1 Presentado el 19 de marzo de 2003. Recibido 23 de junio de 2009.
Médico Pediatra. Doctor en Ciencias Médicas Profesor de la Cátedra de Puericultura y Pediatría. Facultad de Medicina. Escuela Vargas. UCV. Miembro de la Sociedad de Historia de la Medicina
Volumen 58, Nº 1-2, 2009
Se describe y analiza la vida y obra del médico venezolano José Manuel de los Ríos (1829-1914), pionero de la atención preventiva y curativa de los niños en Venezuela. Formó parte del personal médico caritativo del Asilo de Huérfanos de Caracas desde 1878. Organizó, junto con el Licenciado Agustín Aveledo, la Clínica de los Niños Pobres de Caracas (1889-1908). Creó junto con el Dr. Francisco A. Rísquez la Revista de la Clínica de los Niños Pobres, primera publicación periódica sobre medicina infantil en el país y en América Latina, de la cual se publicaron 215 números en 18 años. Creó la primera cátedra libre de pediatría en Venezuela. Se resumen sus actividades: su dilatada y valiosa labor docente en diversos colegios y en la Facultad de Medicina de Caracas, médico militar, filantropía y actuación política. Autor de numerosos libros de salud pública, pediatría, biografías, discursos, artículos científicos y de divulgación en revistas especializadas y en la prensa nacional. Orador elocuente, violinista y compositor. Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua Correspondiente de la Española y de la Academia Nacional de la Historia. Recibió numerosas distinciones tanto nacionales como extranjeras. Epónimo del Hospital Municipal de Niños de Caracas desde 1943.
Palabras clave: Pediatría. Historia. Venezuela. José Manuel de los Ríos. Revistas pediátricas latinoamericanas
Life and work of Jose Manuel de los Rios, Venezuelan physician (1829-1914), is described. He was a pioneer of preventive and curative attention of children in Venezuela. De los Rios began his pediatrics work at the “Asilo de Huerfanos de Caracas” in 1878. He organized and attended the “Clinica de los Niños Pobres” (1889-1908), and created the first Latin American periodical pediatrics journal called “Revista de la Clinica de los Niños Pobres”, publishing 215 numbers during 18 years (1889-1907). He created the first university pediatrics class in Venezuela and wrote numerous scientific articles and several books about pediatrics, public health, and gynecology. In addition he was a military physician, philanthropist, politician, eloquent speaker, violin player and music composer. He was also member of the “Academia Venezolana de la Lengua Correspondiente de la Española” and “Academia Nacional de la Historia”. In 1943 the main children hospital of Caracas was named after him.
Key words: Pediatrics. History. Venezuela. José Manuel de los Rios. Latin American pediatric journals.
Es muy posible que no haya en Venezuela un ágora más adecuada que el Palacio de las Academias para rendir un muy merecido homenaje al ilustre precursor de la pediatría nacional y latinoamericana, doctor José Manuel de los Ríos Fortique, ciudadano lleno de virtudes y de acciones importantes durante su larga y fructífera vida
Afortunadamente, el reconocimiento de los méritos es un valor que no caduca. El médico José Manuel de los Ríos, nacido en 1829, tuvo una vida ejemplar. La dimensión de su labor en diversos campos del saber y del hacer, merece un sitio muy especial en la historia de la medicina venezolana.
La necesaria limitación del tiempo de exposición, implacable censor, nos obliga a intentar una síntesis en la cual trataremos que no falte ninguna información valiosa.
La primera dificultad que se presenta con nuestro biografiado es enumerar sus actividades y logros. Podríamos comenzar por afirmar que fue un médico muy bien preparado en lo científico, clínico muy destacado y reconocido, que fue uno de los primeros médicos que se dedicó a la pediatría y a la puericultura en el país, pero también se destacó en ginecología y como médico militar. Profesor muy apreciado tanto en colegios de Valencia y de Caracas como en la Facultad de Medicina; pionero en publicaciones pediátricas, no sólo de nuestro país sino del Continente Americano, creador de la primera cátedra libre de medicina infantil en Venezuela, autor de numerosos artículos científicos así como de los primeros libros de puericultura y pediatría escritos en el país, pero también de obras sobre sanidad de puertos y de ginecología. Fue un escritor laureado por la Academia Venezolana de la Lengua Correspondiente de la Real Española, historiador, electo Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Historia hombre público, de conocida vocación y acciones caritativas. Secretario Privado del General José Antonio Páez, autoridad universitaria, músico, no sólo para ejecutar el violín con habilidad sino para componer algunas piezas musicales; orador muy destacado desde su época de estudiante de medicina, filántropo, hombre de arraigada fe católica y muy especialmente, ciudadano respetado y admirado por todos durante su dilatada trayectoria vital. Su conocimiento y sensibilidad social, manifestada en numerosos artículos y recogida en muchas anécdotas, revelan a un valioso defensor de la infancia y de su derecho a una vida plena. Sin abandonar la firmeza de carácter y convicciones; su reconocida bonhomía, sencillez y desprendimiento de lo material conforman una biografía digna de ser conocida y divulgada.
Imaginemos por un momento estar en la Caracas de 1889. Era una ciudad tranquila que no pasaba de sesenta mil habitantes. Esa tarde de mayo las calles estaban solitarias. Los caraqueños dormían su siesta habitual.
Un grupo de jóvenes, todos estudiantes de medicina de la Universidad Central, había entrado a la sala de una espaciosa casa ubicada a pocas cuadras de la Catedral, entre las esquinas de Palma y Miracielos, muy cerca de la Iglesia de Santa Teresa.
Sentados, abanicándose con el sombrero, por el calor reinante, esperaban que el insigne médico José Manuel de los Ríos diera comienzo a una reunión destinada a discutir y revisar los comentarios de diagnóstico y tratamiento de algunos niños enfermos, que acudían a la consulta médica gratuita que funcionaba en esa casa.
Habían sido invitados para asistir a una serie de sucesivas reuniones similares donde se discutirían casos de niños enfermos; esto nunca sucedía en la Escuela de Medicina.
Los estudiantes habían llegado temprano y hablaban en voz baja, casi imperceptible, por el respeto que les infundía el médico de blanca cabellera y finos modales a quien veían conversar con la madre de uno de los niños presentes. Comentaban sobre lo poco que sabían de enfermedades de los niños, a pesar de que muchos de ellos estaban a punto de culminar su carrera.
Los profesores de la universidad, rara vez se referían las enfermedades de los niños y los libros de texto de la época, tampoco lo hacían. No obstante, algunos sabían que en países como Francia y Alemania se hacía esfuerzos para atender y resolver los problemas de la infancia.
La enfermedad y muerte de los niños eran vistas por la población en general, como inevitables y hasta como una decisión divina.... ¡Un angelito más en el cielo!
