NR. Amigo Francisco: nos ha dolido en el alma tu partida. Haz dejado una estela de cordialidad, bonhomía y sencillez, rasgos que supiste armonizar con tu talento. Extrañaremos tu ausencia, tanto en la Academia, como en la Sociedad de Historia de la Medicina.
En 1969, cuando me uní al Departamento de Neurobiología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), ya Francisco llevaba varios años trabajando al lado nuestro, en el Departamento de Hidrobiología. Allí realizaba sus experimentos sobre los mecanismos biofísicos del movimiento de electrolitos, a través de los epitelios de varias especies animales, un área de gran importancia para la fisiología y la fisiopatología. Francisco publicaba sus hallazgos en revistas científicas de gran prestigio, como Journal of General Physiology, Biochemical and Biophysical Acta, American Journal of Physiology, Journal of Cellular and Comparative Physiology, General Pharmacology y British Journal of Pharmacology. Al mismo tiempo era docente de pre- y postgrado en Biofísica, Fisiología y Farmacología, tanto en el IVIC, como en varias facultades de la Universidad Central. Se daba el lujo de hablar español, inglés, francés y alemán y de ser pianista “con escuela”. Después de su paso por el Liceo Andrés Bello, me había precedido en el Liceo de Aplicación y en la Facultad de Medicina de la UCV.
De allí se fue a Harvard pero yo me fui a Yale. Además de ser médicos sin pacientes; al conocernos en el IVIC nos unieron la electrofisiología, el rechazo al populismo, el gusto por la música clásica y la germanofilia (excepto, en su caso, por Richard Wagner). A su hijo varón le puso por nombre Francisco Fernando, como el Archiduque Franz Ferdinand von Habsburg, Heredero del Trono del Imperio Austro-húngaro, cuyo asesinato en 1914 desató la Primera Guerra Mundial. ¡Nada menos! Francisco tenía un sedán Mercedes Benz, pero generalmente andaba en un jeep de la Segunda Guerra Mundial, destartalado, que era el vehículo más famoso del IVIC. En realidad, Francisco era lo menos belicista del mundo; era cascarrabias, pero buena gente y tenía la actitud de un aristócrata pobre. En 1974 nuestros laboratorios fueron trasladados al recién creado Centro de Biofísica y Bioquímica, del cual Francisco llegó a ser Jefe y en ésto también seguí sus pasos. Hacia el final de su carrera, su laboratorio se fusionó al mío. La idea era que nuestros estudios de mecanismos neurobiológicos del dolor y la analgesia, fueran ampliados con un estudio de los fenómenos iónicos y osmóticos de tejidos inflamados. Al mismo tiempo, su pasión por la electrofisología lo llevó a la inconcebible tarea de hacer una versión de las “Untersuchungen am Zitteraal Gymnotus electricus” (Investigaciones de la “anguila que hace temblar”, Gymnotus electricus), de Carl Sachs, que presentó para ingresar a la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina. Cuando, siguiendo una vez más sus pasos, me incorporé a la Academia Nacional de Medicina, Francisco me dijo un día, con una sonrisa socarrona: “La Academia de Medicina es el mejor club de Caracas”