Doctor Hernán Méndez Castellano. Ideólogo de la venezolanidad

Dr. Luis Ceballos García

RESUMEN

Semblanza biográfica del Dr. Hernán Méndez Castellano (1915-2003), eminente pediatra, docente, sanitarista y académico venezolano, nativo del Estado Trujillo. Doctor en Ciencias Médicas por la UCV en 1939. En 1949, inicia su formación como Pediatra. Estudió en Suiza, Francia, Puerto Rico y México. A su regreso trabaja en varias instituciones públicas. En 1975, planteó la necesidad de realizar el “Estudio Nacional de Crecimiento y Desarrollo Humanos”, luego conocido como Proyecto Venezuela, una de sus más notables contribuciones médico-sociales. En 1976, por su impulso, se crea el Centro de Estudios sobre Crecimiento y Desarrollo de la Población Venezolana conocida como FUNDACREDESA. En 1978 estandarizó definitivamente el Método Graffar-Méndez Castellano, un instrumento de medición de la estructura social de Venezuela. El quehacer polifacético de Méndez Castellano alimenta y enorgullece nuestro gentilicio.

Palabras clave: Biografía. Méndez Castellano. Fundacredesa. Crecimiento y Desarrollo en Venezuela


Doctor Hernán Méndez Castellano. Ideologist of the Venezuelan identity

ABSTRACT

Biographic portrait of the eminent Venezuelan pediatrician, professor and academician, Dr. Hernan Mendez Castellano (1915.2003), born in Trujillo State and graduated as medical doctor in 1939. Since 1949, he studied pediatrics in Switzerland, France, Puerto Rico and Mexico. Back in Venezuela, he worked in several public institutions. In 1975 he proposed the “National Study of Human Growing and Development”, after named Venezuelan Project and one of his most remarkable contributions. Then, the Center of Growing and Development Sudies of the Venezuelan population, known as FUNDACREDESA, was created in 1976 by his inspiration. In 1978 he standardized the Graffar-Mendez Castellano Method as an instrument for measuring the social structure of Venezuela. His wide and outstanding work nourishes and fills with pride our country.

Key words: Biography. Mendez Castellano. Fundacredesa. Growing and Development in Venezuela.


Abran las compuertas y dejen entrar el amanecer.
Arrojen por la borda el pesado fardo del conformismo.
Hernán Méndez Castellano.

Infancia y juventud: Tenacidad y vocación de hacedor del bien

En lecho de parto, encalado a la usanza pueblerina, sobre sábanas de páramo con blancor de niebla y en el valle de la empinada Trujillo andina, Amelia Castellano le dio a José Atilio Méndez su segundo hijo, pero a la patria le parió el que llegaría a ser el primero y más denodado propulsor de la venezolanidad. Ella, de Boconó, y José Atilio, de Mendoza Fría, amalgamaron en el amor sangre de montañeses y fueron siete los retoños de estos trujillanos dignos: Consuelo, Hernán, Alfonso, Rafael, María Luisa, Carmen y Francisco.

El primero de noviembre de 1915 nació Hernán en la Venezuela de Juan Vicente Gómez, en ambientes de mula, de arado y sembradíos, en la tierra que entonces sólo alumbraba campesinos y soldados para las revueltas, y de pronto, a los 11 años, la orfandad que lo desgarra: la madre en flor que entrega su vida sobre aquél mismo paritorio, otrora luminoso y alegre, entonces lúgubre. Aquel cuarto triste y oscuro, con las cortinas quietamente verticales porque no hay postigo abierto que las mueva ni rayo de luz que las aclare, es el testigo silente del dolor de los huérfanos a destiempo y del hombre desolado por la inesperada viudez. Y aquella muerte injusta y prematura - sin más explicaciones que el ineluctable destino de los hombres - será el acicate constante para que Hernán se vuelva médico, y de la estirpe de los buenos. “…Siempre quise ser médico. Dos hechos me impactaron: la muerte de mi madre cuando tenía once años. El día de su muerte juré que iba a ser médico. Más tarde, después de visitar por primera vez un hospital, me quedé fascinado” H.M.C., 1995.