Desde hacía cuatro meses funcionaba allí un dispensario de caridad, la Clínica de los Niños Pobres, destinada a la atención gratuita de niños enfermos. La casa pertenecía al acreditado Colegio Santa María. Cada día que pasaba venían más niños. Se había extendido una buena nueva entre las numerosas madres pobres de la ciudad capital. Los niños eran atendidos con mucho cariño, no les cobraban y hasta les regalaban los remedios…¡una verdadera bendición!
Había dos médicos que dirigían la reunión; además del viejo profesor, con gruesos bigotes blancos, estaba otro muy activo, era el Dr. Francisco Antonio Rísquez. Comenzó a hablar el Dr. De los Ríos y dijo: estimados jóvenes que habeis tenido la gentileza de aceptar nuestra invitación:
No es un curso de enfermedades de los niños lo que voy a daros: esto abarca amplias dimensiones que están fuera de mi tiempo y de mis propósitos.
Os he precedido en siete lustros en vuestra carrera: he anotado, en mis registros clínicos, hechos de interés: he seguido el rumbo de la buena doctrina como el más seguro guía en la práctica: en las páginas del gran libro de la naturaleza, siempre misterioso y lleno de enseñanzas, he hallado datos que han ilustrado mis juicios y rectificado algunas de mis apreciaciones: es el exiguo fruto de estos estudios lo que ahora os ofrezco, pequeño óbolo que espero que acogereis con benevolente atención. Comenzaremos por una ligera reseña del hombre en la primera época de la existen-cia(… ) posteriormente expondremos los tópicos más importantes de las patologías, su evolución y tratamiento ó procesos morbosos en los primeros años de la vida(….) Aquí teneis, en síntesis, lo más importante por lo que toca á la incipiente é incompleta organización del niño. Sólo rodeado de los cuidados del amor de los padres pueden disminuirse los peligros en tan temprana edad. Como veremos mas adelante es en la calidad de la alimentación que descansa especialmente la salud de ellos, tan sujeta por su misma naturaleza á alterarse fácilmente (1).
Las cuatro primeras lecciones tratarán sobre las nociones preliminares de las enfermedades de los niños, con una reseña anatómica y el proceso de desarrollo del primer año de vida, siguiendo al autor inglés Tanner; no olvidemos que el más exhaustivo examen, la más detenida observación se necesita para interpretar debidamente los complejos fenómenos que presenta este período de la vida(...) Posteriormente, en futuras reuniones, analizaremos los diversos procesos morbosos que aquejan a los niños (...) respondiendo a la clínica nacional (...) en la exposición de estas lecciones seguiremos los principios establecidos en las obras de Goodhart, West, Tanner, Hillier, Bouchut, Ellis, Fonssagrives, Hatfield, Dujardin, Beaumetz y otros, ajustándonos a las condiciones topográficas y climatéricas de este país e incorporando nuestras propias observaciones (2).
Al terminar el Dr. De los Ríos la presentación del curso, intervino el joven Dr. Rísquez, describió la historia de un niño con fiebre, llevado a esa consulta dos días antes y traído de nuevo esa tarde, sin mejoría. Algunos estudiantes hicieron conjeturas sobre las posibles causas de la fiebre. Los profesores orientaron la discusión… prosiguió la reunión...
Esa tarde estaban todos asistiendo, sin saberlo, a la primera clase formal de pediatría en el país. Tanto la Clínica de los Niños Pobres, como su revista homónima, permanecerían 18 años más. Era el inicio de una valiosa institución pionera en la medicina venezolana. La medicina relacionada con los niños había llegado a Venezuela para quedarse.
El 29 de noviembre de 1829 había nacido José Manuel de los Ríos en Valencia[2]. Su infancia coincide con un período de gran agitación y significado histórico para Venezuela: Seis días antes de su nacimiento, dentro del marco del movimiento separatista denominado “La Cosiata”, (1826-1830), una asamblea popular reunida en Valencia, convocada por el Gobernador había apoyado la separación de Venezuela de la Gran Colombia. La ciudad era un hervidero de opiniones. Con el apoyo del General José Antonio Páez propusieron al Congreso Constituyente la separación definitiva de Venezuela de Nueva Granada y Quito, lo cual se concretó en 1830, el mismo año en que mueren Sucre y Bolívar. El país permanecerá bajo el mando de Páez hasta enero de 1835. Comenzaba la vida republicana independiente para nuestro país y el epicentro de todos los cambios políticos estuvo en Valencia, su ciudad natal. Venezuela se conformaba como república independiente.
[2] En diversas publicaciones aparecen fechas diferentes. Esta información proviene del Libro de Bautismo “B”, N° 33, folio 17, Catedral de Valencia, Estado Carabobo. 1829, copia del documento: gentileza del Historiador, Profesor Luis Cubillán.
Es por esta época cuando la familia Ríos-Fortique vio nacer a quien sería, entre muchos otros méritos, el iniciador de los estudios pediátricos en Venezuela. Sus padres fueron el abogado José Manuel de los Ríos García, (1802-1878) y la Sra. Ignacia Fortique. Sus abuelos fueron el Sr. Manuel Bernardo de los Ríos, nacido en España, en la ciudad de Granada, (Andalucía), quien llegó a Venezuela para encargarse del Estanco del Tabaco en Orituco y contrajo matrimonio con la Srta. Josefa García, natural de Guarenas.
En 1827, el abogado de los Ríos, después de graduarse como Doctor en Jurisprudencia Civil y de Abogado de la Gran República de Colombia, fijó su residencia en Valencia, donde ejerció su profesión en el acreditado bufete del Dr. Miguel Peña, colaborador muy cercano del General José Antonio Páez. Luego fue elegido Diputado por Valencia al Congreso Constituyente de 1830. El abogado de los Ríos fue de los pocos hombres que defendieron al Libertador cuando se trató de proscribirlo de la patria. Su esposa, la Sra. Ignacia Fortique, madre de nuestro biografiado, pertenecía a la distinguida familia valenciana del Obispo Mariano Fernández Fortique y del diplomático Dr. Alejo Fortique (3).
Su vida la vemos transcurrir en cuatro grandes etapas: La infancia y adolescencia, en Valencia, los estudios de Medicina en Caracas, el regreso a Valencia para iniciar su ejercicio profesional y finalmente, una prolongada y fructífera permanencia en Caracas.
La primera parte, junto a sus padres y sus tres hermanas –Josefa María, Concepción y Nieves– tiene lugar en Valencia, ciudad de unos 7.000 habitantes, seguramente fue similar a la de cualquier joven de la época, en un hogar modesto de medianos ingresos.
Su padre ejercía como abogado, dos de sus hermanas, las mayores, se dedicaron, durante varios lustros, a labores de educación de señoritas en Valencia, ciudad donde el joven José Manuel cursa las primeras letras, primaria y secundaria. Inició los estudios de Filosofía en 1845. Simultáneamente ejerce la docencia en el Colegio Nacional de Carabobo, donde dicta clases de Química y de Anatomía.
