El Dr. Héctor García Chuecos, emeritense – o merideño – se considera uno se los personajes que impulso lo que se ha dado en llamar “La Refundación de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina” posterior a un periodo de inactividad que la afecto por un tiempo limitado y por diferentes causas, caracterizándolo como el único No Médico de este selecto grupo, condición que desconocía hasta que lo encontré en la corporación, constituyéndose en un motivo de orgullo familiar, a pesar de mi ignorancia sobre ello. A él dedico estas líneas.
Palabras clave: García Chuecos, historiador, Archivo General de la Nación, Archivo Histórico de La Grita, Academia Nacional de la Historia.
Dr. Héctor García Chuecos, emeritense – or merideño – is considered one of the characters who promoted what has been called "The Refoundation of the Venezuelan Society of History of Medicine" after a period of inactivity that affected it for a limited time and for different reasons, characterizing him as the only Non-Medical of this select group, condition that I did not know until I found it in the corporation, constituting a reason for family pride, despite my ignorance about it. To him I dedicate these lines.
Keys words García Chuecos, historian, National General Archive, La Grita Historical Archive, National Academy of History.
Al recibir la convocatoria de nuestra Sociedad para el congreso, y saber del tema sobre el que versaría, no dudé en solicitar que se me permitiera hacerlo sobre el Dr. Héctor García Chuecos. Y la pregunta sería... ¿Por qué Escalona lo haría sobre García Chuecos? Sencillo, pues la motivación es familiar, el Dr. Héctor García Chuecos fue mi tío abuelo, y solo supe de su papel en la Sociedad cuando me inicié en ella. Pero hay otra pregunta más interesante aún, ¿Como llegó a nuestra corporación, pues médico, no era?. El tío Héctor, como lo denominaré a lo largo de mi exposición, era abogado, escritor, archivólogo, historiador, profesor... pero no médico (1). En esta investigación, espero, me lleve a conseguir esta respuesta, como ya me ha llevado a otras.
Mi primera sorpresa fue su nombre completo, Héctor Modesto del Carmen García Chuecos (2), pues nunca me había enterado, pero es compatible tanto con la época como con las costumbres de su lugar de origen, la ciudad de Santiago de los Caballeros de Mérida, en la que nació el 24 de febrero de 1896 (1), período en que era la capital del Gran Estado de Los Andes. En ese año se dieron varios eventos en el país: El Gobierno Nacional crea una Comisión Clasificadora de los Documentos, Obras y Mapas adquiridos por Venezuela para reforzar sus derechos en el Litigio sobre la Cuestión de Límites sobre la Guayana Británica (Guayana Esequiba); se inaugura en Caracas el Hipódromo de Sabana Grande; la Plaza La Concepción de Barquisimeto es reinaugurada como la Plaza Miranda, pasando, en, 1925 a Plaza Bolívar; se hace una demostración de un vitascopio en el Teatro Baralt de Maracaibo, proyectando por primera vez una película en Venezuela; se celebra el primer congreso obrero del país en Caracas; un grupo de jóvenes pedalea en bicicletas desde Caracas hasta Villa de Cura en un recorrido de 92 kilómetros que duró 10 horas, el primer evento ciclístico del país (4).
En cuanto al estado Los Andes, vale la pena recordar que el estado de Los Andes fue el resultado de una división político administrativa creada por Guzmán Blanco, que estaba compuesta por lo que hoy son los estados Táchira, Mérida y Trujillo, con capital en la ciudad de Mérida. Esta transformación formaba parte de la reforma constitucional conocida como “La Suiza” en la que se crearon nueve estados. El tío Héctor era hijo del segundo matrimonio del General Manuel Antonio García Fernández, natural de El Tocuyo, y Josefa Filomena Chuecos Alarcón, emeritense de pura cepa. Era el mayor de ese matrimonio y el décimo primero del general (1 y referencia personal). Y aquí aparece otra sorpresa, pues el segundo apellido de mi bisabuela coincide con el mío. ¿Habría alguna relación histórica entre ambos?
Es de acotar que para la época y el lugar, era característica habitual las familias numerosas; y cuando el conyugue enviudaba, acostumbraba buscar una joven que se encargara de la familia previa y de la nueva, explicándose la gran diferencia de edad entre ellos. El nombre de Modesto del tío proviene del General don Modesto Gallegos, quien era el presidente provisional del Gran Estado de Los Andes y a quien el general García quiso honrar o relacionar con el nuevo nato. El general Gallegos se distinguió como militar y político, cuya carrera inició con Guzmán Blanco y continuó con los gobernantes sucesivos, ejerciendo altos cargos políticos y militares. Del general García no he conseguido mayor información, solo sé que muere de una neumonía bajo un puente donde se escondía, en una campaña. (Tradición familiar).