José Atilio Méndez, a fuerza de coraje y de la exigente virilidad de los años mozos, se recuperó pronto. Reaparecieron el amor y las ganas de vivir, y con ellos la madrastra para los chicuelos, y otra vez el destino se empeñó en la hombredad temprana de Hernán. Las ausencias del padre eran frecuentes y prolongadas, porque el trabajo lo retenía lejos de casa construyendo puentes, carreteras, acueductos y letrinas en los vericuetos de la serranía, y Hernán asumió muchas veces la defensa propia y la de sus hermanos frente a los desamores de la madre postiza y, aún niño, empezó a trabajar de telegrafista en la ciudad de Trujillo. Sin proponérselo, se adentraba en el manejo de los primitivos símbolos tecnológicos de la comunicación, y años después, cuanta simbología de identidad venezolana ayudó a desentrañar y cuanta información produjo y comunicó, cual heraldo de la justicia y del bien colectivo. Sin embargo, este joven no estaba hecho para la poquedad, y tempranamente lo demostró cuando el Coronel José Atilio Méndez, sin explicaciones ni consulta de pareceres, lo lleva ante uno de los caudillos prominentes del estado Trujillo y le dice sin preámbulos: “General, aquí le traigo un soldado para la patria”. A pesar de lo curtido en los avatares revolucionarios se sorprende el hombre, y encara a Hernán con esta pregunta plena de comprensión para el inconsulto imberbe: ¿dime, hijo, de verdad qué es lo que tú quieres ser? Y otra vez, la decisión es firme en la respuesta del adolescente, “Soldado, no; General,... quiero ser médico”. Los primeros pasos para satisfacer esa definida vocación los dio en su ciudad natal cuando se graduó de bachiller en 1931, y un año después se vino a Caracas para realizar el curso propedéutico de medicina. Las dificultades económicas lo hacen regresar a Mérida para cursar los primeros años de la carrera médica, pero en 1935 está de vuelta en Caracas y ya en 1939 se gradúa de Doctor en CienciasMédicas en la Universidad Central de Venezuela.

Las pensiones de estudiantes de aquella época eran propicias para la tertulia y para el sueño compartido en voz alta, porque casi todos aquellos jóvenes tenían en común la procedencia provinciana, los escasos recursos económicos y los anhelos de superación. El bachiller Méndez Castellano se instaló —premonitoriamente— en una pensión situada a medio camino entre los más conspicuos símbolos de la venezolanidad que tanto cultivó: la Plaza Bolívar y el Panteón Nacional. Allí estableció una sólida amistad con su compañero de estudios Ricardo Hernández Rovati, y aquella amistad estudiantil fue la afortunada circunstancia que lo llevó a conocer a María Cristina, la hermana de Ricardo, con quien contrajo matrimonio el 25 de noviembre de 1939. Doctorada en Filosofía y Letras, esta distinguida dama yaracuyana acompañó al Dr. Méndez Castellano durante 64 años, tres como novia y el resto como la más abnegada y colaboradora esposa, hasta su muerte en 1999. Sembraron con amor, y no podía ser otra cosa que ubérrima, la cosecha: tres varones y dos hembras, y todavía les sobró ternura para que una sobrina - hija afectiva - completara con aquéllos, la media docena de vástagos. Hoy lloran de orfandad tardía, seis profesionales universitarios de valía: Alexis (ingeniero civil), Hernán (ingeniero de computación), Ricardo (médico), Mariela (odontóloga), María Cristina (psicóloga) y Rayún (trabajadora social y abogada).

