La influencia razettiana en los estudiantes de medicina

Br. Horacio Vanegas

Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).
Correo: horaciovan@gmail.com

Volumen 59, Nº 1-2, 2010 51

NE. Trabajo ganador del concurso Centenario del Natalicio del Dr. Luis Razetti, organizado por la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina en 1962. Fue publicado en Boletín del Concejo Municipal de Caracas (Enero 10, 1963: 64-68). La Comisión Editorial de la Revista ha considerado de interés su reproducción, como reconocimiento a la trayectoria científica del autor y una contribución a la divulgación de tan valioso aporte documental.

RESUMEN

Describe la vida y obra de Luis Razetti y la influencia de su vigorosa personalidad y su filosofía médica, en los estudiantes de medicina, especialmente en su formación profesional. Hace referencia a textos seleccionados, escritos por el maestro.

Palabras clave: Luis Razetti. Médicos venezolanos. Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina. Premio Luis Razetti 1962.

ABSTRACT

Describes the life and work of Luis Razetti and the influence of his forceful personality and his philosophy of medicine in medical students, especially in vocational training. It refers to selected texts written by the teacher.

Key words: Luis Razetti. Venezuelan phisicians. Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina. Luis Razetti Award 1962.


Mientras el tiempo transitaba desde el siglo diecinueve hasta el veinte, y junto con este, la medicina venezolana vivió un maravilloso período de innumerables adelantos que se ha dado en llamar el Renacimiento. Esta época brillante se debe a numerosos hombres valiosos animados por el más notable de todos, Luis Razetti, cuyo nombre identifica la medicina venezolana contemporánea. Fue la época de Pablo Acosta Ortiz, el notable cirujano y profesor, de José Gregorio Hernández, profundamente católico y esmerado experimentador y bacteriólogo, de Francisco Antonio Rísquez, innovador y alta figura universitaria, de David Lobo, el profesor y Rector, de Rafael Rangel, insigne laboratorista y parasitólogo, de Elías Toro, antropólogo y letrado, y de tantos otros valores inmortales en nuestra historia médica.

Después de la era esplendente en que José Vargas había dado caracteres precisos a la medicina nacional y había prácticamente creado la universidad venezolana, una etapa luctuosa fue lentamente obscureciendo los estudios y la profesión médica en nuestro país. Rísquez, Razetti y todos los de su época se graduaron en una universidad vetusta y empolvada donde un velo de desdén e indiferencia le daba un carácter macilento a los estudios médicos. Los viajes a Francia, para entonces la cima de la intelectualidad universal, avivaron los ánimos de quienes más tarde lucharían sin descanso por la recuperación de la universidad para el frente de la investigación y del saber. En diciembre de 1892 regresó Razetti de París con treinta años de edad y con un tesoro de ciencia nueva en su inquietud, ansiosa de trabajar, de crear, de innovar sobre los añejos elementos de nuestra universidad. Apenas al llegar, puso en marcha el proyecto que había concebido junto con Santos Dominici —según cuenta la historia, en un tranvía de París— y a los tres meses justos se estaba instalando la Sociedad de Médicos y Cirujanos de Caracas, la cual encomendó a Razetti la Dirección y Administración de su periódico Gaceta Médica de Caracas.

En 1893, Luis Razetti se incorporó definitivamente a la docencia universitaria, y en 1896 el Rector de la Universidad, que para entonces era el eminente filósofo Rafael Villavicencio, le ofreció la Cátedra de Anatomía. La creación de la Sociedad de Médicos y Cirujanos y la adjudicación a Razetti de la Cátedra de Anatomía marcan las fechas más importantes del comienzo de la incansable labor del Maestro. A partir de ella trabajó sin descanso, dejando a su paso la mayoría de los sucesos más importantes de nuestro Renacimiento Médico. Razetti no caminó solo, sin embargo. Participó junto con un brillante equipo de una época que, por una serie de razones —políticas, económicas, sociales, culturales— fue propicia para el desarrollo de ideas novedosas. Los estudiantes de medicina no eran, por supuesto, ajenos a todo este proceso y constituyeron elementos receptivos a las influencias de la cultura universal traídas, desarrolladas y magnificadas por los pensadores nacionales de la época.