Siguiendo una vocación que mantendría toda su vida, estudia música y aprende la ejecución del violín, en lo cual logró destrezas poco conocidas debido a su proverbial humildad.
La segunda etapa (1848-1854), transcurre en Caracas, donde llega de 19 años, ingresa a la universidad donde culmina los estudios de Filosofía y estudia Medicina. Al mismo tiempo trabaja como profesor en el Colegio Salvador del Mundo, dirigido por Juan Vicente González y ubicado entre las esquinas de Veroes y Jesuitas.
En 1848 inició sus estudios médicos. Fue discípulo de José María Vargas, (1786-1854): El joven De los Ríos fue un excelente estudiante según afirma José María Manrique: “y es fama que en todas las clases logró distinguirse, mereciendo siempre honrosas recomendaciones y elogios de los catedráticos” (4). El 17 de diciembre de 1854, recibe el grado de Licenciado en Medicina y el de Doctor en Ciencias Médicas. Sus compañeros lo designan para que presente el discurso de orden, el cual fue positivamente comentado por su elevada calidad literaria. Para ese momento tiene 25 años de edad. Durante la tercera etapa, corta como la anterior, inicia su trabajo profesional en su ciudad natal. El año siguiente por solicitud de las autoridades elabora una “Memoria sobre la fiebre amarilla de Valencia” (5), eran días aciagos por la epidemia de “vómito negro” que asolaba la región.
El 24 de diciembre de 1856 contrae matrimonio, en Caracas, con la Srta. Carolina Llamozas con quien regresa a Valencia para establecer su nuevo hogar. Allí, además del ejercicio médico privado, es profesor de Química y de Anatomía en el Colegio Nacional de Carabobo. Al mismo tiempo desempeña actividades de tipo político y funciones de Médico Militar.
Mientras tanto, el país permanecía sumido en la pobreza. Las epidemias de fiebre amarilla y de cólera diezmaban a la población. La expectativa de vida no llegaba a los 30 años. Era un país enfermo tanto en lo sanitario como en lo social. No obstante, llegaban algunos adelantos técnicos como el telégrafo, que en 1856, comunicaba a Caracas con el puerto de La Guaira y se extendió hasta Valencia y Puerto Cabello en 1858.
Después de 8 años, en 1864, la pareja decide abandonar la ciudad de Valencia debido a razones de salud de su esposa, la Sra. Carolina, así que retornan a Caracas donde el joven médico reinicia, a los 35 años, su actividad profesional. El cuarto y último lapso previsto en este análisis, es el más largo y productivo dentro de su prolífera vida, cuando logra su madurez profesional así como mayor estabilidad familiar y social.
En 1866 nace su único hijo, José Manuel de los Ríos Llamozas, quien tendría una corta, pero brillante trayectoria como médico-cirujano (1866-1912).
En la capital permanecerá 50 años más y desarrollará múltiples actividades que dejarán profunda huella, especialmente en la medicina nacional. Analizar sus aportes durante su permanencia definitiva en Caracas y en especial su actividad como pediatra y maestro de las nuevas generaciones, caracterizada por una comprometida vocación de servicio, nos obliga a separarlas artificialmente en varios aspectos: médico, filántropo, hombre público, académico, educador, literato y músico. Su actividad médica fue muy variada e innovadora. Dedicaremos mayor extensión a todo lo referente a la pediatría por ser el área en la que desarrolló la más destacada y brillante labor.
Fue casi contemporáneo de tres pilares funda-mentales de la medicina: Rudolf Virchow (1821-1902), Louis Pasteur (1822-1895) y Robert Koch (1843-1910). Virchow es considerado como el padre de la teoría celular y uno de los pioneros de la medicina social. La teoría de los gérmenes de Pasteur se publica en 1878 y las Reglas de Koch en 1882, a lo que se suman los cambios filosóficos, las nuevas teorías como el Darwinismo, y el Positivismo; esta última orientación filosófica propuso salidas y debates de las ideas, permitiendo cambios muy importantes en la sociedad de su tiempo.
Como consecuencia de la gran agitación político-militar de la época que le tocó vivir, hubo de participar como médico militar y como miembro de un sector de la política.
En 1858, en Valencia, a los pocos años de graduado, fue designado Médico Jefe de los Hospitales, durante la Revolución de Marzo, encabezada por Julián Castro, (1805-1875), quien desde Valencia, como Gobernador de Carabobo, realiza ese año, una insurrección contra el presidente José Tadeo Monagas, liquidando así el decenio de mando de los hermanos Monagas. La Revolución de Marzo fue el preámbulo de la Guerra Federal o Guerra Larga.
Manrique comenta favorablemente el hecho de que el Dr. De los Ríos haya sido designado en forma sucesiva para esas funciones por ambos bandos en pugna; tal era su dedicación a los heridos y enfermos de uno y otro grupo. El General José Loreto Arismendi, quien dirigía a las tropas federales triunfadoras, le propuso, en prueba de reconocimiento, aumentarle el sueldo de 180 a 800 bolívares. La respuesta fue la de siempre, “como se trataba de servir á los infelices, desde luego aceptó el encargo, pero no el sueldo que se le ofrecía”(6).
Desde el punto de vista político, según una nota de prensa aparecida en El Universal, “vivió afiliado al partido conservador, cuyas doctrinas defendió siempre con valor y convicciones”(7). En este sentido destaca su actuación como secretario privado y médico personal del presidente José Antonio Páez, entre 1862 y 1863. Ese año nacía en Caracas el Dr. Luis Razetti, (1862-1932), otro gran valor de la medicina venezolana y defensor de la salud integral de los niños.
El 23 de abril de 1863, participó como delegado del gobierno paecista a la histórica reunión denominada “Asamblea de Paz”, donde se firmó el Tratado de Coche, en la hacienda del mismo nombre, en El Valle, a 8 km del centro de Caracas, que puso fin a la Guerra Federal, (20-2-1859 al 24-4-1863). En esa larga guerra, la más duradera después de la Guerra de Independencia, murieron entre ciento cincuenta mil y doscientos mil venezolanos, aproximadamente el 10 % de la población del país, tratando de resolver, sin conseguirlo, los problemas sociales que no habían desaparecido con la guerra de independencia. La escena de la Asamblea quedó plasmada en un conocido óleo realizado por Tovar y Tovar. En 1864 la joven pareja se traslada a Caracas, como ya se comentó, por razones de salud de su esposa. Posteriormente, en 1868, acompaña al general José Tadeo Monagas, como Cirujano Mayor de la denominada Revolución Azul que depuso al General Juan Crisóstomo Falcón de la Presidencia de la República. Catorce años después, en 1892, a los 63 años, durante la Revolución Legalista, dirigida por el General Joaquín Crespo, fue designado Jefe de los Hospitales y Ambulancias de Guerra de Caracas
En la Caracas aldeana de aquellos tiempos, el ejercicio de la medicina era básicamente, individual y particular, si se exceptúa la colaboración que algunos médicos prestaban a las instituciones de caridad, de iniciativa privada y caritativa, destinadas a las personas pobres, a los huérfanos y a los abandonados.