La adultez pródiga y plural

El hombre

Quien lo viera por primera vez, sólo por la apariencia física, bien podría imaginar, y sin temor al fallo, que estaba frente a un símbolo de la bondad sin retaceos y de la sabiduría sin poses. De mediana estatura, de complexión fuerte y de piel morena, muy fácil para la risa y para el verbo, y con una mirada siempre interrogante, pero amigable siempre. Un icono de nuestra mestiza andinidad, pero repleto de universalidad.

“… el hombre es único y múltiple,
cerrado y abierto. El hombre debe
ir en busca de lo universal…”

H.M.C., 1995.

“… venezolanos individuales y
plurales a la vez. Que sean capaces
de ser leales con su país y aceptar
al hombre de otras partes, bajo
planos de igualdad, no de
sumisión…”
H.M.C., 1992

La difícil infancia posiblemente revistió de adustez aparente su alma de hombre sensible y cultor del amor, de la amistad, de la música, de la pintura, de la lectura, de la fotografía artística y de la jardinería.

Sus hijos le dieron dieciséis nietos, y a ellos dedicó tiempo y atención, cada vez que requirieron los cariños y consejos del abuelo. La fotografía del maestro con uno de sus nietos, que le tomó su yerno el Dr. Alejandro Mijares y que ilustra la portada del libro “Hernán Méndez Castellano. Un pediatra social” es la más hermosa conjunción de las sonrisas, la del árbol frondoso y la del brote tierno. Esta fotografía debió haber ocupado un lugar especial en su biblioteca, amante como lo era de la fotografía artística de rostros y de cuerpos.

Recuerda su hijo Ricardo que cuando su padre en el año 2002 recibió de la Organización Panamericana de la Salud, en la Academia Nacional de Medicina, la distinción de “Héroe de la Salud Panamericana”, la emoción contenida rompió todos los diques, y en esa ocasión le dio el más prolongado y cálido abrazo, repleto de todo el amor paterno que tanto había acumulado y que —por ancestrales tradiciones de crianza ha impedido las manifestaciones físicas del afecto entre padres e hijos— pocas veces antes se había expresado tan intensamente.

Fue amigo de muchos, porque su pensamiento amplio, adelantado, polifacético y generoso atraía fuertemente y siempre dejaba espacio para oír al otro, y no para oírse a sí mismo. Ora hablaba de música con el maestro Antonio Estévez, ora de pintura con Oswaldo Vigas, Mateo Manaure o Gabriel Bracho. Se transportaba a los planos superiores de la espiritualidad cuando oía a Igor Stravinsky, la Cantata Criolla de Estévez, La Opera de Tres Centavos de Brecht y Weill —su predilecta— o Conticinio, de su coterráneo Laudelino Mejías.

Se construyó un refugio para la intimidad con la familia y los amigos más cercanos, más allá de El Junquito. Y en aquella casa de madera y ventanales, olorosa a bosque y abierta al viento y a la neblina, leía historia, filosofía, política, literatura venezolana y universal, y cuando el ejercicio intelectual exigía tregua había tiempo para podar y abonar las matas o para mimar los rosales y pedirles, a cambio, sólo una fragante rosa para María Cristina, la esposa siempre novia.

Consecuente con su sentido de universalidad viajó incansablemente, y la actitud metódica de la pareja, bien ahorrando el sueldo de la esposa como profesora universitaria o bien restringiendo gastos superfluos, les permitió a ambos llenarse las pupilas de la luz, de las formas y de los colores de incontables rincones del mundo.

El médico

Se graduó de médico cuando, recién creado el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social en 1936, se iniciaba la batalla contra las endemias que nos diezmaban. No fue por azar que su tesis doctoral versara sobre “Primer caso de paludismo por Plasmodium ovale en Venezuela”, porque ahora sí era un soldado reclutado, pero no para las montoneras de antaño, sino para las huestes sanadoras de hogaño con los doctores Alberto J. Fernández, Arnoldo Gabaldón, Enrique Tejera, Elías Benarroch, José Ignacio Baldó, Leopoldo García Maldonado y Pastor Oropeza, como recuperadores del país perdido en la insalubridad ambiental, la ignorancia, la desnutrición y las enfermedades endémicas.

