Médicos, corsarios, piratas y otros

“De las Antillas podemos decir que han sido la gallera por el predomino del mar”
Waldemar Westergaard (1)

Leopoldo Briceño-Iragorry *

Resumen (13 pp, 21 Ref. 13 Fig)

La visita del filibustero francés Grammont de la Mothe a Trujillo y la puesta en mis manos del trabajo de Ramón Urdaneta, Trujillo y la Iglesia, nos llevó a investigar el tema de piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros, que llegaron al Caribe y en especial a Venezuela. Numerosos fueron ellos, Sores o Soria, Le Clerc, l`Olonnais, Hawkins, de Bon Temps, Preston, Sir Walter Raleigh, Jackson. Dos médicos son mencionados en el trabajo: Smeeks y Alexander Exquemelin, este último de notoria importancia. Arrasaron con nuestras costas y ciudades.

Palabras clave: Mar Caribe. Piratas. Corsarios. Filibusteros. Medicina. Época Colonial


Review Article

Abstract

The visit of the French filibuster Grammont de la Mothe to Trujillo and the putting into my hands of the work of Ramon Urdaneta, Trujillo and the Church, led us to investigate the subject of pirates, corsairs, buccaneers and filibusters, who arrived in the Caribbean and especially To Venezuela. Numerous were they, Sores or Soria, Le Clerc, l'Olonnais, Hawkins, Bon Temps, Preston, Sir Walter Raleigh, Jackson. Two doctors are mentioned in the work: Smeeks and Alexander Exquemelin, the latter of notorious importance. They raided our coasts and cities.

Keys words Caribean sea. Pirates. Corsairs. Filibusters. Medicine. Colonial Age


* Médico. Cirujano pediatra. Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina y de la SVHM. Correo lbricenoi@gmail.com Recibido julio 13, 2017.

Coincide la pintura de Botticelli: Nacimiento de Venus (la vuelta de la diosa Venus a la costa de Italia: Fig 1), bella imagen del Mediterráneo; con el descubrimiento de América, o para ser más exactos, del Mar Caribe. Colón llega a Guanahaní. Indias de color de cobre que se asoman asustadizas por entre la selva desgreñada. La Venus caribeña anda desnuda, como Dios la echó al mundo; los chiquillos parecen micos trepados a los árboles y hablan con los loros. Los indios ven hombres con barba; jinetes en potrillos; dientes blancos, ojos negros y mirada maliciosa. Comen carne humana; queman hojas secas en braceros de tierra cocida y aspiran humo; en las fiestas se adornan con plumas la cabeza y pintan el cuerpo de rojo, con achiote; usan collares de huesos, dientes, uñas de bestias salvajes, caracoles. Comen gusanos, otras porquerías. Son libres e indecentes. Es el Caribe.

Fig 1. Nacimiento de Venus, Botticelli, 1482 ó 1484
Fig 1. Nacimiento de Venus, Botticelli, 1482 ó 1484

Llega a mis manos un trabajo de Ramón Urdaneta (Fig 2), editado en España con motivo del Cuatricentenario de fundación de la ciudad Trujillo: “Trujillo y la Iglesia” (2)

Fig 2: Portada del libro de Urdaneta
Fig 2: Portada del libro de Urdaneta

Urdaneta relata sobre iglesias y conventos de la ciudad colonial. De la pág 19, cito: “Del convento y la iglesia de San Francisco podemos decir que después de la invasión a Trujillo del filibutero francés Francisco Esteban Grammont de la Mothe (1678), luego del saqueo e incendio de la ciudad, fue lo único que pudo quedar en pie sin haber sufrido daño alguno, gracias a la rápida acción del encanecido fraile superior Theodoro Wasseur, en religión “Benito de la Cueva”, quien, oriundo del sur de Francia, había sido enviado a Trujillo por la orden de San Felipe Real, de España (3) A sabiendas de que Grammont y su tropa eran franceses, se situó en la puerta del convento portando la imagen de San Luis, rey de Francia, lo que de inmediato hizo retroceder a todos los pilladores de la ciudad, con reverencias y excusas caballerescas”.