El 24 de julio de 1878, a raíz del terremoto de Cúa, se fundó el Asilo de Huérfanos de Caracas. Dos años después, en 1880, se creó allí la primera Consulta para Niños Pobres, atendida por su primer Director, el Dr. Juan Manuel Velázquez Level (1833-1886), de quien el Lic. Ramón Aveledo opinó: “tiene la satisfacción que estableciera la especialización de los niños entre nosotros”(8); ese año se incorporaron en esta consulta los Dres. José Manuel de los Ríos y Antonio Hernández.
En febrero de 1889, aparecieron algunos anuncios pegados en las paredes del centro de Caracas con el aviso: “Hay Clínica y medicamentos para los Niños Pobres en el Colegio Santa María”. Se iniciaba así, la actividad asistencial y benéfica de esta organización caritativa, creada por el Dr. José Manuel de los Ríos, junto con el ingeniero y educador, licenciado Agustín Aveledo.
Figuraba como colaborador el Dr. Francisco Antonio Rísquez, (1856-1941), quien participó activamente los primeros años como adjunto del Dr. De los Ríos, quien se desempeñaba como Jefe de Clínica.
Funcionaba en una casa ubicada en la calle Sur 2, entre las esquinas de Palma y Miracielos N° 51. Las consultas se atendían diariamente entre 10:30 y 11:30 am; posteriormente, a partir de 1892, se extendió el horario y se recetaba también a los adultos.
Además de cumplir una labor asistencial excelente, esta Clínica se constituyó en una Cátedra Libre de Pediatría en la sede primigenia y se creó un órgano escrito la Revista de la Clínica de los Niños Pobres. En sus primeros números apareció un aviso: “Los Dres. De los Ríos y Rísquez han invitado a los estudiantes de Medicina para que concurran a la Consulta y han autorizado la entrada libre para todos los estudiantes que quieran asistir a la Clínica(...) El Dr. De los Ríos ha comenzado a dar lecciones sobre un Curso de Enfermedades de los Niños y el Dr. Rísquez a hacer explicaciones clínicas sobre las enfermedades que se presentan a la consulta” (9), actividad que compensaba la carencia de enseñanza formal sobre el niño sano y enfermo en la Facultad Médica de la época. Esto sería comentado ampliamente, 57 años
después, por el Profesor Dr. Pastor Oropeza en una clase inaugural del Curso de Puericultura y Clínica Pediátrica, cuando afirmó, entre otros elogiosos comentarios, que “el Dr. José Manuel de los Ríos había sido el verdadero fundador de esa Cátedra”(10).
En el número 11 de la Revista el Dr. Rísquez celebra el primer año de actividades de la Clínica y comenta: “El progreso realizado (…) consistente en la anexión de un Botiquín a la Clínica, para despachar las prescripciones médicas en ella dictadas (…) constituye además, un centro más de aprendizage (sic) para los jóvenes que, al manejar los medicamentos, combinarlos y prepararlos se posesionan de sus propiedades para el difícil arte de formular (…) y llegan á amaestrarse en la delicada cuestión de la posología infantil” (11). Vemos así una nueva mentalidad médica y el aprendizaje teórico-práctico del saber científico.
En 1900, J. M. de los Ríos, publicó el “Prontuario de Terapéutica preparado en la Clínica de los Niños Pobres” (12); para ese entonces se usaba el formulario “Bocquillon” (Formulaire des medicaments nouveaux et des medications nouvelles). En este primer formulario criollo, llama la atención el uso de sustancias autóctonas, así como la combinación con la terapéutica europea.
La Clínica de los Niños Pobres de Caracas funcionó hasta 1908. Esta institución fue la primera en el país que impartió docencia teórico-práctica en relación con la higiene materno infantil y a las enfermedades de los niños; además sentó los cimientos de la farmacología, la terapéutica y la posología infantil. Estas descripciones de las actividades de la Clínica de Niños Pobres y del Hospital de Niños “Linares” en el lapso 1889-1908, nos permiten asegurar que, en esos 18 años, surge un primer afianzamiento de la pediatría como especialidad científica, impregnada de filantropía y caridad, alrededor del sabio maestro y de sus colaboradores inmediatos.
El trabajo profesional de J. M. de los Ríos, se cumplió sin remuneración, en hospicios y hospitales tanto en Valencia como en Caracas y su actuación en las sociedades benéficas como el Asilo de Huérfanos de Caracas, la Obra Pía Requena, la Clínica de los Niños Pobres, el Hospital de Niños Linares, el Vínculo de la Caridad, la Sociedad Tributo a los Pobres y en otras obras pías, así como la serie de libros publicados, numerosos artículos especializados en higiene y enfermedades de los niños y una importante colección de artículos de opinión en periódicos de la época, muestran su permanente preocupación tanto por la salud del niño enfermo como por la higiene y la salubridad de la población. Fue fiel creyente de la educación de las familias, tal como se percibe en su columna, titulada “A las madres” publicadas junto con Manuel M. Ponte en Gaceta Científica de Venezuela entre 1877 y 1881.
Los apuntes biográficos existentes insisten en el carácter desprendido, bondadoso y filantrópico de José Manuel de los Ríos, no sólo con los pacientes y sus familiares, sino con sus colegas y amigos. Las publicaciones de la época señalan su carácter afable y su humildad extrema. En el prólogo de su laureado libro “Médicos Venezolanos”, Eduardo Calcaño, lo resumió así: “…nada le complace tanto al Dr. de los Ríos como reconocer y aplaudir el mérito ageno.(sic) Parece que para ponerle un contrapeso a su notorio catolicismo y a su respeto religioso por las tradiciones de la escritura, se haya propuesto desmentir a la Biblia en lo que ella llama ‘invidia medicorum’. No piensa sino en la gloria de los demás” (13)
De los Ríos dedicó más de la mitad de su vida profesional a estudiar las enfermedades de la infancia. En la revista Clínica de los Niños Pobres (CNP), en repetidas oportunidades, se leen sus opiniones e investigaciones, señalando la necesidad de resolver nuestros propios cuadros nosológicos, creando una clínica y una terapéutica adecuada a nuestro medio, comportamiento que deja ver una vez más su visión y actuación en la ciencia positiva. El lema creado por el Dr. José María Vargas: “Ninguna virtud honra más al médico que el desinterés y la beneficencia” que aparecía en las portadas de la revista CNP, fue una manera de rendir homenaje a su maestro y de identificar su actitud profesional. Fue sensible frente al niño enfermo; en cada una de sus lecciones describe la actitud del médico y el respeto a los pequeños pacientes; el hacinamiento y la miseria fueron su preocupación. En los trabajos publicados en la citada revista, las señaló como principales causas de las enfermedades infantiles, denominándolas “miseria fisiológica”, citando al médico francés Ch. Bouchard.