No se dejó tentar por la europeidad prevaleciente en los médicos recién graduados de su época y decidió conocer previamente a los hombres, las enfermedades y las circunstancias de su tierra, antes de escudriñar las de otras latitudes. “… digo lo que digo porque conozco a mi gente…”, H.M.C., 1995.

Se fue a la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, y entre 1940 y 1944 ejerció como médico en los campos petroleros de Cabimas y Lagunillas. Allí se insertó en su mente para siempre la concepción social de la medicina, quizás estimulado por sus pacientes que lo consideraban distinto porque se interesaba no sólo por el enfermo, sino también por la familia, la vivienda y el ambiente físico, laboral y social de los núcleos humanos.

En una nota necrológica del Dr. Méndez Castellano, publicada por su hijo Hernán en el diario El Nacional, hay una hermosa frase que lo describe de cuerpo entero: “… siempre en trayectoria…”, y, parodiando a Andrés Eloy Blanco en “A un año de tu luz”, me parece adecuado reforzar aquella percepción filial con esta otra del poeta cumanés, “… siempre llegando y siempre fugitivo…”, para resaltar aquella cualidad de permanente búsqueda en que vivió este genio de la medicina venezolana. Regresó a Caracas. y en 1945 ingresó al Instituto Nacional de Puericultura y Pediatría. Esta etapa es determinante para la concreción de sus aspiraciones de ser un pediatra social. Cuarenta y dos años más tarde, en 1987, en una declaración preñada de humildad dijo: “… me sentiría orgulloso si se me reconociera como un pediatra social…”

Con el bagaje de diez años de experiencia en el tratamiento de las enfermedades de los niños, se va a informar —de primera mano— en las fuentes de la ciencia médica europea en el Kinderhospital< de Zurich (1949-1950), y vuelve en 1956 al Centre Internationale de l’Enfance, en París. Completa su formación integral de pediatra con estudios en el Hospital Infantil de Puerto Rico (1958) y en el Hospital Infantil de México (1962).

De vuelta en Venezuela su accionar médico es múltiple e intenso en la División Materno-Infantil del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, el Consejo Venezolano del Niño, el Servicio de Pediatría del Hospital “José Gregorio Hernández”, el Instituto Nacional de Puericultura y Pediatría y el Instituto Nacional de Nutrición. Hizo tanto por la pediatría en Venezuela, que el Dr. Gustavo H. Machado dijo de él “… Cuando Méndez Castellano le coloca el estetoscopio en la espalda a un niño está auscultando a Venezuela…”

Ejerció la medicina privada con profundo sentido altruista, y los sábados se iba a hacer pediatría, absolutamente gratuita, en la barriada caraqueña de La Charneca. En estas jornadas sociales siempre lo acompañaba su hijo Ricardo, y ese contacto con la Venezuela de alpargatas y lombrices influyó definitivamente para que aquél fuese también médico.

El luchador social

Cuando del filósofo español José Ortega y Gasset brotó el principio “… yo soy yo y mis circunstancias…”, de enorme trascendencia histórica y existencial, estaba también dándole el más sólido espaldarazo a la concepción filosófica de la medicina social, la que se ocupa no sólo del hombre enfermo, sino también de sus circunstancias familiares, laborales, sociales, culturales y ambientales. El Dr. Méndez Castellano, decidido cultor de esta posición de pensamiento, en el VI Congreso Internacional de Auxología (Madrid, 1991) afirmó “…el ser humano adulto, en lo que concierne a lo biológico, es el resultado de la interacción entre su patrón genético y los factores ambientales y socio-culturales, que pueden actuar de una manera favorable o desfavorable a todo lo largo de su crecimiento y desarrollo bio-psico-social…”

Las experiencias previas del Dr. Méndez Castellano y de su acreditado grupo de trabajo, en un estudio transversal en Caracas con alumnos de liceos privados y públicos, sirvieron de base para que en 1975 se planteara la necesidad de emprender el “Estudio Nacional del Crecimiento y Desarrollo Humanos”, núcleo primigenio del Proyecto Venezuela.

