*Miembro Correspondiente de la Sociedad de Historia de la Medicina
Recibido el 30 de mayo de 2008.
Todos los sitios, esquinas y edificios de la antigua Caracas se encuentran relacionados –de una u otra forma– con sucesos históricos de la ciudad, al recuerdo de ciertos personajes, a detalles o motivos, quizás intranscendentes, pero que se vincularon a hechos de mayor jerarquía en el pasado turbulento de nuestra ciudad. Algunos subsisten, otros han desaparecido sin dejar rastro, pero persisten en el recuerdo de los caraqueños, al menos de algunos. Deja poco lugar a dudas la relación entre la Historia y la Medicina, pues ambas tienen como objetivo principal al hombre y nuestra ciudad no escapa a ello, por lo que se ha querido investigar esa relación aplicada a Caracas, dada la particularidad única en el mundo, de usar como direcciones, aquellos nombres procurados por la tradición a sus esquinas, muy a pesar de los esfuerzos reiterados de cambiarlas, pues el caraqueño siempre vuelve a la antigua nomenclatura.
Palabras Clave: Esquinas de Caracas. Historia de la Medicina.
Every place, corner and building in the ancient Caracas has a relationship - in one way or another – with historical facts, to remember some characters, some details or motives, may be without importance, but so close to others mayors facts in the past of the city. Some of them exists and another disappear, but always been in the memorability of the citizens. There is not any dude about the relationship between the history and the Medicine, both have the man as a principal objective, and our city isn`t escape of this situation. That`s the reason to do a research about this relationship with Caracas, for the unique situation in the world about the traditional names used for the address.
Keywords: Cornes of Caracas. History of Medicine
Todos los sitios, esquinas y edificios de la antigua Caracas se encuentran relacionados, de una u otra forma, con sucesos históricos, al recuerdo de ciertos personajes, a detalles o motivos relacionados con la ciudad. Algunos, quizás intranscendentes, pero que se vincularon a hechos de mayor jerarquía en el pasado turbulento de nuestra urbe. Algunos de estos sitios subsisten, otros han desaparecido sin dejar rastro, pero perduran en el recuerdo de los caraqueños (1), o al menos, de algunos.
La historia de la ciudad, a decir de Enrique Bernardo Núñez, puede leerse en los nombres de sus calles y esquinas (2), pues desde antes de su fundación, ellas se comenzaron a delinear a partir de la Plaza Mayor, siguiendo las indicaciones dadas por la Metrópolis para la edificación de ciudades (3). Todo, en su conjunto, despide líricos destellos de poesía, novela, historia (4).
Muchas de estas ubicaciones han adquirido sus nombres al azar, o porque en ellas, o en sus cercanías, vivieron personajes célebres en determinadas épocas de la historia; apellidos que fueron ilustres durante la Colonia o la Independencia. O simplemente por la presencia de determinados árboles, o el nombre que recordó gratamente el sentimiento de algunos personajes destacados de pasadas generaciones. Otras, tienen nombres populares que recuerdan el ingenio, alegre y picaresco, del pueblo venezolano (5).
Caracas es una ciudad que está íntimamente ligada a la evolución social y política del país, pero la particularidad de la nomenclatura de sus direcciones no sólo es única en el territorio nacional, sino que lo es también en el mundo. No existe otra urbe cuyas direcciones se basen en las intersecciones o esquinas. Y no es que no se ha tratado de cambiar en varias oportunidades, como en 1778, por el obispo Diego Diez Madroñero; en 1802 por el Lic. Miguel Sanz; 1811 por el Tribunal de Policía; 1821 por el Concejo Municipal; y la actual que data de la época de Guzmán Blanco (6).
No pocas situaciones ligadas con la salud, han tenido influencia en esta nomenclatura que, a pesar de los intentos repetidos de cambiarla, siempre el caraqueño se encarga de devolverla a su tradición, que prevalece sobre el modernismo (4) y es en este sentido que se pretende relacionar esta característica peculiar con aquello que haya tenido que ver con la salud de la ciudad.
Lo lógico sería comenzar en el origen geográfico de la capital que hoy conocemos, que Arístides Rojas –quien también era médico– denominó, el cuadrilatero histórico, área comprendida entre la plaza de Altagracia, la esquina de Maturín, la de Traposos y La Bolsa, y que incluye las doce cuadras donde se han dado los hecho fundamentales de nuestra historia (7).