Fig 3. Ruinas del Convento de San Francisco. Trujillo, Venezuela
Fig 3. Ruinas del Convento de San Francisco. Trujillo, Venezuela

Esto me dio pie a una investigación que a continuación les entrego.

Antes de 1555 se tiene noticia del ataque a Margarita y Borburata del corsario francés Jacques Sores (Soria para otros) quien en ese año asoló e incendió La Habana (Fig 4) quien se llevó de este puerto hasta “la marca con que se suele marcar el oro de chafalonía” (4)

Fig 4. Incendio de la Habana (1555)
Fig 4. Incendio de la Habana (1555)

Sores fue el líder de una banda de piratas hugonotes y teniente o lugarteniente de otro pirata francés, François Le Clerc, primer pirata que tuvo una pierna ortopédica de madera, por lo que era llamado Pegleg o Pata de Palo (Fig 5).

Fig 5. François Le Clerc, pata de palo
Fig 5. François Le Clerc, pata de palo

¿Existía alguna diferencia entre Corsario, Pirata, Filibustero o Bucanero?

Un error común que se acostumbra cometer, al hablar de la piratería de los siglos XVI, XVII y XVIII, es poner en el mismo saco a, por ejemplo, Sir Francis Drake, Henry Morgan y Edward Teach (Barbanegra), entre otros. ¿Qué hubiera pensado el primero, un noble marino leal siervo de la reina Isabel I de Inglaterra, al saber que lo comparaban con el tercero, un sanguinario delincuente del mar? Seguramente, no le hubiera gustado para nada. Esta equivocación tan común —incluso entre historiadores— proviene de la confusión de términos para designar actos delictivos en el mar, ya que, habitualmente, los términos pirata, corsario, bucanero y filibustero, se utilizan casi como sinónimos. Primero de todo, debemos tener en cuenta que estas cuatro palabras solo se pueden contextualizar a la vez en la historia marítima de América, sobre todo del Caribe, ya que la piratería del Mediterráneo o del Mar de la China se regía por otros actores. Si bien existían piratas y corsarios, los bucaneros y los filibusteros eran exclusivos de la América Central. A pesar de que estos hombres y muchos de sus contemporáneos, así como los actos que cometieron, se agrupan bajo el gran paraguas que es el término piratería —por ser todos ellos actos de bandolerismo y pillaje a bordo de un navío—, existen diferencias suficientemente significativas entre ellos como para poder distinguirlos”.

“En primer lugar tenemos a los piratas, -cuyo vocablo procede de la palabra griega peirates, que no es otra cosa que un aventurero del mar-, cuya presencia en el mundo es tan antigua como la navegación. Sin embargo, durante los siglos XVII y XVIII vivieron su época dorada, atacando libremente navíos e instalaciones de las coronas portuguesas y españolas. Estos ataques, a pesar de que se centraban en las posesiones de estas dos potencias europeas, no tenían detrás un significado nacional, ya que los piratas, procedieran de dónde procedieran, atacaban indiferentemente a cualquier navío que les pudiera dar beneficios en forma de riquezas de todo tipo. Los ejemplos más claros de piratas fueron Edward Teach (Barbanegra, Fig 6), Calicó Jack Rackham y Bartholomew Roberts Black Bart. (5)

Fig 6. “Barbanegra” (Edward Teach. 1680-1718)
Fig 6. “Barbanegra” (Edward Teach. 1680-1718)

Por otro lado, ya desde mucho antes de su aparición en el Caribe, existieron los corsarios, cuyo grado de delincuencia fue y es motivo de controversia, ya que muchos los consideraban delincuentes y otros héroes nacionales. Los hombres y navíos que eran denominados corsarios, viajaban bajo la protección de una patente de corso —palabra procedente del latín cursus, carrera—, un documento en el que un rey les daba autorización a atacar barcos y enclaves de las potencias enemigas. En este sentido, fue muy habitual, en una América Colonial dominada por castellanos y portugueses, que las coronas de Francia, Inglaterra y Holanda, incluso siendo aliadas de alguna de las primeras, autorizasen a diversos barcos y capitanes atacar las posesiones de las potencias peninsulares. Estos ataques, si bien en muchas ocasiones reportaban beneficios económicos, su único objetivo no era robar, sino también entorpecer las actividades comerciales que se realizaban en los territorios enemigos; así como detener el transporte de riquezas hacia el Viejo Mundo y, de este modo, complicar el mantenimiento de las guerras en Europa. Por ejemplo. Fueron corsarios hombres como Sir Francis Drake, Walter Raleigh o Henry Morgan.