El Estudio Nacional de Crecimiento y Desarrollo Humanos de la República de Venezuela, bautizado como Proyecto Venezuela, fue una investigación de salud integrada para establecer la identidad biológica, socioeconómica y cultural de la población venezolana. Es la más científica, completa y trascendente investigación social que se haya hecho en el país en el siglo XX y es, a la vez, el legado más importante del Dr. Hernán Méndez Castellano y de sus brillantes colaboradores para los estudiosos del hombre como “animal social” en Venezuela y el mundo. “…Esa inmensa radiografía integral de la población venezolana permitió a los investigadores desarrollar una metodología propia, el ansiado índice de calidad de vida que los investigadores sociales siempre habíamos buscado…”. H.M.C., 2001.

La trascendencia nacional e internacional del Proyecto Venezuela se afinca en las investigaciones sociales iniciadas por el Dr. Méndez Castellano en la Escuela de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela en 1969, que condujeron a la modificación del Método de Graffar y a la formulación de un nuevo instrumento de medición, valedero y confiable, para la estructura social venezolana. Surgió así el Método Graffar-Méndez Castellano que se probó y estandarizó definitivamente en el “Estudio Piloto del Estado Carabobo”, en 1978, con 3 700 familias.

El Ejecutivo Nacional, mediante el Decreto Presidencial Nº 1671 del 13 de julio de 1976, creó el Centro de Estudios sobre Crecimiento y Desarrollo de la Población Venezolana, conocido como FUNDACREDESA, que fue el organismo ejecutor del Proyecto Venezuela entre 1979 y 1983 y de todos los estudios posteriores relacionados con el conocimiento biológico, socioeconómico y cultural de la población venezolana.

Ningún campo del saber pediátrico le fue esquivo al Dr. Méndez Castellano y a todos ellos logró impregnar de su incesante pensamiento promotor de la igualdad de los hombres frente a las oportunidades. Fue presidente de la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría entre 1957 y 1959, y sembró a Venezuela de discípulos desde la Cátedra de Clínica Pediátrica y Puericultura de la Universidad Central de Venezuela, de la cual llegó a ser Profesor Titular III. En 1971 obtuvo el Premio Nacional de Pediatría “Dr. Pastor Oropeza”, liderizando a un equipo valioso integrado por los doctores Eugelio Chacón Nieto, Lilia Cárdenas de Moncada, Mara Traumanis y Leysi Cuenca Pérez, con un trabajo denominado “Experiencias sobre la observación continua en niños con formas graves de desnutrición”.

Ajeno al enclaustramiento del conocimiento, lo divulgó a los cuatro vientos en artículos de publicaciones venezolanas y extranjeras, en libros y monografías y en jornadas y congresos de pediatría, nutrición, higiene mental y auxología en Venezuela y allende la patria. A la comunidad la mantuvo informada sobre temas tan álgidos y cruciales para la venezolanidad como la pobreza, el juego de envite, el abandono, las desigualdades, el hambre, la democracia, la adolescencia, la corrupción, el valor del trabajo, el ambiente o la identidad nacional y, entre 1950 y 1997, se publicaro n más de 68 notas periodísticas sobre aquellos tópicos, en los cuales disertaba el Dr. Méndez Castellano en lenguaje accesible a todos.

El académico

Propuesto por los académicos doctores Alfredo Planchart y Alfredo González Navas fue elegido Miembro Correspondiente Nº 44 de la Academia Nacional de Medicina, el 24 de marzo de 1995, para suceder al Dr. José Antonio O‘Daly Carbonell quien ascendió a Individuo de Número. Se incorporó el 19 de octubre de 1995, y el trabajo de incorporación se denominó “Ecosistema de la salud, morbilidad y mortalidad según Estrato I”.