Clemente narra que en este lugar se erigió la casona de la Esquina de las Madrices, construida en 1693 por Don Domingo Rodríguez de la Madriz, Caballero de la Orden de Cristo, para celebrar sus bodas con Doña Juana Liendo. Rodríguez de la Madriz fue Capitán de Infantería de los Reales Ejércitos de Su Majestad, acantonados en la capital de Provincia (5). Refieren las crónicas que en aquella mansión se celebraron bacanales y fiestas que dieron fama no muy santa al sitio. Además, al ser una de las más lujosas y hermosas, la segunda en categoría en Caracas, fueron llegando los altos representantes de su Majestad, quienes prestaron brillantez y prestigio a la mansión. La habitó el Mariscal de Campo Don Vicente Emparan, Gobernador y Capitán General, y en la misma se mantuvo detenido hasta partir hacia España, luego de los sucesos del 19 de abril de 1810. También fue ocupada por la Orquesta Caracas, unos hoteleros, unas agencias musicales y hasta un teatro. Por último se convirtió en una “casa de pensión”, cuya patrona era una señora llamada “Doña Dorotea”, de gratos recuerdos para los caraqueños de aquellos tiempos. Y este es el origen de la Esquina de “Las Madrices”, llamada así en recuerdo de las bellas hijas del Capitán Domingo Rodríguez de la Madriz (8), en la que se levantó “La Botica Indiana”; cuyo dueño fue el conocido Telmo Romero, considerado el Brujo Nacional en el gobierno de Joaquín Crespo y cuya destrucción a pedradas por parte del movimiento estudiantil, que exigía un desagravio al mundo científico por las exageradas consideraciones dadas a Romero por el gobierno, constituyeron el principio del fin para este personaje. Es de recordar que le fue entregada la Dirección de Hospitales y hasta fue candidato a rector de la Universidad Central de Venezuela (9).
La esquina de “Camejo” ha desaparecido en la Caracas moderna. Estuvo situada más abajo de Sociedad y en ella estaba la gran casa que habitaba Don Miguel de Jáuregui con su familia, quien acostumbraba reunir cada año, por los días de diciembre, a algunos tipos populares, a fin de ensayarlos en la caracterización de las fiestas en la Bajada de los Reyes Magos. Al frente de esa regia mansión vivía un humilde alfarero de nombre Pedro Antonio Camejo, quien se ocupaba en fabricar ladrillos y loza de tierra vidriada –la primera cerámica hecha en Caracas– que luego vendía a bajos precios a las clases populares de los alrededores.
De aquel sitio y de la casa de los Jáuregui salían las cabalgatas enjaezadas lujosamente montadas por los Tres Reyes Magos el 6 de enero de cada año, en ocasiones prestigiadas con la asistencia del General Páez, de Don Carlos Soublette o de Don José María Vargas, quien posteriormente fijó su residencia en este lugar, y es donde habitaba cuando se dio la llamada “Revolución de las Reformas”. Su dirección exacta era de Camejo a Colón, número 17. En ella vivieron también, entre otros, el general José Antonio Páez, el general Santiago Mariño; el general José María Carreño y nuevamente el Dr. Vargas cuando regresó hasta su renuncia en abril de 1836; el doctor Narvarte, el general José María Carreño, el general Carlos Soublette y el general José María Páez, durante su segunda presidencia. En 1842 se trasladó el Gobierno a la casa de la esquina de El Principal, construida para despacho del Ejecutivo Nacional y conocida con el nombre de “Casa Amarilla”. Entre los años comprendidos de 1842 a 1851, la casa fue habitada por notables familias de Caracas y más tarde sirvió de almacén de frutos de la Casa Blohm. También estuvo en ella la Compañía de Accionistas y el Banco de Venezuela. Hasta su destrucción, funcionó allí el Banco Mercantil y Agrícola. Pero indudablemente que lo que mayor nombre popular dio a la Esquina de Camejo, fue que se congregase allí el pueblo para ver la Bajada de los Reyes Magos (10,11).
Dentro del cuadrilátero histórico se encuentra este lugar, hoy atravesado por la avenida Urdaneta. En el sito donde se levanta el edificio del Banco Central de Venezuela, fue erigido el Convento de las Monjas Carmelitas, quienes trabajaban en viandas y confituras para las familias caraqueñas de la época, hasta que Guzmán Blanco, en el año de 1874 decretó la extinción de las congregaciones religiosas en todo el país (12). Su inclusión en este trabajo se debe a que, probablemente, hayan podido servir de hospicio u hospital a mujeres pobres y enfermas en determinadas ocasiones, como parte de su trabajo social; pero no pasa de ser una especulación. Diagonalmente al convento, donde hoy está la oficina de Correos, se levantó la mansión del Marqués de Tovar, que según informe del Dr. José Domingo Díaz, en sus funciones de Inspector de Hospitales, sirvió de hospital en vista de las condiciones paupérrimas de las instituciones de la época (3,13).