Es indudable que su principal labor docente, clínica y de investigación la realizó en la Clínica de Niños Pobres del Colegio Santa María, en ella dejó además la impronta de la más sensible y extensa bibliografía pediátrica venezolana de su época y la germinación de la primera Cátedra de Pediatría del país; asimismo en el Hospital de Niños “Linares” fomentó y coordinó ciclos de charlas científicas y formó parte de la Junta Administradora de ese Hospital. En el ejercicio privado de la medicina fue igualmente exitoso: Archila se refiere a él como el médico de la más numerosa clientela en su época; F. A. Rísquez lo expresó así: “La numerosa clientela privada del Doctor Ríos habría abrumado a cualquier otra naturaleza que no hubiese sido la suya; pero su espíritu eminentemente caritativo, aquel desprendimiento que le hacia pasar por el práctico menos exigente en materia de honorarios, le daban alientos y le abrían campo para dedicar una o más horas diarias a servir una Clínica de Niños Pobres, fundada por él, a atender a los huérfanos del Asilo de Caracas, a numerosas obras de caridad practicadas a escondidas, y aún le quedaba tiempo para borronear las cuartillas del libro, preparar las columnas del periódico, meditar las innumerables páginas que se le veía escribir dentro del mismo coche que lo arrastraba de una casa a otra, de un extremo a otro de las ciudad y de las poblaciones inmediatas y aun lejanas, siguiendo sin descansar el hilo interminable de su afanosa profesión” (14).
Así fue el ejercicio profesional de este maestro: compartió la atención de los enfermos, la enseñanza a las madres, la formación clínica y académica, la labor caritativa, la investigación y la divulgación de esta continua actividad, a través de una profusa bibliografía, a lo que se suma su polifacética vida.
En una ciudad todavía de aspecto colonial, con poco más de setenta mil habitantes y trece mil casas, inauguró el Hospital Vargas, el 1° de enero de 1891, de acuerdo con los más modernos adelantos, tanto en lo arquitectónico como en la dotación, organización y funcionamiento. Su influencia sobre la formación de los médicos fue muy importante, contribuyó de manera absoluta a la modernización y a la reforma de los estudios médicos en el país. Fue el primer hospital de su tipo en Venezuela; el concepto de beneficencia y caridad, en manos privadas, era sustituido por primera vez en el país, por una nueva filosofía de atención médica científica y social, asumida ahora por el Estado. El Dr. José Manuel de los Ríos formó parte de la Comisión redactora del primer Reglamento y de la primera Junta Administradora del Hospital en agosto de 1891. Por esa misma época, su hijo y homónimo ingresó como cirujano en dicha Institución.
Sin el Hospital Vargas es difícil concebir la existencia del proceso llamado Renovador, momento estelar de la medicina venezolana, impulsado por un valioso grupo entre quienes estaban: Luis Razetti, Santos Dominici, José Gregorio Hernández, Francisco Antonio Rísquez, Rafael Rangel, Pablo Acosta Ortiz y por supuesto, el maestro José Manuel de los Ríos.
El Hospital Vargas no dispuso de salas de pediatría hasta 1909; tampoco existía una asignatura clínica sobre las enfermedades de los niños, es decir con actividades prácticas destinada a la puericultura o a la pediatría generalmente con pacientes hospitalizados. Sólo se impartían algunos conocimientos de higiene pública y de las enfermedades propias de la infancia, como aspectos teóricos, estos últimos de poca trascendencia y continuidad dentro de los estudios médicos, incluidos generalmente en las clases de Obstetricia. Mientras tanto, a partir de 1895, por insistencia de Razetti se habían creado dentro del programa de formación de los médicos en la Universidad Central las asignaturas clínicas de Obstetricia, Clínica Quirúrgica y Clínica Médica (Plan Razetti).
En el citado plan de estudios planteado por Razetti, se comenta la necesidad de establecer “asignaturas clínicas: médica, quirúrgica, de partos, de enfermedades de la piel, de pediatría” y propone por primera vez una asignatura denominada “Clínicas de partos y pediatría”, ubicada en el último año de la carrera (15). Esta propuesta solo se logrará, para la pediatría, en 1940, cuando se creó, durante la presidencia del Gral. Eleazar López Contreras, en el Hospital Municipal de Niños de Caracas, la asignatura Clínica Pediátrica y Puericultura de la Facultad de Medicina de la UCV.
A cuatro años del funcionamiento de la Clínica de Niños Pobres del Colegio Santa María y a dos años de la apertura del Hospital Vargas, se inauguró el primer hospital de niños del país. El 23 de julio de 1893 abrió sus puertas. El rico comerciante Juan Esteban Linares[3] había donado doscientos mil bolívares para construir esta obra, la cual venía a llenar un vacío en la ciudad. El edificio es el mismo que ocupa hoy día el Hospital “Carlos J. Bello” de la Cruz Roja Venezolana en la parroquia de Candelaria. El ingeniero Agustín Aveledo confeccionó los planos. La ceremonia de apertura fue presidida por el presidente Joaquín Crespo y su esposa Doña Jacinta, además de una nutrida representación social, eclesiástica y política; el anhelado hospital de niños por fin era inaugurado.
El Hospital de Niños descrito por los doctores Razetti y Rísquez en un editorial de la Gaceta Médica de Caracas, firmado L. R., aseguraba que ofrecería el mejor servicio médico, tendría la primera sala de operaciones basada en las teorías y adelantos de la asepsia; su construcción estaba inspirada en los modernos nosocomios franceses de la época, especialmente en el Hospital Necker de París; estaba previsto para 50 camas y sería administrado por una junta de personas notables (16).
En este editorial se agradeció el apoyo de los Dres. Aveledo y Ríos y se le calificó como muy superior al Hospital Vargas. Igualmente se recomendó la apertura de concursos para la selección de su personal. Entre 1893 y 1895 había atendido 2.334 niños.
Esta institución, así como las clínicas de niños pobres, que las hubo en diversas ciudades del país, tuvieron un marcado énfasis religioso y benéfico, en ellos se atendía, básicamente a niños pobres, hijos de la miseria, del analfabetismo y la ilegitimidad; en estos centros se conjugaron ciencia, caridad y beneficencia. Los médicos se entrenaban y especializaban alrededor del ejercicio profesional, los nuevos paradigmas encontraron asidero y favorecieron el surgimiento de las primeras especialidades; fue un centro académico donde privó la voluntad de atender y enseñar.