De entre los protagonistas exclusivos del Caribe, unos fueron los filibusteros. El origen de esta palabra es muy confuso, hay autores que defienden su origen en la palabra holandesa vrij buiter —el que captura el botín libremente—, traducida al inglés como free booter y al francés como flibustier. Para otros, en cambio, procede del vocablo holandés vrie boot, que se traduce al inglés como fly boat o embarcación ligera, describiendo el tipo de naves utilizadas para cometer sus ataques. Estos hombres, que al principio actuaron libremente, atacando naves pequeñas sin alejarse demasiado de la costa, fueron los primeros en convertir la piratería en algo más que un delito, llegando a crear una sociedad filibustera en las costas de Santo Domingo y La Tortuga, llamada Hermandad de la Costa. Sin embargo, con el paso del tiempo, los gobiernos europeos vieron una utilidad en los filibusteros, y acogieron a muchos para que centrasen sus ataques sobre los territorios enemigos de sus patrocinadores, convirtiéndose en un punto medio entre el pirata y el corsario, pudiendo hablar de piratas domesticados. Seguramente, uno de los filibusteros más conocidos fue Jean David Nau, más conocido como François l’Olonnais, que se convirtió en el terror del Caribe durante casi veinte años.

Finalmente, pero no menos importante, vamos a ver quiénes fueron los bucaneros. Estos hombres, cuyo origen es exclusivamente caribeño, en un principio eran cazadores de reses y cerdos salvajes de las islas. Su nombre procede del procedimiento, de origen indígena, que utilizaban para asar y ahumar la carne, llamado boucan. Esta carne era vendida en la costa a los navíos que ahí recalaban. Al ser perseguidos por las autoridades coloniales en Santo Domingo, principal enclave bucanero, muchos de ellos abandonaron su oficio para convertirse en piratas, como dijo Gosse “de matarifes de reses, se convirtieron en carniceros de hombres“ Tanto por el tipo de ataques, cercanos a la costa, como por su proximidad cronológica y geográfica, muchos bucaneros se fusionaron con los filibusteros, formando las primeras tripulaciones cuyo único fin eran los actos de piratería, llegando a formar parte, también de la Hermandad de la Costa.

Refiere Briceño Iragorry (4) que Francisco I, rey de Francia (Fig 7) se negaba a reconocer la partición del Océano hecho entre España y Portugal; por desconocer la “Cláusula del testamento de Adán en la que se excluye (decía el Rey) la repartición de la Orbe”. Barcos franceses infestaban las islas antillanas y la corona española había enviado carabelas que las defendiesen de los ladrones gálicos. So color de libertad de comercio, el Rey expidió las primeras patentes de corso y autorizo a los capitanes y armadores para que atacasen españoles y portugueses. Era como la revancha contra la amenaza que para dicho país representaba el esplendor de España con su vasto Imperio ultramarino (6)

Fig 7. Francisco I de Francia (1404 – 1547)
Fig 7. Francisco I de Francia (1404 – 1547)