No tenemos noticia de que existiera alguna agrupación estudiantil para los comienzos de esta etapa. En 1902, Razetti gesta la fundación del Colegio de Médicos de Venezuela y, en 1904, la Academia Nacional de Medicina. Para 1905 ya corrían casi trece años de influencia civilizadora razettiana, y fue entonces cuando un día 19 de noviembre un grupo de estudiantes se reunió en el Hospital Vargas y fundó la Sociedad Vargas de Estudiantes de Medicina, émula de aquella de Médicos y Cirujanos. Inmediatamente fueron organizados sus Estatutos y Reglamentos y fue constituida su Junta Directiva de la siguiente manera:

  • Presidente: Br. Francisco Mendoza
  • Vicepresidente: Br. G. López Borges
  • Secretario: Br. Eudoro J. González
  • Tesorero: Br. J.M. Romero Sierra
  • Bibliotecario: Br. J. M. Salmerón Olivares.

Posteriormente se creó el cargo de Subsecretario, el cual fue encomendado al Br. Domingo Luciani. Las finalidades de la novel agrupación eran (1)

  1. “La creación de una biblioteca médica moderna y de una sala de lectura
  2. La fundación de un periódico
  3. Luchar con energía y sin descanso contra el empirismo médico en Venezuela
  4. Conferencias científicas (...) dadas por médicos competentes sobre temas relacionados con las Ciencias Médicas y en especial con la Patología Tropical
  5. Fomentar la unión entre los estudiantes de Medicina.”

Razetti era un hombre altamente entusiasta y tenía la virtud de trabajar y de hacer trabajar a aquellos sobre quienes influía. Por eso no dudamos en la participación que como impulsor y animador haya tenido el Maestro en la creación de esta asociación estudiantil (2). Este fenómeno de la influencia de Razetti y los hombres de su época sobre los estudiantes fue inteligentemente comprendido por estos, quienes se daban perfecta cuenta de la ola de transformaciones e innovaciones que hacían progresar nuestras ciencias médicas. Muestra de ello son las entusiasmadas palabras de un estudiante(3):

“(...) nunca fueron como ahora la cátedra y el libro, el laboratorio y la Academia, campo abierto a la palabra de los sabios, que germinando como simiente providosa ha repartido a los cerebros el sazonado fruto de la Ciencia; ni más fecunda en conquistas para la medicina nacional la labor fatigante y generosa de los espíritus más altos que en nuestro medio intelectual, trabajan.”

La nueva generación que se levantaba no podía permanecer indiferente a estas manifestaciones del saber, y en pugna con los obstáculos más fuertes para dar forma a sus sueños de juventud, fundó la Sociedad Vargas de Estudiantes de Medicina.”

Lo mismo que sus experimentados y ejemplares profesores, los estudiantes laboraron con seriedad y con esfuerzo por el desarrollo de su pequeña institución gremial y científica. Pronto apareció el periódico, hijo primogénito de la Gaceta Médica de Caracas, que llamaron Revista de la Sociedad Vargas de Estudiantes de Medicina, en cuyas páginas puede seguirse la pista —permítasenos la expresión— de la labor de aquellos muchachos (4).

Este periódico apareció por primera vez el 1o. de enero de 1906 bajo la Dirección del Br. Rafael González Rincones, y desde entonces sirvió como difusor de las aspiraciones y las actividades de la Sociedad Vargas, así como importante tribuna desde donde erigieron los estudiantes de medicina sus opiniones y sus polémicas

Desde las páginas de la Revista fue desplegada una gran campaña de divulgación contra los “curiosos” y empíricos médicos, tal como se lo habían propuesto los estudiantes al fundar la Sociedad, ya que los empíricos y curiosos “por el hecho de degradar la moral médica y pervertir el arte, son un obstáculo a las Ciencias Médicas en Venezuela” (5). Encabezaron esta campaña los para entonces bachilleres Rafael González Rincones, Salvador Córdoba y E. Arria Ruiz, quienes escribieron encendidas páginas, además de las varias alusiones hechas con igual tono por la Redacción de la Revista.