García Chuecos realiza sus estudios de primaria y secundaria en su ciudad natal, bajo la égida de maestros reconocidos, como don Rafael Antono Godoy, el Br. Emilio Maldonado y Pierre Henry George Burgoin. Obtiene el título de bachiller en filosofía y letras en 1924, cuando se traslada a Caracas (¿Siguiendo la ruta política del padre?) y cursa la carrera de derecho en la Universidad Central de Venezuela, en la que obtuvo el doctorado en Ciencias Políticas en 1932, con un trabajo sobre el Derecho Internacional privado venezolano, titulado “Apuntes para la exposición del Derecho Internacional privado venezolano”. En 1936, la Corte Suprema de Justicia del Distrito Federal le confirió el título de abogado de la República, profesión que nunca ejerció, centrando toda su actividad en la investigación histórica (1). Mientras cursaba sus estudios de derecho, en 1926, entró a trabajar en el Archivo Nacional como Oficial Catalogador, ascendiendo a Jefe de Servicio en 1936, y en 1946, a Director del Instituto, cuyo nombre había cambiado por el de Archivo General de la Nación, en donde estuvo hasta 1958, año de su jubilación.
Durante su labor, rebuscó en los archivos nacionales de Francia, España, Inglaterra, Estados Unidos, Cuba, República Dominicana, Ecuador, Colombia, y especialmente, en el Archivo General de Indias, en Sevilla (1). En 1959, elabora el inventario del denominado Archivo Histórico de La Grita, constituido por 72 tomos de documentos de los siglos XVII y XVIII, el que fue trasladado y publicado en el Boletín del Archivo General de la Nación, en ediciones sucesivas, a partir del año mencionado, 1959. Este archivo esta constituido por escritos que tratan asuntos económicos y jurídicos sobre tierras, herencias, y demandas judiciales de diversa índole. (http://lanic.utexas.edu/project/tavera/venezuela/cristobal.html. Fundación Histórica Tavera: Guía preliminar de fuentes documentales etnográficas para el estudio de los pueblos indígenas de Iberoamérica)
Es, precisamente, este contacto con los viejos infolios del pretérito nacional, especialmente con los legajos de los siglos XVI, XVII y XVIII, lo que lo convierten en uno de los primeros venezolanos expertos en paleógrafos (1).
En el ámbito académico, fue profesor de Historia Documental y Crítica de Venezuela en el Instituto Pedagógico Nacional, y en la Universidad Central de Venezuela; fue catedrático de Archivos Históricos y profesor de la Escuela de Bibliotecología (1,4,5). Destacó como fructífero colaborador del Boletín de la Academia Nacional de la Historia, de la que fue Individuo de Número, ocupando el sillón D, desde 1951. Este sillón fue ocupado por don Julián Viso, fundador, desde 1888 a 1900, don Juan Manuel de los Rios, de 1901 1914; Rafael López Baralt de 1914 a 1918 y don Andrés Ponte, de 1914 a1948 (5). Llegó a ser Vicepresidente de la Academia entre 1959 y 1960.
Su trabajo de incorporación versó sobre Concepto que a Bolivar merecieron los deberes y los derechos de los neutrales en caso de guerra internacional. La contestación y bienvenida se la dió su viejo compañero en los bancos de la escuela, José Nucete Sardi, coterráneo del Dr. García (5). Su labor académica fue reconocida y eficiente, además de haber formado parte de los Centros de Historia de Trujillo, Lara, Falcón y Miranda como Miembro Correspondiente, así como Honorario de la Sociedad Bolivariana de Argentina, miembro de la venezolana, de la cual fue vicepresidente en varios períodos. También fue Numerario de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, quien lo nombro Miembro Emérito (5).
Durante su vida fue insigne colaborador del Boletín de la Academia, con disertaciones, escritos, reseñas bibliográficas, etc. Muere en Caracas, el 10 de marzo de 1973 (1), añorando su terruño natal, al que nunca olvidó (5). El Universal del 11 de marzo de 1973 lo describió como “Eminente ciudadano que consagró su vida al estudio de nuestra historia” (5).
A pesar de su bajo perfil, modestia y humildad, no dejó de recibir distinciones. Recibió el título de Hijo Ilustre de la ciudad de Mérida y fue honrado con un busto que fue colocado en el famoso y tradicional Parque de los Escritores Merideños, de donde fue hurtado con otros nueve, entre 2007 y 2017. Como corolario, diría de corazón que, el tío Héctor fue otro “ilustre venezolano desconocido”, y el mejor homenaje es, precisamente, difundir su labor y legado.