Su activa y fecunda vida académica fue el aval para que ascendiera a Individuo de Número y ocupara el Sillón Nº XI, desde el 15 de mayo de 1997 hasta su muerte el 8 de julio de 2003. Presentó como trabajo de incorporación un extraordinario estudio consecuente con su línea de acción investigativa titulado “Aproximación al conocimiento del niño preescolar en Venezuela utilizando modelos integrados de comprensión”. En el púlpito de Santo Tomás pronunció el brillante discurso “Aproximación al conocimiento de la Sociedad Venezolana para el siglo XXI”, con aleccionadoras consideraciones sobre estructura y dinámica sociales, población y desarrollo, la sociedad venezolana y su estratificación social, papel de la ciencia y de la tecnología en Venezuela, y papel de la Academia Nacional de Medicina. El discurso de bienvenida estuvo a cargo del Individuo de Número doctor Alfredo Planchart.

Desde 2002 ejercía la presidencia de la Comisión de Puericultura y Pediatría de la Academia. Allí, como Secretario de esta Comisión, lo conocí de cerca y palpé la inmensa vitalidad productiva que lo animaba y que lo hizo trabajar hasta el final de sus días. En 1996 escribió “… el hombre es el único animal, el único ser viviente que sabe que va a morir. Hay que vivir hasta morir…”, y eso fue lo que hizo. Merece que los venezolanos, que tanto le debemos, lo recordemos como el hombre que dignificó y le dio significado a todos los amarillos, a los azules íntegros y a los rojos totales de nuestro mestizaje.

FUENTES DE INFORMACIÓN

  1. República de Venezuela. Ministerio de la Secretaría de la Presidencia de la República. FUNDACREDESA. Proyecto Venezuela. Región Centro-Occidental. Caracas. 1990.
  2. Méndez Castellano H. La estratificación social como índice de diferencias en el crecimiento y desarrollo del niño venezolano. VI Congreso Internacional de Auxología. Madrid. 1991.
  3. Méndez Castellano H. Salud y calidad de vida. Gac Méd Caracas. 1994;102(2):123-126.
  4. Méndez Castellano H. Venezuela, país de 60 años. Gac Méd Caracas. 1997;105(1):138-142.
  5. Méndez Castellano H. Aproximación al conocimiento de la Sociedad Venezolana para el siglo XXI. Gac Med Caracas. 1998;106(3):399-404.
  6. Planchart A. Discurso de bienvenida al Doctor Hernán Méndez Castellano con motivo de su incorporación a la Academia Nacional de Medicina. Gac Méd Caracas. 1998;106(3):405-408.
  7. FUNDACREDESA Hernán Méndez Castellano. Un pediatra social. Caracas. 1998.
  8. Dra. Mercedes López de Blanco. Semblanza. XXXIV Jornadas de Pediatría “Dr. Hernán Méndez Castellano”. Isla de Margarita. 07-12/09/1998.
  9. Méndez Castellano H. Los índices económicos, la calidad de vida y los estudios del crecimiento y desarrollo de poblaciones humanas. Gac Méd Caracas. 2001;109(4):538-540.
  10. FUNDACREDESA. Atlas de Maduración Ósea del Venezolano. Ministerio de Salud y Desarrollo Social. Caracas. 2003.
  11. Méndez Hernández, Ing. Hernán. Nota necrológica “Me preguntan como era mi padre: Hernán Méndez Castellano”. Suministrada por el Dr. Ricardo Méndez Hernández. 12.07.2003.
  12. Ceballos L. Entrevista personal con el doctor Ricardo Méndez Hernández. 13/08/2003.
  13. Hernán Méndez Castellano. Currículum Vitae. Suministrado por el Dr. Ricardo Méndez Hernández. 13/08/2003.