Se estudian y analizan la constitución y el papel desempeñado por las juntas médicas celebradas en ocasión de las graves enfermedades que aquejaron a cinco importantes personajes de la historia venezolana, a saber, Simón Bolívar (1830), Francisco Linares Alcántara (1878), Cipriano Castro (1907), Juan Vicente Gómez (1935) y Diógenes Escalante (1945). La situación particular de cada caso se analiza en el contexto de las condiciones políticas y sociales imperantes en ese momento, todas ellas consideradas como crisis históricas.
Palabras clave: Junta de médicos, Simón Bolívar, Francisco Linares Alcántara, Cipriano Castro, Juan V. Gómez, Diógenes Escalante.
The formation and the role played by an assembly of physicians held on the occasion of the serious illnesses that afflicted five important figures in Venezuelan history are studied and analyzed, namely, Simón Bolívar (1830), Francisco Linares Alcántara (1878), Cipriano Castro (1907), Juan Vicente Gómez (1935) and Diógenes Escalante (1945). The particular situation of each case is analyzed in the context of the prevailing political and social conditions at that time, all of them considered as historical crises.
Keys words Assembly of physicians, Simón Bolívar, Francisco Linares Alcántara, Cipriano Castro, Juan V. Gómez, Diógenes Escalante.
Esta conferencia tiene el propósito de analizar el papel que han desempeñado las Juntas Médicas en la atención de casos históricos de dificultad extrema, que ameritaron la unión de conocimientos y experiencias de profesionales de la Medicina para llegar a un diagnóstico común que permitiera alcanzar el mayor beneficio posible para la salud del paciente o para cualquier decisión pertinente.
Las Juntas Médicas son una tradición en el gremio médico, sobre todo cuando el paciente es un hombre de Estado, como el caso ocurrido en marzo de 1830 a Simón Bolívar, quien se sintió tan profundamente afectado en su salud que renunció a su cargo de presidente de la República de Colombia para viajar a Francia en procura de un tratamiento adecuado. Sin embargo, eso no pudo ser posible. Salió de Bogotá el 8 de mayo y llegó a Santa Marta el 1 de diciembre en una situación sumamente deplorable y, por disposición del general Mariano Montilla, fue puesto bajo cuidado del médico francés Alejandro Próspero Reverend1, quien observó muy profesionalmente la situación en que se encontraba el Libertador desde que desembarcó del navío Manuel, que lo condujo desde Barranquilla.
1El Dr. Abel Fernando Martínez Martín, decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), magister y doctor en Historia publicó un libro titulado “Alejandro Próspero Reverend” (2019), donde dice que estudió Medicina en París 1820-1824. En 1825 presentó examen para ejercer la Medicina ante el Protomedicato de Cartagena de Indias. Luego fue nombrado médico del Ayuntamiento. En 1826 ejerció como médico cirujano de la Guarnición de Santa Marta. Fuente: eldiariodesalud.com/index.php/catedra/alejandro-prospero-reverend-el-ultimo-medico-de-el-libertador
Reverend actuó con toda diligencia desde ese primer momento, a pesar de los pocos recursos médicos de que disponía; y cuando supo que en el puerto de Santa Marta se encontraba la goleta de guerra Grampus, de bandera norteamericana, procedió a indagar si había algún médico a bordo y en respuesta le fue referido que en la nave se hallaba el doctor George Mac Knight, quien aceptó conformar una Junta Médica para analizar el caso de su paciente (1). El galeno norteño lo escuchó con interés, lo ayudó en su diagnóstico y, como consecuencia, se reunieron en tres oportunidades hasta que decidieron no postergar más tiempo el traslado de Bolívar a la Quinta San Pedro Alejandrino, lo que ocurrió el 6 de diciembre en la mañana. La información sobre las reuniones con Mac Knight aparecen en los boletines 2, 4 y 5 de Reverend e insertada en el folleto titulado La última enfermedad, los últimos momentos y los funerales de Simón Bolívar, escrito por Alejandro Próspero Reverend, editado en París en 1866, el cual aparece publicado en la compilación elaborada por la UCV2. Pocos días después también ancló en el puerto de Santa Marta el navío británico Blanche que portaba al Dr. Michael Claire, enviado por el gobernador de Jamaica para atender al Libertador, pero lamentablemente llegó cuando ya el paciente estaba en la Quinta San Pedro Alejandrino. A pesar de todos los esfuerzos de Reverend por salvar la vida de su paciente, el deceso de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios se produjo el 17 de diciembre de 1830, a la una de la tarde. Estuvieron presentes en el momento del trance los generales Mariano Montilla, José Laurencio Silva, Pedro Briceño Méndez, Julián Infante, José Trinidad Portocarrero y José María Carreño; los coroneles Belford Hinton Wilson, José de la Cruz Paredes y Joaquín de Mier; el comandante Juan Glen; los capitanes Andrés Ibarra y Lucas Meléndez; los tenientes José María Molina y Fernando Bolívar Tinoco; los doctores Manuel Pérez Recuero y Alejandro Próspero Reverend; y su mayordomo José Palacios, quien sumido en un profundo dolor sollozaba constantemente. Todos ellos fueron fieles al Libertador durante su vida y después de su muerte, incluyendo al presidente de Colombia que en ese momento era el general Rafael Urdaneta.