Para esos años ya las costas venezolanas eran azotadas, empezando por Cubagua cuyas ensenadas se vieron visitadas, cuando la explotación de la perla, por audaces navegantes franceses y holandeses. Es el caso de John Hawkins en 1565 (Fig 8), fervoroso puritano, quien recorrió Margarita y Cumaná, llegando al final a Borburata, donde vendió esclavos, asolando la región (7) Aparecen luego por la zona el francés Jean de Bon Temps (8) junto a John Lovell, con diez navíos en Margarita (1566) Otros como los piratas de igual nacionalidad Dors y Pierre de la Barca visitaron por esos años las costas orientales. En septiembre de 1567, Nicolás Valier, quien al mando de corsarios franceses y escoceses, asaltó y saqueó la indefensa ciudad de Coro. El Obispo Ilmo. Sr Agreda acotó: “Me robaron todo cuanto tenía, y así mismo fue robada la hacienda de la Iglesia, cometiendo los dichos luteranos como herejes muchos feos casos, haciendo pedazos las imágenes y crucifijos y quebrando los retablos a arcabuzazos y vituperando las cosas sagradas y las bulas de mi consagración y libros de santa doctrina todos los hicieron pedazos y con tijeras los cortaron”.

Fig 8. John Hawkins 1532-1595)
Fig 8. John Hawkins 1532-1595)

En 1593 visitaron la Isla de Margarita un convoy inglés (tres navíos gruesos y cinco lanchas o barcos) al mando de un tal General Juan Brigos o de Burg (Namburg?) quienes fueron derrotados por los locales al mando del Gobernador de la Isla don Juan Sarmiento de Villandrando (9), en unión al Capitán Felipe de Linares y Torrellas (10). Amyas Preston (11) y el Capitán Sommers en 1595, con cinco embarcaciones, fondearon en la isla de Coche, donde hicieron cautivos a españoles, negros y locales. Luego invaden Cumana y en mayo de ese año, desembarcan en Macuto y el 29 de ese mes llegaron directamente a Santiago de León (Caracas), ciudad que apena le ofreció resistencia. “Entre los que salieron fue uno de ellos el Capitán Alonso Andrea de Ledesma, el cual, aunque por su grande edad debía ser jubilado de la guerra; pero como la ocasión era tan honrada salió, al campo con sus armas y caballo y escaramuzando con el enemigo fue muerto de un mosquetazo y acabo y murió en el Real servicio” (12) Su gesta fue reseñada por Don Mario Briceño Iragorry, en 1954 (Fig 9)

Fig 9. Foto de Mario Briceño Iragorry en sus Obras Selectas
Fig 9. Foto de Mario Briceño Iragorry en sus Obras Selectas

Aparece en 1595 en las costas orientales la expedición al mando de Sir Walter Raleigh (Fig 10), quien llega hasta Angostura, buscando El Dorado, asolando la ciudad (13)

Fig 10. Sir Walter Raleigh (1554-1618) National Portrait Gallery, London
Fig 10. Sir Walter Raleigh (1554-1618)
National Portrait Gallery, London

En 1642 el corsario William Jackson (14) saqueó Maracaibo durante dos meses y ocho días, en febrero del 43 cayó sobre Gibraltar. Ante semejante incursión se comenzó a trabajar en la fortificación de la barra del Lago de Maracaibo, a tal fin se remitieron al rey tres planos de fortificación. Felipe IV, el 17 de junio de 1643, encargó la tarea a los gobernadores y capitanes generales de Mérida y Venezuela. Se sabe que tales construcciones estaban listas en 1645. Refiere Arciniegas, en su Biografía del Caribe (15): “el bucanero tiene siempre un amigo más íntimo en la pandilla: su socio. Él es el cómplice, el camarada y el heredero universal. Todos los demás son hermanos”. Dice que uno de los mejores libros sobre los bucaneros lo escribió Hendrik Barentzoon Smeeks, un médico holandés que viajó en los barcos de las compañías de las Islas Orientales y de Indias Occidentales. Su libro se titula “Piratas en la América y luz a la defensa de las Costas de Indias Occidentales” (Edit Ruiz 1793, Madrid. Fig 11)

Fig 11. Portada de la obra de Barentzoon: Piratas en la América
Fig 11. Portada de la obra de Barentzoon: Piratas en la América

