alcanzaron niveles de excelencia académica.

En segundo lugar, quiero expresar mi agradecimiento a los compañeros de Directiva, por la colaboración que en todo momento nos brindaron y que hizo posible un trabajo armónico, bien coordinado y fructífero. Igualmente a la secretaria, la Sra. Iraida Araujo, por sus desvelos en el desempeño de sus funciones específicas.

Tuvimos la suerte de contar con la colaboración de numerosas instituciones, empezando por la valiosísima de la Academia Nacional de Medicina, de la cual hemos recibido siempre un apoyo irrestricto. Igualmente a la Federación Médica Venezolana, porque —a través de nuestra apreciada poetisa y compañera Graciela Torres— pudimos obtener el apoyo económico para la revista. También a las instituciones universitarias, al Rectorado, al Decanato de Medicina, a Banesco Banco Universal, por su valiosa ayuda económica y al Miembro Benefactor Dr. Francisco Plaza Izquierdo. Todo el esfuerzo fue dirigido para obtener el visto bueno del FONACIT, objetivo que a pesar de ajustarnos a sus normas, no fue conseguido y habrá que seguir la lucha en el futuro.

La raigambre humanística de nuestra sociedad

Desde su fundación, que tiene lugar en el año de 1944, se sentaron las bases de nuestra orientación. Tuve el honor de conocer al Dr. Santos Aníbal Dominici, quien fue Miembro Fundador y su primer Presidente, al Dr. Joaquín Díaz González quien fuera también Fundador y Secretario y al fundador de nuestra revista, Dr. José Trinidad Rojas Contreras, bien conocido por todos, a quien se le ha rendido un justo homenaje en la Academia Nacional de Medicina con motivo de cumplir los cien años de una vida muy activa. Estos tres personajes han tenido una importancia trascendental en la medicina nacional.

El Dr. Santos Dominici fue un clínico acucioso, formado dentro de la escuela francesa, quien supo además desarrollar el laboratorio aplicado a la medicina, que puede considerarse como un paso fundamental, al integrarlo al diagnóstico clínico. Santos Dominici, junto con Luis Daniel Beauperthuy, objeto de un merecido simposium; Rafael Rangel y José Gregorio Hernández constituyeron pilares fundamentales para la evolución de la medicina nacional. Además, fue notable su condición de investigador, que —como es bien sabido— condujo al descubrimiento del Hematozoario del Laverán, en Venezuela. Fue rector de la Universidad Central de Venezuela y se distinguió también por su posición política liberal.

Nuestro maestro el Dr. Joaquín Díaz González, fue un docente extraordinario en el campo de la historia de la medicina, con tareas de investigación en el ámbito del arte en general y de la historia de la medicina en particular.

El maestro José Trinidad Rojas Contreras ha sido uno de los más ilustres representantes de la cirugía nacional, contribuyó al desarrollo de la cirugía experimental en el país y también en su época participó en las luchas políticas.

Puede decirse que estas personalidades que tuve oportunidad de conocer, entre otras, fueron promotoras de importantes cambios en el ámbito de la ciencia y de la cultura, en los finales del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX. Su contribución fundamental consistió en la aplicación sistemática de las ciencias básicas como soporte de la medicina clínica y tuvo en ese momento importancia comparable con la que vivimos, durante la segunda mitad del siglo XX con el desarrollo sorprendente de aplicaciones de la imaginología.

No puedo dejar de referirme para terminar a la polarización entre dos tendencias opuestas, que se manifestaban ya en la época de nuestra vida de estudiantes. De un lado, estaban los de pensamiento liberal y democrático y del otro lado, los de orientación marxista. Un sector de nuestra generación de estudiantes estábamos profundamente influenciados por las ideas del eminente filósofo, ensayista y político Benedetto Croce (1866-1952). Este autor nos enseñaba que la historia es la filosofía “en movimiento”. Él llegaba a la conclusión de que si toda la realidad podía describirse a través de las ideas, esto quiere decir que la realidad puede ser reducida a conceptos lógicos puros. El ser humano a través de su historia, ha ido en la búsqueda permanente de la libertad. Su posición era contraria a la de Marx y Hegel que intentaban reducir la historia a unos pocos principios guías. Era partidario —con Rousseau— de que la historia era una serie de mentiras, donde tenemos que escoger una que se aproxime a la verdad. Croce también participó en manifiestos de intelectuales antifacistas.

El otro personaje que nos influyó profundamente fue Bertrand Rusell (1872-1970) filósofo, historiador, matemático, promotor de reformas sociales, prominente racionalista. En 1950, a Rusell se le concedió el premio Nobel de Literatura “en reconocimiento de sus importantes escritos en los cuales él encarna los ideales humanitarios y de libertad de pensamiento”.

En la orilla opuesta, en aquel entonces, como en la actualidad, se encontraban los partidarios del pensamiento marxista. Este dilema planteado por las dos posiciones se encuentra más vigente que nunca en nuestro medio, en el momento histórico que estamos viviendo. Personalmente sigo adherido a los ideales democráticos, libertarios y humanísticos.

Quiero terminar agradeciendo el apoyo y la colaboración que tuvimos de todos ustedes, durante este período que fue para mí particularmente fructífero. Siempre he pensado que las instituciones nos dan, pero nosotros estamos en la obligación de darles más de lo que recibimos. También deseo expresarles mis votos más entusiastas a la nueva Directiva electa, que estamos seguros continuará dentro del ideario sostenido por nuestra corporación y les auguro el mejor desempeño en sus funciones. Para ellos un cordial abrazo.