2Leal, Ildefonso (1980). Ha muerto el Libertador. Caracas: (UCV, 1980, p. 68)
La autopsia la practicó Alejandro Próspero Reverend y sus resultados permitieron precisar que la causa de la muerte fue una tuberculosis diseminada de tipo fibroulcerocavernosa.
Al concluir procedieron a vestir al difunto con ayuda de Palacios, quien utilizó una camisa de José Laurencio Silva, pues la que sacaron de uno de los baúles de Bolívar estaba rota.
Una situación de la misma envergadura se presentó en 1908 cuando el presidente Cipriano Castro enfermó gravemente, lo que generó la conformación de una Junta Médica que decidiera si se procedía o no a operarlo. En la Junta participaron los doctores José Rafael Revenga, Pablo Acosta Ortiz, Eduardo Celis, Lino Clemente, David Lobo, José Antonio Baldó y Adolfo Bueno, quienes determinaron que Castro padecía de una fístula colónica-vesical, lo que medicamente se denomina neumaturia. El diagnóstico reflejaba la presencia de una fístula intestinal que le acarreaba una infección en el tracto urinario, provocándole un constante estado febril. Por lo tanto, necesitaba ser operado urgentemente. Los médicos que participaron en la intervención fueron: José Rafael Revenga, cirujano y secretario de la Presidencia; Pablo Acosta Ortiz, cirujano, quien luego lo acompañará a Berlín; Eduardo Celis, cardiólogo y ministro de Hacienda; Lino Clemente, anestesiólogo; David Lobo, profesor de medicina; José Antonio Baldó, cirujano (también irá con él a Berlín); y Adolfo Bueno, cirujano. El equipo de galenos disponía de suficientes conocimientos, experiencia y recursos técnicos para operar satisfactoriamente al paciente.
Al analizar la situación con el presidente Castro, éste acepta la operación, la cual se realiza el 9 de febrero de 1907 en Macuto, a primeras horas de la mañana, en la Quinta “La Guzmania”. La operación estaba produciéndose con toda normalidad, pero de pronto ocurre que el pulso del presidente se detiene, por cuyo motivo Acosta Ortiz no siguió aplicando cloroformo y logra la normalización del paciente. Sin embargo, cuando está a punto de reiniciar la operación oye la voz de uno de los edecanes que le dice: -Ala, si el jefe se muere, bustedes también.
La amenaza era muy clara. Acosta procedió entonces a suturar la herida y cuando Castro volvió en sí el galeno le dijo: -General, su caso amerita una atención muy especializada. Nuestra recomendación es buscar una clínica de primera en el exterior. Y así se hizo (3).
Cuando Castro salió de Venezuela para operarse en Alemania, dejó encargado de la Presidencia al general Juan Vicente Gómez, quien era el vicepresidente, pero éste le dio un golpe de Estado el 19 de diciembre de 1908 y se adueñó del poder. Veintisiete años después su salud comenzó a decaer y tuvo que someterse a una Junta Médica que considerara su situación, que revelaba una creciente gravedad en diciembre de 1935. La Junta la presidió el doctor Ramón Ignacio Méndez Llamozas y estuvo integrada por los médicos Nicolás Cárdenas Faría, Franz Conde Jahn, José López Rodríguez, Rafael González Rincones y Pedro González Rincones, quienes estuvieron acordes en diagnosticar que el paciente sufría de un proceso crónico-renal y diabético, con fiebre constante y sondaje permanente. De hecho, la Junta Médica convino en que la situación del paciente era extremadamente delicada y, por lo tanto, se tomaron todas las previsiones para recuperar su salud, pero la úrea y la glicemia seguían en ascenso. El martes 17 de diciembre a las 11:45 pm el doctor Nicolás Cárdenas Faría les dijo a los quince médicos presentes que el general Gómez acababa de morir.