Durante nuestras vacaciones de 2016, llega a mis manos el libro “Los Bucaneros de América. Relato histórico” de Alexander O. Exquemelin (1645-1707), de nacionalidad francesa, conocido como cirujano de los piratas (Fig 12) Se embarcó con veinte años en el navío San Juan, al servicio de la Compañía Francesa de las Indias. Recién llegado a las islas del Caribe, Exquemelin fue vendido como esclavo en la isla de La Tortuga, viviendo algún tiempo al servicio de un gobernante de la zona, que lo maltrató hasta hacerlo enfermar. Vendido por segunda vez, sirvió a un cirujano (Barentzoon Smeeks?), con el que aprendió el oficio de cirujano-barbero, consiguiendo de nuevo su libertad (16)

Fig 12. Alexandre Olivier Exquemelin
Fig 12. Alexandre Olivier Exquemelin

Se asoció a la cofradía de los Hermanos de la Costa, ejerciendo de cirujano en navíos de conocidos piratas como Lolonois “El Olonés” (17), Henry Morgan y Bertrand D´Oregon. Durante quince años formó parte de actividades piratas, participando en numerosos asaltos en el Caribe. En 1674, cuando la flota en la que iba embarcado fue derrotada, regresó por un tiempo a Europa y ejerció como cirujano en Ámsterdam, a la vez que escribía este ameno libro, obra en la que se destaca una abundancia de detalles que el autor aporta al relato; un texto repleto de anotaciones geográficas, naturales y antropológicas. Se cree que después de su estancia en Europa, se embarcó en 1697 para participar en el asalto de Cartagena de Indias, muriendo probablemente en el año 1707...

Relata Exquemelin: “…Entre 1665 y 1669 fueron numerosos los ataques filibusteros” En junio de 1665 Juan David Nau, El Olonés, saqueó Maracaibo y Gibraltar. En 1667, Miguel El Vascongado fue quien asoló a la actual capital zuliana, de donde se largó sin llegar hasta Gibraltar. Se apoderaron de las mejores casas para vivienda de la tropa e hicieron del recinto de la iglesia su cuartel. No encontraron riquezas, así es que el Olonés mandó un contingente para capturar a las personas que encontraran y que una vez hechos prisioneros darían noticias sobre el lugar donde se encontraban ocultos los tesoros ambicionados. Los saqueos y las torturas fueron más terribles que nunca. Las iglesias fueron quemadas y todos los barcos enemigos destruidos. El botín recaudado fue cuantioso. En esta suerte de carnicería (provocada entre otras cosas por el enorme odio que el Olonés profesaba contra los españoles) el médico de a bordo de la flota pirata, Alexandre Olivier Exquemelin (18) cuenta un caso en el que fue testigo presencial:

“Yo asistí a una escena que en verdad me dejó estremecido de terror. En los primeros momentos del saqueo, habiendo hecho un prisionero, el Olonés le exigió que condujera a sus hombres a aquellos lugares donde hubiera mayores riquezas, porque su afán de apoderarse de ellas era muy grande. Pero el prisionero era muy bravo y se negó. El filibustero amenazó con someterlo a crueles tormentos, pero aun así el prisionero siguió resistiéndose. Entonces El Olonés ordenó que lo amarraran a un árbol y, cuando sus hombres se hubieron apresurado a cumplir esta orden, él de un tirón separó sobre el pecho del prisionero su casaca, y luego extrajo su cuchillo y le asentó un descomunal tajo que le desgarró la carne. La sangre brotó en seguida, pero esto no conmovió al Olonés. Con la ferocidad que les daba su odio a los españoles, introdujo la mano en la herida del prisionero y le arrancó el corazón, que ofreció a uno de sus propios hombres. Éste se lo comió crudo, con la carne aún palpitante”.

Más adelante, Exquemelin describe a Gibraltar como sigue: “… Está situado del lado del agua cuarenta leguas dentro de dicho lago, el cual recíbelos víveres necesarios como está dicho de Maracaibo. Habítanle unas mil quinientas personas en todo y de ellas cuatrocientos hombres de defensa, la mayoría de ellas tienen tiendas donde ejercen algún oficio de mecánica. Todos los circuitos de este caserío están provistos de sembradíos de cacao y azúcar; muchos árboles muy vistosos y lozanos, de cuya madera fabrican casas. Cedros gruesos de siete brazadas, que sirven para fábrica de navíos, con grandes velas, llamadas piraguas. Campos con sistema de regadío de unos canales. Siémbrase un buen tabaco, de grande estima en Europa y, por der tan bueno, le llaman allí tabaco de sacerdotes. Tiene como veinte leguas de jurisdicción, que termina y es reparada de altas montañas, cubiertas de nieve. A la otra parte de los ricos esta una ciudad grande llamada Mérida. La mercaduría se lleva de este lugar en mulos a esa ciudad, una vez al año, a causa del grande frio que han de sufrir, pasando esas montañas…”.

