Profesor universitario, historiador y crítico de arte.
Caracas, 27 de junio del 2011
A la memoria del Dr. Alfonso Rangel Bourgoin,
primo, amigo y consejero, orador en este Palacio de las Academias,
en el 50º Aniversario de la Promoción «Augusto Pi i Sunyer»
Quiero agradecer a la Directiva de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, en especial a su Presidente, Dr. Francisco Plaza Rivas y al Dr. Carlos Alarico Gómez su invitación a participar en esta Jornada Conmemorativa del 5 de Julio de 1811. Me confieso un forastero entre ustedes. En mi quehacer diario cultivo la docencia, la investigación y la crítica de arte. Mi presencia la explica mi fervor mirandista y las indagaciones hechas sobre excelentes curiosidades del Precursor, las cuales continúan abrumando en nuestro gentilicio cultural. Ante el tamaño de la responsabilidad, espero satisfacer vuestras expectativas.
Antes de desarrollar el tema ante tan distinguida asamblea, como preámbulo resalto las propias palabras de Francisco de Miranda el protagonista de nuestra historia. De puño y letra oigamos lo que él mismo dice acerca de su proyecto de vida, el de un hombre sumido hasta los hombros en el mar de occidente, en el mar de Colón y en el Siglo de las Luces: “…La experiencia y el conocimiento que el hombre adquiere, visitando y examinando personalmente con inteligencia prolija en el gran libro del Universo; las sociedades más sabias y virtuosas que lo componen; sus leyes, gobiernos, agricultura, policía, comercio, arte militar, navegación, ciencias, artes, etc., es lo que únicamente puede sazonar el fruto y completar de algún modo la obra magna de formar un hombre sólido y de provecho! y perfeccionar su incompleta educación…”. Estamos en Matanzas (Cuba) el año de 1783, en el momento en que Francisco de Miranda rompe con España para iniciar la segunda etapa de su historia, la de adelantado de la Independencia y conspirador a dedicación completa. Con estas palabras se despide Miranda de su jefe el General Juan Manuel Cagigal y Monserrat, Gobernador Militar de la isla Cuba, de quien fue destacado oficial de cancillería y edecán. (Carta a J. Manuel Cagigal, 16 de abril de 1783. AGM. t. VII. p. 10. y Colombeia. t. II. Doc. 481; p. 422-423).
Del desconocido -por nosotros- Precursor de la Independencia americana se han ido corriendo los velos acerca de sus múltiples facetas. Hemos encontrado una gran historia contenida o aguantada dentro de otra, que por individual y por propia no deja de ser importante. En el periplo vital y trascendente de la vida de Miranda, está el melómano y el musicólogo, el crítico de arte, el primer turista de América, el bibliófilo, el promotor de los derechos humanos y del regimen penitenciario,… en fin, son las esferas de muchos mundos y de muchos hombres juntos que hemos tenido la necesidad de saber y de buscar.
Sorprende a cualquiera de nosotros las circunstancias y las condiciones no siempre favorables que rodearon a Miranda para haber aprehendido de tantas fuentes y en tan diversas disciplinas. Es un hombre con un rodaje de muchas leguas, que tuvo triunfos, muchos inconvenientes y padeció de persecusiones y presidios hasta el final de sus días.
El académico Tomás Polanco Alcántara se pregunta si Miranda fue Ulises, Don Juan o Don Quijote. En su Diario Miranda va dejando constancia de todos los sitios que conoce, pero sobre todo de aquellos libros, folletos, litografías, mapas y obras de arte que lee y colecciona. Ocupa una parte considerable de su tiempo en esas lecturas y reflexiones. Lee de noche, en la cama y en los carruajes donde viaja, en las embarcaciones o en la tranquilidad de la residencia donde se encuentra, ya para aprovechar el tiempo mientras espera algo o llueve, en el frío o en la nieve cuando no le permiten salir. En determinado momento, llega a decir “... si no hubiese sido por los libros que conmigo traigo me hubiese muerto de tristeza y de fastidio”. (Tomás Polanco Alcántara, Francisco de Miranda. ¿Ulises, Don Juan o Don Quijote?)