Gómez fue sustituido en la Presidencia por el general tachirense Eleazar López Contreras, para ese momento ministro de Guerra y Marina (Defensa). El 30 de diciembre se reunió el Congreso y lo ratificó en el cargo, juramentándose el 19 de abril de 1936 para un período de siete años, pero fomenta una reforma a la Constitución y reduce el período a un lustro. López Contreras llevó con mucha cordura, honestidad y eficiencia la maquinaria del Estado. Su aporte a la salud pública fue encomiable, especialmente con la creación del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y del Consejo Venezolano del Niño. En lo político dio inicio al Estado democrático y aprobó elecciones libres en 1941, en las que el candidato del Gobierno, general Isaías Medina Angarita, se enfrentó el escritor Rómulo Gallegos. Medina resultó ganador y fue juramentado por el Congreso el 5 de mayo de 1941. Ese día hubo protestas en la entrada del Congreso y una persona murió a consecuencia de un balazo, pero no se determinó la identidad del autor del disparo. Era obvio que la opinión pública estaba cansada del largo Gobierno andino y quería un cambio. Medina era partidario de ese cambio y lo fomentó durante todo su período, en el que legalizó las corrientes ideológicas existentes, tales como: la social-demócrata, representada en Acción Democrática (AD); el liberalismo, identificado por el Partido Democrático Venezolano (PDV); el comunismo, agrupado en el Partido Comunista de Venezuela (PCV); y la democracia cristiana, representada por Acción Nacional (AN) (3, 4).
Durante el quinquenio de Medina Angarita se conformó un ambiente de unidad nacional en el que las diferentes tendencias políticas estuvieron de acuerdo en elegir a un candidato único para las elecciones presidenciales, las cuales estaban previstas para diciembre de 1945 (5). En ese sentido se consideraron varias opciones y la selección recayó en el doctor Diógenes Escalante, quien se desempeñaba como embajador de Venezuela en Washington. El candidato aceptó la postulación y llegó a Maiquetía la mañana del 7 de agosto de 1945, en el medio del fervor de unas cinco mil personas, entre las que se destacaban los líderes del PDV, AD y PCV, quienes se trasladaron al aeropuerto en una inmensa caravana de 1.279 vehículos. Al reportar la noticia, el diario El País destacó que el candidato se encontraba visiblemente emocionado al asomarse a la escalerilla del Clipper de la Panamerican que lo trajo a Venezuela, quien al bajar se dirigió a la plaza Sucre de Catia a recibir el respaldo de una multitud que deseaba expresarle su adhesión.
Al terminar el mitin se fue al Hotel Ávila para hospedarse en la suite presidencial que le había sido reservada. Un día después el candidato presidencial leyó un reportaje escrito por el periodista Ramón J. Velásquez en Últimas Noticias con el titular “Ni un paso atrás en el camino de las conquistas alcanzadas”. Al candidato le gustó mucho el trabajo de Velásquez y le propuso que trabajase como su jefe de prensa en la campaña electoral, oferta que aceptó con la mayor alegría, sobre todo porque le ofreció un sueldo de dos mil bolívares al mes, que era una cantidad cuatro veces más elevada que la que ganaba en el periódico.
En ese estado de euforia unitaria y electoral que existía en Venezuela, el presidente Medina invitó a Escalante a desayunar en Miraflores el lunes 3 de septiembre, junto con los miembros del Consejo de Ministros y la directiva del PDV, con el propósito de analizar la estrategia que se aplicaría para obtener el mayor número posible de votos. Todo estaba listo para ese gran momento de la historia política venezolana, pero el candidato no llegaba y, al observar que la hora avanzaba, el presidente Medina le ordenó al coronel Ulpiano Varela, director del Cuerpo de Edecanes, que llamara por teléfono para saber la causa de la tardanza. Cuando el aparato repicó en la habitación del candidato, Ramón J. Velásquez lo levantó y el militar le preguntó el motivo de la tardanza, a lo que el periodista respondió que el doctor Escalante decía que no podía asistir porque su cuñado le había robado su ropa.