En este centro se dictaron importantes conferencias médicas, muchas de ellas se encuentran reseñadas en la revista Gaceta Médica de Caracas; entre ellas el “Primer curso libre de cirugía infantil dictado por el Dr. Juan Manuel Escalona (1856-1896).
Para 1904, el hospital confrontaba problemas económicos y solo albergaba 16 pacientes. Se recomendó que “se abriera un Servicio de Pediatría en el Hospital Vargas”, lo que se decidió en 1907, pero no ocurrió sino en 1909 (17).
El hospital dejó de funcionar en 1908 debido a grandes problemas económicos de su benefactor, Don Juan Esteban Linares, quien se encontraba en quiebra debido a la disminución de los precios del café y la grave depresión económica del país; moría así otra gran ilusión científica y de asistencia benéfica a los niños.
La literatura pediátrica venezolana y su relación con la publicada en otros países ha sido objeto de un exhaustivo análisis por la Profesora Consuelo Ramos en su “Historia de la Bibliografía Pediátrica. Venezuela 1830-1908” (18), con lo cual se rescata un valioso tesoro bibliográfico que yacía escondido en los anaqueles de la Biblioteca “Ricardo Archila” de la Academia Nacional de Medicina y la Biblioteca Nacional. Muchos de los datos bibliográficos que se citan en este trabajo han sido tomados de dicho estudio.
La contribución pionera del Dr. José Manuel de los Ríos a la literatura pediátrica venezolana data de mediados del siglo XIX; ya en 1855 publica sus primeros trabajos y permanecerá escribiendo hasta 1910 aproximadamente. Sus artículos aparecen en casi todas las publicaciones científicas de la época. Muchas veces, utilizó su columna para dar consejos y llamar la atención sobre la falta de higiene y las precarias condiciones de salud en nuestro país. Publicó 14 libros, nueve sobre temas pediátricos, tres de salud pública, uno de ginecología y uno sobre biografías de médicos. De algunos de ellos se publicaron varias ediciones.
Su primera publicación científica, fue una Memoria sobre la Fiebre Amarilla en Valencia, (1855), ya citada, tema que había presentado como Tesis doctoral en 1854.
De esta primera etapa, antes de 1889, Ramos localizó 25 artículos referidos a enfermedades infantiles, atribuidos al maestro De los Ríos; 18 de ellos publicados en la La Unión Médica, revista con la que colaboró en el lapso 1881-1885.
En 1868, escribió, junto con Calixto González “Memoria sobre las enfermedades de Caracas y los medios para combatirlas” (19), la cual no hemos podido localizar.
Para 1874, José Manuel de los Ríos escribió “Principios Elementales de Higiene. Tratado elemental de higiene pública y privada”, del cual se publicaron tres ediciones, con algunas variaciones en el título; la última de ellas en 1890, titulada “Principios elementales de higiene: dispuestos en forma de diálogo, adoptado por el Gobierno Nacional como Texto de las Escuelas Federales”. En ellos se puede leer: “...la higiene es una ciencia universal que debe ser conocida de todo el mundo...”, y comenta: “cuántos males de evitarían durante la niñez si nuestras madres conocieran los preceptos de la higiene. Su educación debe iniciarse en la casa y continuarse en la escuela...” (20) Esta revisión permite considerarlo como uno de los primeros libros venezolanos dedicados al cuidado de los niños, junto con el pionero “Higiene y educación de la primera infancia” de A. Frydensberg publicado en 1879 (21).
En 1876 publicó “Conferencias Ginecológicas”, cuya segunda edición apareció en 1881, como texto para la enseñanza (22). En el ámbito bibliográfico, para 1879, en EEUU de Norteamérica, se publica el primer repertorio o índice bibliográfico médico, el “Index Medicus: Current Medical Literature of the World” (23). Allí, bajo el epígrafe “Children diseases and hygiene”, (enfermedades de los niños e higiene), aparecen indizados los dos primeros médicos venezolanos en dicha publicación; son los Dres. José Manuel de los Ríos y Eliseo Acosta, el primero de los trabajos trató la “Nictalopia, curada con el sulfato de quinina”, publicado posteriormente en Escuela Médica en 1882 y el segundo sobre “Lecciones orales sobre enfermedades de los ojos” publicadO en La Unión Médica en 1881. En 1881 publicó, junto con los Dres. Martín Herrera y Nicanor Guardia, un Código de “Sanidad de puertos”(24).
El comienzo de su segunda etapa bibliográfica está dedicado principalmente a la infancia, coincide con la fundación de la Clínica de los Niños; allí inicia la publicación de la “Revista Clínica de los Niños Pobres” cuya importancia destacaremos aparte.
De esta época datan, entre otros, en 1889: “Lecciones sobre las enfermedades de los niños” publicada por la. Tip. Comercio, 120 p,(25); “Notas Clínicas”, 1898 (26); “Lecciones orales sobre las enfermedades de la Infancia dadas en la Clínica de Niños Pobres”. Imprenta La Religión. 1900 (27), y reimpresa en 1910; “Prontuario de terapéutica, preparado en la Clínica de Niños Pobres”(1900)(28); “Notas prácticas recogidas en la Clínica de Niños Pobres” (1901) (29), el cual permitió divulgar dosificaciones pediátricas, adaptadas a las necesidades de la Clínica y del Hospital de Niños “Linares”, donde también se desempeñaba el ilustre maestro como pediatra. A estos libros se suma una serie de publicaciones de carácter literario, para un total de más de diez publicaciones. Los más conocidos son los apuntes biográficos o “Rasgos y perfiles biográficos de médicos venezolanos” recogidos en su laureado libro titulado Médicos venezolanos (30).
El 1° de junio de 1889 circuló el primer número de esta primogénita revista, es decir, cuatro meses después de la inauguración de la Clínica del mismo nombre, en un local del Colegio Santa María, dirigida por los Dres. De los Ríos y F.A. Rísquez. Su objetivo quedaba claramente expreso cuando señalaban que estaba “dedicada a la salud y a las enfermedades de los niños” (31). Sin saberlo, estaban creando la primera publicación periódica pediátrica de América Latina. Este periódico mensual era distribuido en las boticas (farmacias) de Caracas, se entregaba gratuitamente en los tres primeros días de cada mes. Su costo era asumido por la sociedad caritativa “Tributo a los Pobres”. De los 250 números publicados se conservan 210.
El “pequeño periódico”, como lo llamaban sus directores, incluía en sus páginas: artículos originales, reseñas bibliográficas, noticias de eventos científicos nacionales y extranjeros, movimiento y denuncias sobre epidemias y condiciones sanitarias nacionales, casuística de la Clínica y su evolución, datos estadísticos, normas sanitarias, educación para la salud a través de artículos dedicados a las madres, terapéutica pediátrica, perfiles biográficos de eminentes médicos venezolanos, avisos, apuntes tomados en las lecciones impartidas en la Clínica, y posteriormente, en el Hospital de Niños “Linares”, entre otros.