Debe su nombre al convento de Monjas Concepciones que existió en aquel lugar en tiempos de la Colonia. Ese claustro fue fundado en una casa de dos pisos, a expensas de la señora Juana de Villela, viuda del Capitán Don Lorenzo Martínez, ambos de origen español; a principios del siglo XVII. Sólo se aceptaban mujeres blancas y era el único que poseía biblioteca. Cuando llegaron los tiempos de lucha por la Independencia, la Capitanía General de Venezuela obligó a la superiora del convento a convertir aquel sitio en prisión improvisada para Luisa Cáceres de Arismendi. Estuvo en actividad hasta el decreto de extinción de los conventos de 1874 (14). Al igual que en el caso de las Carmelitas, se plantea la posibilidad no sustentada por bibliografía, que haya podido servir a mujeres pobres. Sin embargo, y a decir de Herrera Luque, es posible que haya servido no sólo de reclusorio de jóvenes adineradas de la capital colonial, sino de maternidad improvisada en algunos casos (15).
También ubicada dentro del histórico cuadrado, esta esquina toma su nombre, como es bien sabido, del templo o iglesia de San Francisco, que fue la capilla del convento franciscano que luego sirvió de sede de la Universidad de Caracas, Universidad Central de Venezuela posteriormente. En esta iglesia no sólo se le dio a Bolívar el título de Libertador, también recibió su grado el primer médico venezolano, el Dr. José Francisco Molina, en 1778 (16-18). Según algunas referencias, en este convento también se debió dar algún tipo de asistencia hospitalaria (3).
Al igual que los dos conventos mencionados, el de San Jacinto, construido en el siglo XVI de los dominicos, otorgó su nombre a la famosa esquina (19) y sobre sus ruinas, producto del terremoto del 26 de marzo de 1812, se dio la celebre respuesta de Bolívar a la perorata del padre Sosa contra el movimiento independentista. Su relación con este trabajo se basa en una noticia publicada por el diario “El Independiente”, del 12 de febrero de 1867 donde se reclamaban los malos olores procedentes de esta institución (3). Sin embargo, vale la pena acotar que en la plaza frente al convento, que era sede del mercado, también se realizaban procedimientos quirúrgicos por los barberos, que para este fin montaban sus tenderetes (18).
Ésta es una de las pocas cuyo nombre ha perdurado sin cambio alguno desde los tiempos de la colonia, en los días devotos del Obispo Díez Madroñero, tiempo en que las calles de la ciudad fueron bautizadas con nombres de santos. Ya existía, entonces, la esquina con el nombre del ilustre sacerdote académico que allí tuviera su mansión, el padre Don José de Sierra, Capellán de las Monjas Concepciones, quien vivió en este sitio en 1766. Se incluye en este estudio porque este personaje se distinguió por sus acciones humanitarias y por sus sacrificios personales durante el terremoto y la epidemia de viruelas que azotó la ciudad en 1766, muriendo víctima de esta enfermedad que contrajo cuando se dedicaba a curar y proteger a los enfermos. También es célebre porque en ella vivió Francisco de Miranda (20-22).
Aquí se encontró la casa de habitación del Lic. Francisco Javier de Socarrás, médico cubano, conocido más por su altercado con las autoridades –por cobro de honorarios durante una epidemia de viruela y en la que se vió involucrado el Dr. Campins y Ballester– que por otra cosa. El académico de la historia Héctor Parra Márquez, en su famoso libro Sitios, sucesos y personajes caraqueños, cuenta cómo la viruela, la sífilis y la fiebre amarilla azotaban a Caracas durante la Colonia cuando un médico, Rafael Ellelker, a quien le decían “Don Rafael el Inglés” estableció una farmacia en Caracas. Este médico vendió luego dicha botica por setecientos pesos a Don Javier de Socarrás, quien fijó su residencia en una casa grande situada al lado del establecimiento que había comprado (23). La gente comenzó a hablar de “la botica de Socarrás”, para indicar cualquier dirección en el centro de Caracas. Aquella esquina quedó consagrada para siempre como “una de esas deliciosas vitrinas de la entrañable crónica caraqueña”, según las palabras del hoy injustamente olvidado gran periodista y escritor Ramón Díaz Sánchez (24).