Francisco de Miranda (1750-1816), es figura rectora y decana de la Emancipación Americana, un hombre con conciencia de destino que se interesó y estuvo ligado a la Medicina y a su desarrollo. Veamos –en esta breve intervención– de qué distintas maneras y modos Miranda se identificó con una de las más nobles ocupaciones del hombre, ciencia a la que dejaron impronta indeleble Hipócrates en la cultura helénica y Maimónides en la cultura medieval.
Sirven de hilo conductor al tema que nos ocupa las investigaciones del Maestro Pedro Grases, los dos trabajos del emérito historiador David Chacón Rodríguez junto a artículos del Dr. Francisco Kerdel Vegas y algunas otras contribuciones.
En Los libros de Miranda del Dr. Pedro Grases, investigador y humanista catalán-venezolano, descubre todo el universo extraordinario bibliográfico que dominó Francisco de Miranda en los dos catálogos de la subasta de la Biblioteca de Miranda en Londres. Tal contribución de Grases al capital documental de nuestra historia fue prologado por Arturo Uslar Pietri en 1966 y tuvo tres reediciones, el tema finalmente lo escoge Pedro Grases para abrir el volúmen 5 de sus Obras, publicadas por Seix-Barral en Barcelona.
En el Prólogo de Obras en Maestro Grases dice: “Abre el tomo la personalidad de Francisco de Miranda, el Precursor de la Independencia y el personaje más universal que había dado América hispana durante los cuatro siglos de dominación colonial. Político, letrado, guerrero y conspirador, viajero y apóstol de un ideal, encaja en la ilustración europea, pero por su visión y misión americanas se tranforma en la más completa y atractiva figura del tránsito del siglo XVIII al XIX. ¿Quién podría poner en duda ni objetar que Miranda es un perfecto especímen del nuevo humanismo? Paseó su señorío espiritual por todo el mundo culto de su época, dejando siempre la estela de su integridad política, de su talento y de su fe en la cultura”. (Pedro Grases, Vol. 5, p. XIX)
Más adelante Grases dice “La biblioteca de Miranda era rica y variadísima. Comprendía impresos, desde comienzos del siglo XVI hasta los primeros años del AIX, en extensa gama de temas: Historia, Literatura clásicas. Orientalia, Historia del Arte, Clásicos españoles, francesas, italianos e ingleses, Filosofía, Técnica e historia militar, Fortificación, Viajes y Descubrimientos, Memorias y Biografías, Diccionarios, Educación, Política, Matemáticas, Bellas Artes, Comercio y Navegación, Teología, Economía, Diplomacia, Legislación, Medicina, Catálogos Epistolarios, Lingüística, Historia Natural, Derecho, Idiomas (Castellano, Francés, Italiano, Griego, Latín, Portugués, Inglés), Numismática, Cronología, Colecciones de Grabados, Biblias, Astronomía, Costumbres y libros recreativos y de lectura. Todo un mundo de civilización que nos indica la rica amplitud de preocupación, curiosidad y afán de conocimientos por parte de Miranda” (Ibidem. p. 125)
El emérito historiador David Chacón Rodriguez en dos aproximaciones al tema de la ciencia y la medicina en Miranda sustenta conceptos muy importantes y novedosos: “Miranda recomienda el estudio simultáneo de las ciencias y las humanidades. […] La mejor fuente que existe para conocer su peripecia vital es su famoso «Diario», el cual posée una riqueza documental y crítica invalorable, no sólo por su contenido, sino por las ideas que allì expone, prácticamente el conocimiento humano del siglo XVIII. […] Haciendo un estudio minucioso de esos manuscritos, concluimos que también fue un gran admirador de la ciencia de su época. En sus referencias demuestras la rigurosidad y la seriedad de sus anotaciones e impresiones en esta línea de conocimientos, en los que casi siempre agrega sus inteligentes comentarios” (David Chacón R, Francisco de Miranda y la Ciencia de su época, Bol Acad Nac Historia, Nº 310; 1995: 143-144)
Insistente es David Chacón en sus indagaciones histórico-mirandistas en su libro Historia de la Medicina en Venezuela a través de sus protagonistas. Desde sus orígenes hasta la Fundación de la Academia Nacional de Medicina, con Prólogo del Dr. Carlos Moros Ghersi. Inicia tan interesante recorrido con la irrefutable sentencia: (Abro la cita) “Francisco de Miranda es un ser infinito que resume los ideales del hombre ilustrado, de conocimiento ilimitado, de ese período que se llamó el Siglo de las Luces. Era un ser de talento y brillante intelecto. Su vida y su obra siempre estuvo dedicada a la búsqueda del conocimiento, y a satisfacer su insaciable curiosidad en el sentido más amplio, por eso es considerado como el más universal de los hispano-americanos de su época, y quizás de todos los tiempos”. (Cierro la cita). En el capítulo comentado “Francisco de Miranda y la Medicina de su época”, Chacón documenta una a una las citas sobre temas médicos que el héroe hace en su Diario: la peste, la electroterapia, los gabinetes y museos médicos, las tierras y las aguas medicinales, los grandes autores de la medicina.