Al ser informado del problema, Medina le solicitó al ministro de Sanidad que convocara una Junta Médica de urgencia, la cual quedó integrada por los doctores Enrique Tejera, Miguel Ruiz Rodríguez, Rafael González Rincones y Vicente Peña, quienes examinaron detenidamente al paciente, luego de lo cual llegaron a la conclusión de que Escalante había perdido el uso de sus facultades intelectuales.
Al conocerse el diagnóstico de la Junta Médica, se presentó una inmensa crisis política. El embajador Diógenes Escalante dejó de ser candidato para presidente en las elecciones que se iban a efectuar en diciembre y, por lo tanto, su nombre dejó de ser considerado en el proyecto emprendido por todas las corrientes en pugna. El plan se había venido abajo.
El diagnóstico motivó, además, que Escalante fuese enviado de regreso a Washington en un avión militar que le hizo llegar el comandante George Brett por orden del presidente Harry Truman, amigo personal del diplomático venezolano. Al llegar a la capital norteamericana, el doctor Escalante fue conducido directamente al Walter Reed Army Hospital donde recibió un tratamiento inicial basado en electroshocks, que no dieron los resultados esperados, por lo que varios días después fue trasladado al Hospital Hartford de Connecticut, un centro especializado en enfermedades mentales3 y luego a Miami. Mientras tanto, en Caracas se había desatado un terremoto político que traería terribles consecuencias.
3Entrevista concedida por Ramón J. Velásquez (2004)
Los dirigentes de AD y de la Unión Militar Patriótica se reunieron para analizar la situación y acordaron retomar contacto con los grupos juramentados y dar inicio a la Revolución. Por su parte, la directiva del oficialista PDV convocó a una asamblea extraordinaria en el Hipódromo de El Paraíso para escoger al nuevo candidato, resultando electo Ángel Biaggini por amplia mayoría, pero ya no había nada que hacer para evitar la insurrección en marcha.
Y en cuanto al presidente Medina, parece mentira que no se haya enterado del golpe que se estaba gestando sino el 16 de octubre en la tarde, cuando ya era indetenible. La información la recibió a través del Alférez de Navío Elio Quintero Angarita, un sobrino suyo que era oficial de la Armada, gracias a un informe que el teniente de Navío Wolfgang Larrazábal le había hecho llegaron (6), lo que significaba que el Servicio de Inteligencia del Ejército, entonces dirigido por Néstor Angola, no sabía lo que estaba ocurriendo. Tan pronto Medina conoció la anormalidad que estaba ocurriendo llamó a su despacho a Delfín Becerra, ministro de Guerra y Marina, expresándole que recibió un anónimo en el que se le alertaba sobre una conspiración que había ganado ya mucho terreno entre la oficialidad, la cual encabezaban Marcos Pérez Jiménez, Julio César Vargas, Carlos Delgado Chalbaud, Mario Vargas, Edito Ramírez, José Teófilo Velasco, Evelio Roa Castro y Horacio López Conde. Ordenó entonces el acuartelamiento de las Fuerzas Armadas y la prisión de los oficiales conjurados (7).
El 18 de octubre de 1945 Medina llegó muy temprano a Miraflores, constató que sus órdenes habían sido cumplidas y leyó el informe sobre el mitin de AD en el que se puntualizaba que Rómulo Betancourt arengó a las masas diciendo que su partido se había organizado “para que el pueblo venezolano fuera al poder y nosotros con ese pueblo a gobernar”. Y en efecto así fue. Tan pronto Medina salió a almorzar, comenzó la Revolución. Los sublevados tomaron Miraflores y el Cuartel San Carlos de Caracas. Luego capturaron el cuartel Bolívar de Maracay, en la que estaban ubicados los batallones Caracas y Motoblindado bajo el mando del coronel José Anselmi Moreno, quien pereció en el enfrentamiento. En el cuartel Páez el coronel Arturo Guerrero designó al teniente Luis Álvarez Delgado para que defendiera el batallón de infantería y éste se enfrentó al blindado del teniente Valentín Moncada Vidal, pero el ataque final fue de tal magnitud que no pudo detener el avance de los tanques y prefirió quitarse la vida antes que rendirse. Muy cerca de allí también hubo una fuerte refriega en el cuartel Sucre donde murieron acribillados a balazos el presidente del estado Aragua Aníbal Paradisi y Juan Bautista Rodríguez Mendoza, comandante de la Policía de Maracay. El hecho provocó la rendición del último cuartel que permanecía leal al Gobierno.