La Sociedad Vargas creó una biblioteca que en su primer año de vida se vio nutrida por diecisiete donaciones de particulares escritas por autores como Le Dantec, Patrik Manson, Farabeuf, Vernier, Razetti, Rangel Dagnino, Toro, etc. Afortunadamente, el Presidente Cipriano Castro concedió a la Sociedad una asignación de doscientos bolívares mensuales, con la cual los regocijados estudiantes hicieron dos pedidos que incluían catorce libros de texto y diez periódicos y revistas médicos.

Las aspiraciones de los estudiantes de medicina no se quedaron en la creación de la Sociedad Vargas, como no se habían quedado las de Razetti en la fundación de la Sociedad de Médicos y Cirujanos. Animados por la enorme corriente civilizadora, desempeñaron un papel fundamental en la formación del movimiento estudiantil venezolano. Guiados por el ejemplo de sus colegas de medicina, los estudiantes de Derecho fundaron el 3 de marzo de 1906 el Liceo de Ciencias Políticas, organización gremial y científica, y el 1º de abril el Br. Jesús Rafael Rísquez presentó a la Sociedad Vargas su “Proyecto de Asociación General de Estudiantes de Venezuela”, el cual fue aprobado sin modificaciones; y de inmediato fue nombrada una comisión integrada por J. M. Romero Sierra, Temístocles Carvallo y el propio J. R. Rísquez para que llegara a un acuerdo sobre el proyecto con el Liceo de Ciencias Políticas. Y he aquí, brotado de los estudiantes de medicina, el maravilloso germen de lo que sería más tarde realidad con el nombre proyectado y luego con el de Federación de Estudiantes de Venezuela.

Una de las actividades más importantes de la Sociedad Vargas fue la organización de conferencias. En ellas los pensadores más evolucionados de la época expusieron los principios que orientaron la formación ideológica de los grupos estudiosos de Venezuela.

Portavoces de estas ideas en las conferencias de la Sociedad Vargas fueron el Dr. Elías Toro, el Dr. Guillermo Delgado Palacios, el jurisconsulto Dr. José Santiago Rodríguez -quien fue invitado a dar una conferencia sobre “Noción Contemporánea de la Pena y el Delito” y dos conferencias sobre “Sociología Criminal”- y, a la cabeza de todos, el Dr. Luis Razetti. Sobre ellos cayó la crítica injusta y desviada de los sectores más retrógrados de la sociedad caraqueña, ya que siempre mantuvieron, en la actitud ciudadana y en la intervención docente, una posición serenamente objetiva y rigurosamente atenta a la interpretación científica y antidogmática de los fenómenos naturales.

La época de Razetti tuvo una influencia ideológica fundamental sobre los estudiantes de medicina. Animados por un proceso de avance intelectual y alimentados por los conocimientos que recogían de las magistrales lecciones de antropología, a cargo de Elías Toro, las de física y química biológicas, en manos de Delgado Palacios, y las de anatomía, en la documentada palabra de Luis Razetti, aprendieron a conocer una naturaleza sin mañas y sin misterios, en la que la innegable evidencia de los hallazgos científicos y los resultados experimentales apartaba el velo de sombras que cubría al mundo de los seres animados aprendido en las páginas bíblicas, y proporcionaba un método racional para interpretar los fenómenos de la naturaleza.

Los precursores de esta era científica del conocimiento venezolano habían sido apreciados maestros de Razetti. La filosofía materialista había sido introducida entre nosotros por Adolfo Ernst en su Cátedra de Historia Natural y luego por Rafael Villavicencio en su curso de Filosofía de la Historia y en el de Antropología. Con ellos llegó a nuestra Universidad la hoguera luminosa donde Razetti, sus contemporáneos y sus discípulos recogieron el saber realmente científico y quemaron el libro de los dogmas. Desde su Cátedra de Anatomía, desde el atril de conferenciante, desde las páginas de la prensa y de sus libros, Razetti enseñó a sus discípulos y a toda Venezuela que el origen y la evolución de las especies naturales no era otro que el que demostraban Lamarck y Darwin; que el hombre era un Primate-Simio-Lipocerco*; que

* Es útil apuntar que la ubicación zoológica del hombre es la siguiente:
phyllum Chordata, grupo Craniata, clase Mammalia, orden Primates, superfamilia, Hominoidea, Familia Homonidae, Género Homo, especie Sapiens

“la vida es un proceso físico-químico que se verifica en la molécula viviente como resultado de las leyes generales de la materia y en el cual no hay intervención, ni remota ni actual, de ninguna fuerza o principio distinto de la energía,”

y que

“la vida psíquica, intelectual y moral del hombre es el resultado de la actividad funcional de las células nerviosas de la corteza cerebral que, como todas las células vivas, obedecen a las leyes generales de la materia organizada, es decir, que en su funcionamiento no interviene ningún principio superior o inmaterial”(7).