Este lugar tomó su nombre por la presencia de la Casa de la Misericordia, institución que funcionó como hospicio y fue el primero de la ciudad en tener alguna “facilidad” para la atención de personas con desordenes psiquiátricos. Fue también –y por largo tiempo– lugar de reclusión de Joaquina Sánchez, cónyuge de José María España, y que según una leyenda, fue quien manufacturó la primera bandera nacional. Esta institución ocupa lo que es hoy en día el Parque Carabobo (3). Otra referencia anecdótica es que en esta esquina vivió Beatriz Peña, hija de un médico y quien fue la Reina de la Semana del Estudiante de 1928 (25).
Esta esquina ya no existe, y su nombre se originó del templo de San Pablo, erigido en 1580, a raíz de una de las tantas epidemias de viruela que asotaron la ciudad. Este templo fue el lugar donde se custodiaba la famosa imagen del Nazareno de San Pablo. Su relación con la medicina surge de la construcción a su lado, del primer hospital de la ciudad llamado Hospital de San Pablo el Ermitaño –construido por Martín Rolón y Pedro de Sanjuán– considerado el principal de la Provincia de Venezuela. A su lado, años más tarde, se levantó el Hospital de Caridad de Mujeres o de Nuestra Señora de la Caridad, con recursos donados por María Marín de Narváez (3). Tanto el templo, como el Hospital de San Pablo fueron derruidos durante el gobierno de Guzmán Blanco y actualmente se levanta en ese sitio el Teatro Municipal. En esa área se encontraba también la casa solariega de los Salias y de los Monagas, así como el famoso Hotel Majestic, donde se construyó el Centro Simón Bolívar. El hospital de mujeres, aparentemente sobrevivió hasta la inauguración del Hospital Vargas de Caracas, al trasladarse las pacientes (3).
Nombre tomado por el primer hospital para pacientes especiales, como fue el de San Lázaro, construido en el siglo XVIII para la atención o aislamiento de portadores de lepra. Y no sólo por el hospital tiene méritos para incluirla, pues en la vieja casona funcionó el Instituto de Medicina Experimental. Hoy en día forma parte de la avenida Bolívar y de terrenos frente al Nuevo Circo, pero persiste el nombre de la esquina (3).
En la esquina que antecede a la tristemente célebre esquina de la cárcel, conocida popularmente como La Rotunda, estuvo situado el hospital anexo al convento de los Padres Neristas, y como en otras ocasiones, dio nombre a la “Esquina de Hospital”. Se llamó, en los tiempos de la Colonia, esquina de “La Cárcel”. Luego el pueblo la bautizó “La Rotunda “ y hoy se llama “La Plaza de la Concordia” (3,26). Posteriormente, Guzmán Blanco ordenó la construcción del Hospital de Caridad para Hombres, en un inmueble en la misma localidad (3).
En La Pastora, sitio donde ocurrió el accidente que llevó a la muerte al Dr. José Gregorio Hernández, personaje más conocido por la leyenda popular que por su capacidad profesional y científica (27).
Existen otras relaciones de las esquinas de Caracas con la medicina, como Lazarinos, Capuchinos y otros, que no se han incluido. A manera de colofón, se podría dejar patente como esta tradición única en el mundo, se ha mantenido a pesar de los intentos –antiguos y recientes– de tratar de romper esa relación con algunos aspectos históricos para, muy probablemente, manipular y cambiar la historia oficial. Ejemplos que tenemos todos los días. Aun hoy, los nombres de las esquinas de Caracas tienen defensores y detractores. Unos consideran estos nombres expresión de la historia popular, del carácter y espíritu de la ciudad, nombres inseparables de su arquitectura. Otros creen que son rémora, testimonio de atraso, sinónimo de ridículo ante propios y extraños. Varios de esos nombres tienen una comicidad que rompe con la cotidianidad de la ciudad. Y terceros aparecen resplandecidos por cierto halo de misterio. Otros tienen olor de vida picaresca. La vida de la ciudad deja impresa sus huellas en esos nombres de calles, plazas y esquinas. Una vez se intentó colocarle números a estas esquinas para prescindir de la tradición, y hoy en día y también, pero todas las tentativas parecen orientadas al fracaso, pues los habitantes de Santiago de León no lo han permitido.