A comienzos de julio de 1667 le tocó a Sir Henry Morgan (1635-1688) El temido pirata inglés (Fig 13) llegó a la boca del Lago de Maracaibo y se plantó allí. Los defensores de Zapara luego de incendiar el poblado huyeron. El 5 de julio, Morgan hizo su entrada a Maracaibo y encontró la ciudad abandonada, todos habían huido y sólo quedaban algunos niños y mujeres. Después de ocho días siguió a Gibraltar donde la escena se repitió: la población abandonada, tampoco halló a nadie. Pero, unos esclavos le informaron dónde se había escondido la gente y allí Morgan logró un buen botín (19)

Fig 13. Henry Morgan, grabado en libro de Exquemelin
Fig 13. Henry Morgan, grabado en libro de Exquemelin

Fueron quince semanas las que permanecieron asolando toda la zona. Cuando el corsario británico quiso marcharse encontró que los españoles habían intentado fortificar la barra del lago para dejarlo allí encerrado, pero el astuto hombre de mar, conocedor de las mil y una argucias, logró burlar el incipiente bloqueo, destruyó las defensas y regresó a Maracaibo, exigió el pago de un rescate por la ciudad, se lo pagaron y finalmente se retiró.

Sin embargo, no todo es dolor y tragedia en la zona. De Gibraltar se dice que es la cuna de la gaita, aun cuando no existen testimonios documentales que así lo comprueben. Lo que si es cierto es que en el año 1668 se compuso una gaita dedicada al “glorioso San Sebastián”, patrono de Maracaibo. Ese documento, hallado por Agustín Pérez Piñango (20) en un cofrecito empotrado en una pared del antiguo Colegio Nacional, que había sido de frailes Franciscanos, hoy día está en España. En esa valiosa pieza histórica no sólo está escrita la letra de la gaita, sino que también aparece la música, registrada en notas cuadradas, es decir siguiendo el modelo gregoriano de transcripción musical.

A la gaita le siguieron los piratas y el 6 de junio de 1677 le tocó el turno al parisino, el referido Francisco Grammont de la Mothe2. El no sólo asoló Maracaibo y Gibraltar, sino que siguió hasta Trujillo y acabó con todo a su paso. Pasarán más de seis meses para que Grammont se retire. Finalmente, el 10 de junio de 1681 Carlos II dispuso en detalle lo que se debía hacer con la fortificación de la Barra y señaló los medios con los que esta labor se podía realizar. En su trabajo Pequeño Anecdotario Trujillano (21) Mario Briceño Iragorry refiere (sic): “Cuando el pirata Grammont de la Mothe visitó a Trujillo el año1678, puso fin a la primera gran etapa de la «ciudad portátil», según llamó a Trujillo, en su proceroso estilo; el historiador Oviedo y Baños. Hasta aquella fecha la ciudad ocupaba en el cuadro de las ciudades venezolanas puesto que seguía al de Caracas. Sus lujosas mansiones, la riqueza de sus vecinos, su clima estupendo, las delgadas aguas de sus quebradas y su río, hacían de ella un lugar placentero y seguro. Su fama, justamente, abrió la codicia de los piratas, quienes esperaban lucrar con sus afamadas riquezas. No convenido, por excesivamente alto, el rescate pedido por el audaz corsario, la ciudad fue entregada al pillaje y las llamas. Con la tarde del 16 de septiembre —trágica fecha en la cronología trujillana— un piquete de corsarios se dirigió a la parte alta de la ciudad. Entre los mejores edificios, estaba el Convento de la recolección franciscana, con título de San Antonio de Padua.