Allí reseña su visita a la Trinity-Library donde realiza el inventario de la extraordinaria colección y donde él tiene en sus manos un ejemplar de Principia, corregido de la mano de Isaac Newton. Unen al físico británico y a Miranda, primero en descomponer con un prisma la luz solar en el Arco Iris. Este símbolo universal lo tomará años después el Precursor para la creación de su Bandera Nacional, inspirada tanto en la ciencia como en la cosmogénesis de la cultura incaica. De este prácticamente desconocido tema nos ocupamos Carlos Edsel González y quien les habla en libro de Monte Avila Editores y tiene poemas inéditos de
Rafael Pineda, se titula La Bandera Nacional. Tres Momentos estelares de su historia. Además contiene anexos que comprueban hasta el cansacio que esa bandera del desembarco en Coro era de franjas iguales con los colores azul, amarillo y encarnado, como el Arco Iris. La bandera que conocemos de Miranda fue la segunda creada por él, a la que intercambia dos de sus colores porque su empresa por las aguas caribeñas no había tenido suerte, observamos que el símbolo de la Alianza tiene siempre el amarillo en la mitad.
Otra prueba concluyente son los expedientes de la expedición mirandina de 1806 hallados por David R. Chacón Rodríguez en el Archivo General Militar de Segovia, en España, ya que son los únicos existentes. Esto, debido a que en 1811 cuando Miranda fue Nombrado Generalísimo, el Ayuntamiento de Caracas emitió una Real Orden mandando a destruir los documentos y papeles en que se denigraba contra la benemérita y distinguida persona del Excelentísimo Teniente General Don Francisco de Miranda en 1811. Son 66 legajos de documentos. Pero sigamos en la Trinity-Library, donde Miranda con ojo escrutador ve los libros de ciencias donde están desde los principios de Arquímedes hasta las observaciones de otro gran liberador del hombre, de Benjamín Franklin, impresor, inventor y político que fue redactor de la Constitución de los Estados Unidos de América
Si seguimos con atención la referida parte de David Chacón “Francisco de Miranda y la Medicina de su época”, en Historia de la Medicina en Venezuela a través de sus protagonistas… el emérito historiador describe algunos libros que Miranda compra y estuvieron en su Biblioteca de Londres. Él nos dice: (Abro la cita). “Su interés por la ciencia también lo llevó a familiarizarse con la ciencia médica, prueba de ello es una carta que [Miranda] le envía Tomás Cristie, respondiendo a una solicitud que le hiciera para que le recomiende una pequeña colección de libros de medicina, con el fin de formar una biblioteca médica privada. Su contenido es el siguiente:
Cateaton Street, Nº 16 Viernes
“Estimado Señor.
No hay tema sobre el que tanto se ha escrito como la medicina. Fructífera como ha sido la teología en sus teorías y locuras, dudo que haya producido más que los compendios en medicina. Si yo no malinterpreto su solicitud, usted desearía que yo le recomiende una pequeña colección de libros de medicina, tal como podría considerarse para formar una biblioteca médica privada razonablemente completa de un colega que no pertenece a esta profesión.”
Son más de 30 títulos de Medicina, además de algunos textos antiguos donde hay aportes científicos y también mucha charlatanería. La Biblioteca de Miranda en Londres es precisamente un atractivo para los que la visitan y los que buscan la fascinante conversación de su dueño, auténtica encarnación de un héroe moderno de Plutarco. El 28 Grafton Way, llamado “Crisol del Americanismo” por el historiador José Luis Salcedo Bastardo, era frecuentado por muchísima gente. Entre ellos estaba el pintor irlandés James Barry, poco agraciado por su rostro todo picado de viruelas.