La actualidad científica europea fue una de sus principales preocupaciones: los aportes de los autores más destacados en medicina infantil, tales como Rilliet, Billard, Barrier, Vogel, Trousseau, West y Bouchard, entre muchos otros, eran traducidos y comentados en la revista.
En la revista CNP, José Manuel de los Ríos publicó más de 60 artículos referidos en su mayoría a enfermedades frecuentes en la infancia.
En múltiples oportunidades sus trabajos señalaban el papel decisivo de la pobreza y la ignorancia en la frecuencia así como la gravedad de las enfermedades infantiles, por ejemplo:
La mayor parte de la clase pobre de esta ciudad vive en piezas estrechas o aglomeradas, en espacio relativamente pequeño para el número de personas que la habitan; el aire, por lo tanto, está viciado por las emanaciones animales, aumentando de ordinario su descomposición, las circunstancias de excusados desaseados, de cloacas inmundas y, muchas veces, la aproximación de esos riachuelos cuyas aguas se detienen y fermentan en algunos puntos de su curso, y cuyo cauce es el lecho de basuras y deterioros orgánicos que constantemente arrojan a ellos. Agréguese a todo esto, la alimentación insuficiente y de mala calidad, y tendremos el cuadro etiológico de tales enfermedades (32)
La revista no era dirigida sólo a los médicos, también lo hacía a maestros, parteras, madres, etc., demostrando así una gran preocupación por la medicina preventiva, lo que luego se denominó “puericultura” así como por el papel que desempeñan otros profesionales en la protección y prevención de la salud materno infantil. Es importante destacar que un importante número de las primeras investigaciones y aportes nacionales en pediatría, encontró acogida en sus páginas.
En julio de 1907, según la información disponible, la publicación pionera en el continente americano, se distribuía por última vez, en las boticas de Caracas; era el número 215 (33), de una revista de publicación mensual, ininterrumpida, durante 18 años. Sus páginas son el mejor testigo de una nueva visión del niño en el final del siglo XIX y los primeros años del siglo XX. La naciente especialidad se nutría de ciencia, praxis médica, experiencia, filantropía y justicia. Fue un alerta y consejero de las jóvenes generaciones, educó a las madres y maestros venezolanos. Divulgó los nuevos adelantos científicos y denunció la pobreza, las endemias y epidemias.
Tendrían que pasar 32 años para que los Archivos Venezolanos de Puericultura y Pediatría, retomaran en 1939, esta noble labor que se mantiene hasta la fecha.
Su vocación docente fue el hilo conductor de casi todas sus actividades. Desde su juventud en Valencia enseñó Anatomía y Química, luego en Caracas mientras estudiaba medicina continuó su actividad en la enseñanza.
Trabajó como profesor en varios colegios. Su labor de 18 años en la Clínica de los Niños Pobres, al convocar a los estudiantes de medicina para enseñarles puericultura y pediatría, transformadas, muchas de sus disertaciones, en artículos y en libros. Las sesiones docentes en su casa, en horas de la noche para enseñar ginecología o disertar sobre las fiebres. Como opina F. A. Rísquez en la nota que publicó en Gaceta Médica, a los pocos días de su fallecimiento: “Era maestro como por una impulsión de su naturaleza; enseñaba como un desahogo de su abundoso saber” (34).
Posteriormente, su labor en diversos cargos administrativos en la Universidad Central, coincidiendo con las propuestas de Luis Razetti, en la cual se refería a “Clínica de Partos y Pediatría” (35), no pueden dejar de relacionarse con la incorporación, en 1895, de la materia pediatría en los programas del último bienio de la carrera. El Profesor Pastor Oropeza lo definía como “…el mejor pediatra venezolano de todos los tiempos (…) el verdadero fundador de esta Cátedra (…) clínico sagaz, escritor claro y preciso, maestro frente al niño enfermo”(36).
Señala Manrique que “desde los primeros años manifestó amor por las letras…” (37). En 1865 funda, con el Dr. Jorge González Rodil el periódico literario - político y científico “El Americano”, donde publica sus primeros artículos médicos y de opinión. Participó activamente en el desarrollo del periodismo científico venezolano, figurando como redactor de varias publicaciones como Gaceta Científica de Venezuela, en la que publicó una serie de artículos dirigidos a las madres de familia, igualmente en el “Boletín de la Facultad Médica de Caracas”, la “Unión Médica” y en la “Revista Mensual de la UCV”, donde aparecieron sus conocidas lecciones sobre las fiebres, recogidas por el Dr. Julio Arévalo; además, en los pocos números de “El Trócar” (órgano de la Sociedad de estudiantes de medicina del Hospital Vargas), publicó dos de sus lecciones dadas en la CNP del Colegio Santa María, recogida por los estudiantes que asistían regularmente a sus disertaciones.
En cuanto a la universidad y a las incipientes actividades gremiales de la época: en diciembre de 1868 había sido designado Vice-Director de la Facultad de Medicina por el Tribunal de la Facultad. El Dr. Elías Rodríguez ocupaba la Dirección y años después, de 1882 a 1883 fue Director de la última Junta del Tribunal de la misma facultad.
En 1881 fue designado Presidente de la Junta Directiva de la Facultad de Medicina y en 1894 fue Vice-rector de la Universidad Central-
Siendo Presidente de la Facultad de Medicina, fue elegido Presidente del Colegio de Médicos, del cual fue Miembro Fundador, pero renunció el mismo día por considerar que “no creía cónsona con los principios republicanos la acumulación de poderes en un solo individuo” y así declinaba el honroso cargo con que el Colegios de Médicos lo investía (38).
El Dr. De los Ríos fue un distinguido académico, Miembro de dos academias en Venezuela y una de Brasil: La Academia Venezolana de la Lengua, Correspondiente de la Real Española, lo admitió como Individuo de Número el 13 de noviembre de 1898. Su discurso de incorporación, titulado “Significación de las ciencias y las artes en el progreso de la humanidad” (39), constituyó una excelente demostración de su magnífica formación intelectual y brillante oratoria y fue contestado por el Dr. Rafael Seijas. En la cena homenaje ofrecida por la Sociedad de Caracas con este motivo, el Dr. Rafael Villanueva Mata, elogió ampliamente al Dr. De los Ríos en sus diversas virtudes ciudadanas y actividades científicas, discurso que fue publicado (40).
El mismo año, 1898, fue electo Miembro Honorario de la Academia de Ciencias de Brasil. Dos años después, en febrero de 1901, fue electo Miembro de la Academia Nacional de la Historia, pero no llegó a incorporarse.