Se corrieron voces de que al cuidado de los frailes y cubiertos de la inmunidad del lugar sagrado, se guardaban en él valiosos tesoros de vecinos ausentes. A la puerta del Convento se detuvieron los fieros corsarios. En el claustro sólo había silencio y soledad. Los frailes se habían ido a las vecinas encomiendas. El recinto había quedado a la inválida guarda de un añoso fraile, que en su juventud había sido—según dice la leyenda recogida por Fonseca— hombre de trajines en el hampa de los puertos de Francia. En religión tomó el nombre de Benito de la Cueva. En su viejo mundo de crímenes, llamábase Francisco Teodoro Wasseur. Pícaro y picardo a la vez, el viejo fraile conocía el caló de los piratas. A su mesa estuvo, entre tragos y mujeres, cuando los fieros aventureros regresaban a Marsella o a Burdeos. Sabía, también, que una deformada fe religiosa subyacía en los socavones entenebrecidos de estos hombres, acostumbrados a obrar como si para ellos no existiese ni Dios ni Santa María. Como hombres de guerra, los fieros piratas franceses habían borrado todo sentimiento de piedad, pero se inclinaban con ciego fanatismo ante el nombre del gran rey, que unió cruz y espada para la cruzada por la fe. Esto lo sabía el anciano fraile y cuando los corsarios forzaron las puertas del convento y penetraron en son de pillaje, avanzó hacia ellos y con voz autorizada les mostró una imagen del rey San Luis, patrono de los Terciarios franciscanos y les ordenó con imperio: “Rendid las armas, oh fieles franceses, ante el rey que murió en Túnez, por Dios y por la Patria. Después de arrodillados, ya los piratas sólo tuvieron tiempo para gustar la charla picaresca del hermano desertor....

Referencias

  1. http://abebooks.com/book-search/author/westergaard-waldemar/
  2. Urdaneta R. Trujillo y la Iglesia. Cuatricentenario de Trujillo. Artes Gráficas El Noticiero, Zaragoza 1956.
  3. http://www.diarioeltiempo.com.ve/V3_Secciones/index.php?id=151842013&_Proc=Des
  4. Briceño Iragorry Mario. Tapices de Historia Patria (8º Tapiz) 5ta Edición Caracas 1982.
  5. https://www.google.co.ve/search?q=edward+teach&ie=utf-8&oe=utf-8&client=firefox-b&gfe_rd=cr&ei=UDSqV6yNNuiw8wfrqIigBg
  6. https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_I_de_Francia
  7. https://es.wikipedia.org/wiki/John_Hawkins
  8. https://en.wikipedia.org/wiki/Jean_Bontemps
  9. http://www.historify.net/p/sarmiento-de-villandrando-juan-1558-1593
  10. https://es.wikipedia.org/wiki/Porlamar
  11. https://es.wikipedia.org/wiki/Amyas_Preston
  12. http://loshijosderousseau.blogspot.com/2012/05/don-alonso-andrea-de-ledesma-el-quijote.html
  13. https://es.wikipedia.org/wiki/Walter_Raleigh
  14. https://en.wikipedia.org/wiki/William_Jackson_(pirate)
  15. Arciniegas Germán. Biografía del Caribe. Libro Segundo. Edit Sudamericana. Buenos Aires 1959
  16. Exquemelin Alexander O. Los Bucaneros de América, relato histórico. @-literae, Barcelona, España, 2016.
  17. https://es.wikipedia.org/wiki/Fran%C3%A7ois_l%27Olonnais
  18. https://es.wikipedia.org/wiki/Alexandre_Olivier_Exquemelin
  19. https://es.wikipedia.org/wiki/Henry_Morgan
  20. https://es.wikipedia.org/wiki/Agust%C3%ADn_P%C3%A9rez_Pi%C3%B1ango
  21. Briceño Iragorry M. Pequeño Anecdotario Trujillano. Coordinación Trujillana de Cultura. Edit Arturo Cardozo, Trujillo (Venezuela) 2003.