La victoria de los militares rebeldes fue clave para el triunfo de la revolución. Las nuevas autoridades enviaron dos aeronaves para que bombardearan el cuartel San Carlos, acción que reforzaron con ametralladoras, lo que determinó que el coronel Pereda Bermúdez se rindiera, permitiendo que los milicianos de AD entraran a tomar el parque. En vista de lo sucedido, el cuartel La Planta también abandonó la lucha, en tanto un piquete de soldados rebeldes dirigidos por el periodista Manuel Martínez tomó la emisora Radio Caracas llamando a la población a respaldar el movimiento insurreccional, diciéndole:
-Venezolanos: Salgan a la calle a respaldar la Revolución. Debemos salir de este Gobierno que nos trata como a esclavos. Venezuela es una hacienda explotada por un capataz borracho y sus secuaces. ¡Viva la Revolución!
A partir de ese momento las fuerzas rebeldes asumieron el control de la ciudad y el ministro Manuel Silveira, al evaluar la nueva realidad, le aconsejó a Medina que entregara el Gobierno. Medina le hizo caso y se dirigió al cuartel Ambrosio Plaza, donde a media mañana del 19 de octubre se rindió ante el mayor Marcos Pérez Jiménez, entregándole su pistola y expresándole profundamente conmovido:
-Mayor, he resuelto rendirme para evitar más derramamiento de sangre. Solamente le pido que impongan rápidamente el orden, para que no sufra nadie.
Eran casi las once de la mañana. El general Medina fue hecho prisionero de inmediato. Su rostro mostraba una intensa palidez. Algunos de sus compañeros de gobierno tenían los ojos húmedos en lágrimas. Fue entonces cuando el teniente Braulio Paredes, molesto por lo que veía, les recordó las palabras que la madre de Boabdil -último rey árabe de Granada- le dijera a su hijo después de su derrota ante los reyes católicos en enero de 1492:
-No deben llorar como mujeres lo que no han sabido defender como hombres. Al oír estas palabras, Medina reaccionó de la fuerte postración en que se hallaba y le expresó a Paredes: -No ha sido por cobardía, Paredes, yo he hecho esto para evitar un derramamiento de sangre.
Medina Angarita fue enviado preso a la Escuela Militar, adonde llegó a las 3,30 de la tarde del 19 de octubre de 1945. Al frente de la caravana iba Pérez Jiménez en una camioneta, armado con una ametralladora. Junto con Medina iban detenidos Delfín Becerra, Manuel Silveira y Francisco Angarita Arvelo, exministros de Guerra y de Obras Públicas los dos primeros; y expresidente del estado Táchira el tercero. Medina estaba vestido de civil, con corbata y sombrero. Finalizaba la caravana un carro con soldados. Después de cuarenta y seis años de dominio andino, comenzaba una nueva etapa que sería conocida en la historia como “La Revolución de Octubre” (8, 9, 10).
El análisis de las Juntas Médicas en períodos históricos de grandes dificultades requirió tomar en consideración las diferentes perspectivas de los profesionales de la Medicina que participaron en los diagnósticos respectivos. En ese sentido se dio preferencia a las fuentes primarias, tanto de carácter documental como bibliográfica. Adicionalmente, en lo referente a la opinión pública se procedió a seleccionar noticias de primera plana para darle adecuada interpretación a la data recopilada. Es decir, se consultaron diferentes fuentes para comparar y verificar cada hecho con las fuentes disponibles, a fin de indagar la realidad existente en la sociedad venezolana de entonces y las causas que originaron los hechos o cambios ocurridos. En ese sentido, se estimó que para comprender los hechos era necesario analizar las debilidades y fortalezas de cada caso estudiado, así como las oportunidades o amenazas que existieron de tomar la decisión más adecuada o impedir un cambio.
Por lo tanto, en lo referente al caso Escalante se hizo énfasis en los violentos hechos que se produjeron en octubre de 1945 debido a la alianza del partido Acción Democrática y el movimiento Unión Militar Patriótica, por considerar que este aspecto era clave para comprender la instauración del proyecto democrático en un país que no estaba acostumbrado a ese sistema. Fue por eso que el investigador consideró algunos datos cuantitativos en el análisis de contenido, aunque utilizó de manera preferente el desarrollo de escenarios sobre la base documental obtenida, lo que permitió efectuar una reflexión final a partir de la herencia recibida por Medina, pasando por el sostenido desarrollo institucional que vivió el país entre 1830 y 1945.