Surge entonces la gran incógnita sobre el origen de un niño-niña cursante de estudios de medicina, que oculta su verdadero sexo para poder estudiar y ejercer un oficio prohibido a las mujeres en la Inglaterra del siglo XIX. Estamos hablando de James Barry (1795-1865), su tesis Merocele vel hernia crurali, dedicada tácitamente a Miranda lleva un epígrafe de Menandro: “no es la blancura de los cabellos la que comunica la prudencia”. James adopta e intercala “Miranda Stuart” al apellido Barry y firma de las dos formas.
El Dr. James Barry alcanzó notoriedad como médico cirujano, su último cargo fue Inspector de Hospitales en Ciudad del Cabo, África del Sur, a su muerte en la autopsia descubren el secreto de James, era mujer. James Miranda Stuar Barry es considerada, pues, una de las pioneras del feminismo británico y europeo, fue propulsora de los paramédicos o enfermeros antes que Florence Nightingale. La biógrafo Isobel Rae nada dice de la parte mirandina en su libro The strange story of Dr. James Barry, publicado por Lomasn, Green an Co, Londres, Nueva York y Toronto, 1958. Nos regala una miniatura de autor desconocido del Dr. James Barry, persona poco agraciada físicamente y en el texto cuenta que era mal humorada, pero, dejó una valiosa obra en hospitales del Reino Unido.
James Miranda Stuart Barry no volvió a ver a su mentor Miranda, puesto que había emprendido el regreso a la patria a finales de 1810. Año y medio después aguarda al Precursor un trágico fin. Las ironías del destino hacen que este adelantado de la historia padeciera un peregrinar por esas cárceles que tanto criticó y quiso cambiar como la prisión de San Carlos en La Guaira, el castillo de San Felipe en Puerto Cabello, el castillo de El Morro en Puerto Rico, finalmente el castillo de las Cuatro Torres en el Arsenal de La Carraca, en San Fernando de Cádiz, donde va recibir trato más humano y decente antes de terminar sus días. El peligroso “reo de estado sin causa” fue custodiado en el traslado por barcos de la armada española. En uno va como médico de abordo al Dr. José María Vargas, año 1812.
El Hermano Nectario María, religioso lasallista, académico, educador, investigador de archivos y valioso historiador, a quien el país debe haber conseguido en archivos nacionales y extranjeros legajos completos de fuentes primarias que documentan la génesis de Venezuela, frecuentemente citadas, de manera mezquina, al negar su origen y fuente. En esa documentación que alcanzan 112.623 (29.855 páginas), 1.578 tomos de documentos transcritos en los principales archivo europeos y 519 obras publicadas, Nectario María probó la falsedad del trato cruel e irrespetuoso a Miranda en La Carraca. Todo lo contrario, tuvo consideraciones de general, habitó una habitación en lo alto con vista a las marismas, comía de la fonda, tenía criado, podía leer y enviar cierto tipo de correspondencia hasta se tiene registro de algunas visitas.
En ese duro trance de estar preso, como lo vio Arturo Michelena en su imponente pintura, Arturo Uslar Pietri en pieza de teatro y Eduardo Casanova y Luis Morales Bance en la música sacra patriótica, Miranda planeaba fugarse con el apoyo de los Turnbull, padre e hijo. La evasión tuvo que ser abortada antes del cumpleaños. Miranda del disgusto tiene una apoplejía que lo lleva a deterioro físico galopante hasta el deceso. Miranda fue llevado al Hospital del Arsenal de las Cuatro Torres. Allí fallece la noche del 14 de julio de 1816, día de la Toma de la Bastilla, a los sesenta y seis años de edad
Venezuela ni se entera de su muerte y reclamará tardíamente sus restos al Almirantazgo de Cádiz. Pero en Inglaterra Richard Wellesley, hermano de Arturo Duque de Wellington, escribe a Tomás Molini, secretario de Miranda por más de diez años, lo siguiente:
“Todos los hombres, cualesquiera que puedan ser su partidos y principios, lamentarán de consuno la prematura muerte de un individuo capaz por sus talentos, sus conocimientos y su experiencia de prestar eminentes servicios al país”