Estos conceptos, expresados en forma tan clara y sincera por un hombre del prestigio y la influencia intelectual de Razetti, estremecieron la estructura escolástica del pensamiento venezolano de 1904. Hacía 95 años de la publicación de la “Philosophie Zoologique” de Jean Baptiste de Lamarck, 71 del “Principles of Geology” de Charles Lyell y 45 del maravilloso libro “On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for the Life”, donde Charles Darwin había publicado las conclusiones de sus observaciones recogidas en el célebre viaje del “Beagle”, y aún en Venezuela se creía en las teorías creacionistas de Cuvier y se tenía al “Génesis” por toda explicación del origen del hombre. Contra este mundo chocó el profesor de Anatomía, y contra sus ataques, no siempre honestos y mesurados, tuvo que defenderse.

Razetti influía notablemente sobre sus discípulos. Era un excelente expositor y había revolucionado los estudios anatómicos, luchando contra numerosas incomodidades; era un hombre moralmente puro y de una gran verticalidad como ciudadano. Además, era amigo y consejero de los estudiantes, y nos relata Archila (6) cómo se le observaba con frecuencia en los pasillos rodeado de muchachos que le escuchaban regocijados de su sabia elocuencia. Fue un verdadero maestro que enseñó a los estudiantes a creer en la Ciencia, a aceptar solo las verdades demostrables, a rebelarse contra los dogmas que, por ignorancia, por temor, o por ambos, habían prevalecido en la mentalidad venezolana de su época y, como buen científico, respaldó sus ideas con profusión de hechos comprobados y de hallazgos irrefutables, lo mismo que Toro y Delgado Palacios desde sus cátedras respectivas.

Todo este ámbito maravilloso de ciencia nueva convenció a los estudiantes de medicina de la veracidad del materialismo y de las teorías evolucionistas y los condujo a la ruptura intelectual con los sectores que se opusieron con rabia a las enseñanzas razettianas, fundamentalmente la Iglesia católica y los conservadores más recalcitrantes de la sociedad venezolana.

Por eso desde las páginas de la Revista de la Sociedad Vargas se exponen en un Editorial (7) titulado “Conferencia del Dr. Elías Toro” (8) las recientes observaciones, teorías y descubrimientos que respaldan la interpretación científica de la evolución de las especies y luego se agrega:

“De aquí que la tesis del ilustrado profesor de antropología, con toda la importancia indiscutible que ella tiene, revista carácter de actualidad entre nosotros, donde todavía quedan reaccionarios sistemáticos que no ven en tan hermosa y sugestiva doctrina de la Descendencia la conquista de la verdad por el esfuerzo más gallardo del espíritu humano sino la obra de sacrilegio e impiedad creada al capricho para derrocar de sus cimientos doctrinas y sistemas religiosos.”

El mismo Elías Toro había sido objeto de las más severas críticas por parte de los personeros de la Iglesia, debido al estricto antidogmatismo observado en sus conferencias de la clase de Antropología. El Pbro. Jacinto Caballero en el artículo “Ciencia Antropológica” (9) afirma que en tales conferencias “(...) nos encontramos el ataque estúpido y vulgar con que se combate entre nosotros las doctrinas católicas (...)”, a lo cual respondió con aire de ofendido el Br. Juan Bautista Rodríguez en un artículo que llamó igualmente “Ciencia Antropológica” (10) que el principal opositor de las doctrinas católicas era el Dr. Luis Razetti y que su maestro jamás había dirigido ataques “estúpidos y vulgares” contra tales leyendas, ni mucho menos recurrido al tono injurioso que en no pocas oportunidades se empleaba contra él. En el artículo referido, a pesar de la salvedad que hace al comienzo al Dr. Toro, continúa el Pbro. Caballero diciendo que:

“No hay ninguna persona medianamente ilustrada que no sepa que en Antropología no hay nada rigurosamente cierto y que todo se reduce a hipótesis más o menos científicas”

a lo cual responde Juan Bautista Rodríguez(11):

“Yo le preguntaría a Caballero si las leyendas bíblicas satisfacen, hoy por hoy, a un individuo mediocremente instruído y exento de preocupaciones religiosas y si estas son más verídicas que las “hipótesis más o menos científicas” en que está basada la Antropología. Hay dos circunstancias o causas que motivan el escrito del Sr. Pbro. Caballero; una, “de ser esas conferencias la fuente donde nuestra juventud estudiosa ha de beber sus conocimientos en ese ramo del saber humano”. La otra es de “poder inducir a error el tono de seguridad con que se expresa el Sr. Dr. Toro, que puede dar ocasión a que sus discípulos crean que todos los hechos presentados por él son verdades demostradas e indiscutibles, siendo así que nada hay más contrario a la verdad que semejante creencia”. ¿Será mentira los estratos hulleros de Northumberland y de Sydney; los aluviones del Mississipi y del Nilo que forman los deltas de Nueva Orleans y Alejandría? ¿Será mentira los objetos encontrados por Burneister en el limo del Nilo? Mentira será también los restos humanos descubiertos en la caverna de Kent, los cráneos de Kanstad, de Neanderthal, de la Naluette. Los habitantes aborígenes de Australia, “peludos y malolientes”, superados en memoria por la urraca y los “Mallados”, no menos salvajes, verdaderos hombre-monos, citados por Buffon, será mentira? ¿Será mentira el Phitecantropo de Eugenio Dubois encontrado en Java en 1894?

Los conocimientos, los raciocinios que se desprendan de estos hechos podrán ser más o menos verídicos, más o menos científicos, pero sí serán mucho más adaptables, serán más cónsonos para un investigador, para un cerebro libre de nimiedades religiosas que la fantástica y simbólica narración del Paraíso, con su “costilla” consecuencial, que la detención del Sol, que el Paso del Mar Rojo, o que la presentación dramática de las Tablas de la Ley en el Teatro del Sinaí.

(...) Igual cosa que al Dr. Razetti y al Dr. Delgado Palacios, lo mismo que al Dr. José Santiago Rodríguez, de igual manera que a nuestro catedrático de Antropología ahora -de lo cual me extrañaba la tardanza- tratan los señores sacerdotes en las lecciones, en las conferencias que dan estos maestros de ver un fondo negro como sus sotanas, un abismo de iniquidad.” Tal era el entusiasmo con que los discípulos seguían a sus maestros en aquella estupenda cruzada contra una dictadura intelectual que veía alarmada cómo se estremecían sus bases ideológicas bajo el poder irresistible de la Ciencia.

Por eso los estudiantes respaldaron fielmente al Dr. Razetti y bebieron de su oratoria lo más hermoso del pensamiento filosófico. Asimismo salieron en su defensa cuando fue objeto de los ataques más diversos, y por ser leales a Razetti también fueron ellos objeto de frases injuriosas. En una nota editorial titulada “Qué es la Vida?” (11) fue elogiado “el interesante libro que sobre Biología publicó recientemente nuestro maestro el Ilustrado Dr. Razetti” en los siguientes términos:

“Este libro, que rompe el molde de la antigua tradición bíblica proclamando científicamente el origen simiano del hombre acaso sea visto por algunos espíritus con temor escrupuloso; pero para aquellos que no fundan sus creencias en doctrinas metafísicas inventadas por la piedad y amparadas en métodos filosóficos y ortodoxos, sino en verdades comprobadas en el campo de la observación experimental, seguidas a la luz de la Anatomía y la Fisiología Comparadas, este libro, repito, tendrá todo el interés que él representa y guarda para el porvenir de las Ciencias Médicas de Venezuela.”

En seguida saltó el periódico “La Religión”, el cual desde un editorial se expresó de esta manera:

“Nuestro primer impulso ha sido un sentimiento de tristeza por esa pobre juventud; que repite esas enseñanzas, creyendo con precipitación que ellas han destruído la labor de veinte siglos de civilización cristiana; y tristeza hemos sentido al pensar en el porvenir de nuestra Patria, si solo contara con una juventud materialista y atea.”