Como escritor se distinguió igualente: fue autor de numerosas biografías de médicos venezolanos ilustres: Eliseo Acosta, Francisco de Paula Acosta, Carlos Arvelo, José María Benítez, Fernando Bolet, José de Briceño, Adolfo Frydensberg (h), Jesús M. González, Guillermo Michelena, Antonio Parra, Manuel Porras, Antonio José Rodríguez, José María Vargas, Manuel María Zuloaga y otros. La publicación de estas biografías en el libro Médicos Venezolanos, ya citada, fue premiada y extensamente elogiada.
En su infancia y juventud realiza estudios de teoría musical y de violín. Manrique, refiere que de los Ríos compuso algunas piezas y ejecutaba el violín con gran destreza pero sólo en veladas íntimas, dado su carácter reservado.
Además de las distinciones ya citadas, como académico y como escritor, recibió numerosos reconocimientos, entre ellas, la Medalla de Instrucción, la Orden Busto del Libertador en su Tercera Clase, Caballero de la Gran Cruz de San Gregorio Magno, Caballero de la Gran Cruz Isabel La Católica, la Medalla de Oro en la Sociedad Vínculo de la Caridad y la Orden Imperial Brasileña de la Rosa.
Su brillante oratoria, conocida desde sus días de estudiante universitario, hizo que en el centenario del natalicio del Libertador en 1883, se le designara Orador de Orden en la inauguración de la estatua de su maestro José María Vargas, ubicada desde entonces en el patio de la Universidad Central, en San Francisco (41). Su discurso fue ampliamente comentado y elogiado.
Varias publicaciones suyas fueron objeto de comentarios muy favorables en la prensa nacional y europea. Por ejemplo la prensa médica francesa reprodujo su trabajo sobre la curación de un fibroma uterino con inyecciones de ergotina y otro artículo sobre nictalopia. Paul Rodet hizo un honorífico juicio crítico de su libro “Conferencias Ginecológicas” en el Journal de Medicine de París. La Enciclopedia Farmacéutica de Barcelona, España reprodujo una publicación suya sobre erisipela y difteria. Su obra biográfica Médicos venezolanos fue premiada con medalla de oro, (primer premio) por la Academia Venezolana de la Lengua, Correspondiente de la Española (42).
En 1894 fue elegido Miembro Honorario de la Sociedad de Médicos y Cirujanos. En 1943, veintinueve años después de su deceso, se celebraron en Caracas las Primeras Jornadas Nacionales de Puericultura y Pediatría. Con ese motivo, el Concejo Municipal del Distrito Federal, aprobó la propuesta del Comité Organizador de dichas Jornadas, dirigido por el distinguido pediatra Dr. Espíritu Santo Mendoza, para darle al Hospital Municipal de Niños de Caracas, el nombre del Dr. José Manuel de los Ríos. Este Hospital, ubicado junto al Hospital Vargas, en la esquina de Pirineos en San José, había sido inaugurado en diciembre de 1936, e iniciado oficialmente sus actividades en febrero de 1937. La contribución del personal de este Hospital al progreso de la pediatría venezolana, en esos primeros años del post-gomecismo, fue decisiva. Trasladado en 1958 a San Bernardino, ha sido ampliado varias veces y continúa hasta nuestros días, como un homenaje vivo y permanente a la vida y obra del ilustre maestro, tal como consignaron los Concejales de la época su decisión en el acta correspondiente al 14 de diciembre de 1943: “...para perpetuar el recuerdo de un ilustre médico venezolano que se consagró a la protección de la madre y del niño”, según consta en el Acta correspondiente del Concejo Municipal de Caracas (43).
El Dr. De los Ríos fue amigo y médico personal del laureado pintor Arturo Michelena, (1863-1898), quien elaboró un magnífico retrato suyo, en óleo sobre tela, en el cual impresiona la fuerza serena y afable de su rostro. Esta obra pertenece a sus descendientes, la familia De los Ríos-Razetti (44). En la ilustre Academia Nacional de Medicina se conserva y exhibe una excelente copia de este cuadro, de similares dimensiones, recientemente restaurada, cuyo autor es el pintor Antonio Esteban Frías. Hay una fotografía suya en la Cátedra de Clínica Pediátrica y Puericultura de la Escuela Razetti, Facultad de Medicina de la UCV. En el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar se puede consultar otros datos iconográficos (45).
En Caracas, el 29 de marzo de 1914, año del inicio en Europa de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), a los 84 años de edad, se produce el ocaso de este valioso precursor de la medicina infantil en Venezuela, lo cual motivó sentidas palabras de condolencia y reconocimiento por parte de sus colegas, de diversos organismos y de la comunidad en general. En la esquela de convocatoria a su sepelio se refieren a él como el “Decano del Gremio Médico Nacional”. En el Cementerio General del Sur de Caracas, reposan sus restos. Su tumba, identificada por una sencilla lápida, está acompañada por una escultura que representa a dos niños.
En esa ocasión escribió F. A. Rísquez: “Enumerar los libros que publicó, los periódicos médicos que fundó o sostuvo, los artículos de medicina que produjo, los títulos científicos y literarios con que fue distinguido, los puestos de confianza y de honor casi todos de puro honor, a donde fue llamado, sería una larga enumeración, y mencionar siquiera los principales entre los merecimientos de su vida ejemplar sería excesivo para los límites de este artículo; porque no fue tan solo el sabio erudito, el maestro dilecto, el clínico profundo, el escritor variado, el publicista incansable, sino que fue además el médico caritativo, el facultativo filántropo, el práctico desinteresado, el caballero sin tacha, el noble amigo” (46).
Por escasas semanas le había precedido, en París, con sólo 49 años de edad, el deceso del Dr. Pablo Acosta Ortiz, brillante cirujano venezolano. En un lapso muy corto, el país perdió dos valiosos médicos que dejaron huella indeleble.
Para la pediatría venezolana, por coincidencia, once días antes de la desaparición física del Dr. De los Ríos, nacía en Odessa, puerto de Ucrania, en la URSS, la niña Liehka (Lya) Imber Barú, (1914-1981), quien desde muy joven se trasladaría a Venezuela donde fue la primera mujer graduada de médico en el país y desarrolló una muy valiosa y recordada labor pediátrica, especialmente en el área social.
Al mismo tiempo en Caracas, el joven Gustavo H. Machado (1897-1968), esperaba ingresar en la Facultad de Medicina de Caracas y un adolescente, Pastor Oropeza (1901-1991), estudiaba bachillerato en Carora, Estado Lara, su ciudad natal. Estos tres venezolanos, con el tiempo, serían los encargados, junto con un valioso grupo de colegas, de retomar la labor pionera del Dr. José Manuel de los Ríos y hacerla renacer 23 años después, a partir de 1936, con mucho éxito, en forma eficaz y duradera.