No se hizo esperar la respuesta de los estudiantes de Medicina. En su nombre, el Br. Salvador Córdoba exclamó (12):

“De labios de un filósofo contemporáneo recogemos estas palabras:

“No tenemos necesidad de Creencias, tenémosla del libre desarrollo del pensamiento para descubrir la Verdad (...).”

En efecto, cuando el Cristianismo triunfante de la Edad Media impone silencio a la filosofía con la clausura de las escuelas griegas, el pensamiento bajo su influencia no tiene otro horizonte que los misterios, ni otra atmósfera que la asfixiante y estéril de los claustros.

(...) A medida que el hombre penetra y sorprende el camino de luz por donde puede llegar a la verdadera explicación de los fenómenos naturales, más y más se aparta de la influencia cristiana, de una esterilidad desoladora y funesta.

(...) La juventud universitaria es evolucionista como podría ser creacionista si esta como aquella doctrina explicara los fenómenos naturales, no al amparo del milagro y la leyenda, sino a la luz de la observación y la experimentación.

(...) De aquí que el Dr. Razetti no haya infiltrado en nuestros espíritus ideas inventadas por pura vanidad especulativa: él no ha hecho sino “presentar a sus discípulos la Ciencia tal como es la Ciencia de hoy”.

(...) “La Religión” al exclamar “tristeza hemos sentido al pensar en el porvenir de nuestra Patria”, acaso no pensó en la intención de sus palabras hirientes. El adelanto científico de un país es el gran revelador de su grandeza.

(...) Es en la vida intensa de la lucha y el esfuerzo, no en el silencio de los claustros, en la pasividad vegetante de los templos, mascullando oraciones, que se lustra la Patria.

(...) Y entonces, ser católico significa ser patriota?

(...) Sustituid por un momento la cátedra por el púlpito, el libro de estudio por el misal, el laboratorio por el altar y así, marchando de espaldas a la Ciencia, marcharíamos de espaldas a la Patria.”

He aquí plasmada con profunda vehemencia, la simiente sembrada por los padres de las ciencias positivistas en nuestro país: Ernst y Villavicencio, los Precursores, y Razetti, el Paladín, quienes tuvieron valor, honradez e idoneidad para traer a nuestro medio obscurecido y aletargado por somníferas doctrinas la luz y el despertar maravillosos.

NOTAS

  1. Rev Soc Vargas Estudiantes de Medicina (1a. época). 1907;14:41.
  2. Para mayores detalles sobre la Sociedad Vargas, puede leerse un trabajo nuestro que aparecerá en el Nº 3 de la 3a. época de la Revista de la Sociedad Vargas de Estudiantes de Medicina.
  3. Editorial titulado “Progreso Científico”, firmado por la Dirección, que para entonces estaba a cargo del Br. Salvador Córdoba. Rev Soc Vargas Estudiantes de Medicina (1a. época). 1907;14.
  4. Detalles sobre esta publicación aparecen en un trabajo nuestro escrito para el Nº 2 de la 3a. época de esta revista, julio de 1962.
  5. Rafael González Rincones, Editorial: “Nuestros Fines”. Rev Soc Vargas de Estudiantes de Medicina (1a. época). 1906;1.
  6. Tomado de Archila R. Luis Razetti. Imprenta Nacional, Caracas, 1952.p.299.
  7. Rev Soc Vargas de Estudiantes de Medicina (1a. época), Nº 10, Editorial.
  8. Se refiere a la conferencia “Progonotaxia del Hombre y su morfología comparada”, dictada para la Sociedad Vargas por el Dr. Toro y la cual aparece en los Nº 10, 11 y 12 de la Revista.
  9. “ La Religión”, Nº 4287.
  10. Rev Soc. Vargas de Estudiantes de Medicina (1a. época). 1906;6.
  11. Rev Soc Vargas de Estudiantes de Medicina (1a. época). 1907;15.
  12. Editorial: La notas editoriales de “La Religión”. Rev Soc Vargas de Estudiantes de Medicina (1a. época). 1907;17.